The Horrors sigue experimentado en su nuevo disco Luminous para poder crear la nueva gran bestia pop.

Por Javier Berro

Es como si de repente Marilyn Manson dejara los hábitos satánicos para adentrarse a una espiritualidad con prédica evangelista. Así de rupturista es el trabajo de los británicos The Horrors, liderados por Faris Badwan y Joshua Third, quienes con su flamante disco encriptan definitivamente su sonido fundacional bajo múltiples formas de la cultura rave. Hace una década, aparecían como descendientes de un linaje fresco entre el rock garagero, el horror punk y una neo psicodelia esquizofrénica ultraviolenta, como un Frankestein mal cocido que ahora se para frente al espejo como un tipo entrador. A lo largo de su discografía, el grupo fue corriendo a la bestia hacia nuevos escondites de la penumbra, matizando su diversidad en el shoegaze, el pop sintetizado y la sonoridad dark de otros subgéneros del post-punk. Ahora, después de mucho ambiente lúgubre, acentúan el cambio estético plasmado en Skying (2011) y sorprenden con Luminous, con el que parecen decretar un camino de progreso y sin traiciones con elementos electrónicos.

Con melodías pop, vocales limpias y teclados con múltiples efectos, The Horrors aparece como una criatura desesperada por conquistar belleza. Como en el film de Boris Karloff, el monstruo despierta ante la orden de un creador que se siente como un Dios ante el milagro de la ciencia. Su discografía también es un experimento de unos locos buscando como humanizar a su bestia. Así queda decretado con la intro de “Chasing Shadows”, con sus ruiditos como máquinas empezando la transformación. Cuando finalmente empieza la canción queda claro que en este disco la psicodelia se inserta como los cimientos del arquetipo del sonido futuro. Hay estribillos capaces de provocar bailes zombies en cualquier pista y guitarras sónicas iluminadas de optimismo.

No faltan los teclados y sintetizadores multiefectos que acompañan las bases diseñadas por Rhys Webb y Joseph Spurgeon, que decoran el ambiente rave para que venga la última creación, nos coma el coco y nos deje con los ojos titilando con “So Now You Know”. Después, el tren fantasma hace su próxima parada en  en “In and Out of Sign” y confirma el rasgo brit-pop y electrónico con base en la Factory Records de Tony Wilson.

El corte de luz llega con “Jelous Sun”, para evocar el terror de su propio pasado registrado en su segundo material Primary Colours; aunque en la canción siguiente la senda luminosa vuelve a resplandecer con “Falling Star” y una letra empalagosa sobre el amor eterno. Cuando culmina “I See You” -siete minutos y medio bastante prescindibles- llega “Change Your Mind”, que baja la perilla de los beats por minuto para que Faris Badwan entregue una balada prima hermana de las de Thom Yorke.

“Mine & Yours” continúa con el peso de la melancolía y el cierre final de “Sleep Walk” parece describir el andar de un hombre que arrastra los pies. Uno que se tropieza con sus propias extremidades pero que sigue encendido, como en automático. O como una alegoría del visitante ficticio que al prender la luz, podrá verse al espejo y encender todas las cicatrices de su rostro como gesto de satisfacción. ¡Porque entre el horror y la belleza hay tan solo un par de discos de distancia!

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