La TV Pública produjo en 2015 Variaciones Walsh, una serie que adapta al lenguaje audiovisual los cuentos policiales del periodista Rodolfo Walsh.

Por Pablo Díaz Marenghi

El autor de Operación Masacre. Aquel que descifró los cables encriptados de EE.UU en Cuba. El arquetipo del periodista militante. El redactor del Diario de la CGT de los Argentinos. Aquel que dejó su vida repartiendo su —hoy emblemática— “Carta Abierta de un Escritor a la Junta Militar”. Rodolfo Walsh, además de todo lo anterior, también fue en su juventud un brillante escritor de cuentos policiales. Su primer libro, Variaciones en Rojo, fue galardonado con el Premio Municipal de Literatura y se vislumbraba como una joven promesa en las letras. Años después, su compromiso político lo volcaría a la escritura de no ficción (El caso Satanowsky, ¿Quién mató a Rosendo? y la mencionada Operación…) y a la prensa combativa (con la agencia de noticias clandestina ANCLA).

Como una puerta de entrada a su obra literaria, hoy poco valorada, la TV Pública en asociación con Tranquilo Producciones estrenó este año la serie Variaciones Walsh. Dirigida por Alejandro Maci y adaptada por el mismo Maci y Esther Feldman (En Terapia) consta de trece capítulos que adaptan a la pantalla chica los cuentos que Walsh escribió en sus años mozos. “Las aventuras de las pruebas de imprenta”, “Nota al Pie”, “Cosa Juzgada”, “Zugzwang” y “Trasposición de jugadas” son algunos de los títulos adaptados y protagonizados por Nicolás Cabré, como el corrector de imprenta devenido en detective Daniel Hernández, Luis Luque, como el simpático Comisario Jiménez y Dario Grandinetti, como el sagaz Comisario Laurenzi.

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El género policial tiene una raigambre destacada en la literatura argentina. Desde “El séptimo Círculo”, la colección de novelas policiales seleccionadas por Borges y Bioy Casares pasando por relatos de Manuel Mujica Láinez o Ricardo Piglia, el género gozó de buena salud sobre todo en la primera mitad del siglo XX. Walsh no fue ajeno a este fenómeno y en 1953, cuando era un novato corrector de galeras, publicó la antología Diez cuentos policiales argentinos incluyendo a autores hoy olvidados por la mayoría, como Manuel Peyrou o Adolfo Pérez Zelaschi. Luego vendrían sus primeros libros de cuentos, de donde se extraen la mayor parte de las adaptaciones de la serie: Variaciones en Rojo (1953) y Cuentos para Tahúres (1962). Allí es donde construye relatos con una prosa impecable y con varios de los clichés del géneros: detectives perspicaces que todo lo resuelven (Hernández y Laurenzi), colaboradores algo toscos (Jiménez), misterios de cuarto cerrado (como el cuento que da nombre a “Variaciones en Rojo”) acertijos in medias res del relato (“Trasposición de jugadas”, en un homenaje al clásico acertijo de “El lobo, la cabra y la col”) y pistas expuestas a lo largo de la narración que pueden ser recabadas por el lector para resolver el misterio. Algo similar se intenta en la serie, con diferentes planos detalle que inducen a prestar más atención de la habitual, recreando un efecto propio de la literatura.

La adaptación a la época (primeros años 50’y 60’) se logró, en parte, gracias a los recursos con los que contaban los estudios de la Televisón Pública. Viejos veladores, teléfonos y máquinas de escribir arrumbadas en depósitos que sirvieron para elaborar una escenografía fidedigna a los ambientes en donde ocurren las historias pergeniadas por Walsh. A pesar de que sus cuentos mantienen el problema recurrente del policial argentino (equiparar al figura del efectivo de las fuerzas del orden, históricamente asociada a la corrupción, con la del justiciero impoluto) las actuaciones de Grandinetti, Luque y Cabré —quizás el que más sorprende por salirse de su rol habitual de bromista adicto al lugar común chabacano— forjan personajes recios, creíbles y preocupados por resolver los crímenes con los que se enfrentan. Los escenarios (casonas antiguas, pensiones, morgues judiciales, comisarías, pulperías) muchas veces son recreados y desarmados en el mismo estudio, con una variabilidad notable. Mauricio Dayub, Soledad Villamil, Martín Slipak y Max Berliner son algunos de los actores que se lucen en papeles secundarios, dándole vida a las víctimas y los victimarios que imaginó el periodista y ex miembro de Montoneros.

Algunos cuentos están mejor logrados que otros, aunque diferentes lectores de la obra de Walsh podrán señalar aspectos disímiles. “Nota al pie”, por ejemplo, es de lo más flojo, aunque hablando a favor de los realizadores vale aclarar que es un cuento de por sí difícil de trasladar al formato audiovisual por sus características (una nota al pie que va creciendo a medida que avanza el relato, develando el núcleo de la trama). Otros, como “Variaciones en Rojo” o “Zugzwang”, mantienen en vilo al espectador quien no se entera hasta los segundos finales de la verdadera identidad del asesino. Más allá de puntos altos o bajos, la serie es una invitación a meterse de lleno en la obra de ficción de Rodolfo Walsh, realizada con una calidad técnica notable que enaltece a las producciones televisivas argentinas (al nivel de otras series realizadas en 2015 como Historia de un Clan o Cromo). En tiempos en donde el mercado dirime la suerte de la producción cultural, y amenaza con dirimir el destino de más de una esfera social de la vida, Variaciones Walsh emerge a toda voz como una de las series más destacadas de 2015.//∆z