Por Maximiliano Pugliese

Tengo varias remeras rockeras poblando los cajones del armario. En el último censo que hice las separé entre las recitaleras, las que todavía sirven para salir y mis preferidas, las que cualquiera usaría para trabajar en un lavadero de autos pero yo uso para todos los días. De este último grupito hay dos en particular a las que les tengo mucho cariño. La primera es una remera blanca de Joy Division que se gastó tanto del roce y la transpiración que si la mirás de pasada leés Roy Orbison. La otra es la clásica de Misfits negra con la calavera blanca que ahora ya está gris y me queda por arriba del ombligo. De esta última es que quiero contarles una historia.

Era un día de calor insoportable y yo estaba deshidratandome en la parada del 63 hacía como 40 minutos, cuando se me acerca a pedirme un cigarro un malabarista que se estaba haciendo unos mangos ahí en Nazca y Juan B. Justo. Yo había largado el pucho hacía poco pero no quería ser mala onda así que le di la mano y me puse a charlar, como si eso le fuera a sacar las ganas de fumar. El tipo era un andrajo con dos rastas y un resero en la mano y mientras yo le preguntaba cómo venía la noche el tipo me miraba la remera esforzándose por hacer foco en mi pecho, sin la carpa con la que uno relojería un escote. Después de quedarse un minuto en silencio y que yo pensara que había tenido un acv o algo por el estilo me increpó con una voz me hacía pensar que había kerosene en vez de resero en ese tetra: “¿Y vos por qué usas una remera de Misfits si no sos punk?”.  ¿Eh? Ah no. Me puse loco. ¿Cómo se atrevía a dudar de mi ideología, a tratarme de careta? ¿A mí? ¡Que le había dado la mano! ¡Su mano transpirada, mugrienta! Con mil grados de sensación térmica, a riesgo de contraer el Antrax. ¿Por qué? ¿Por estar bañado? ¿Por tener el pelo largo con rulos obedientes de Sedal? Me saqué. Le empecé a hacer todo un discurso acerca de que ser punk no era tener una cresta, ni siquiera una remera de Misfits o un resero en la mano (Tomá). “Ser punk es una forma de vida, de autogestión, de resistencia y bla y bla y bla”. Me sentía Frank Zappa contra la esposa de Al Gore. Tenía el no futuro del punk en mis manos. No sé en qué preciso momento del discurso fue, pero una palabra lo cacheteó y el tipo hizo un esfuerzo sobrehumano para sacarse el yunque que tenía colgado en el cuello y despegó la mirada del piso. Entonces el andrajoso se quedó mirándome a los ojos y apretando los labios asintió con un movimiento cortito de cabeza en un gesto de aprobación. Le llegó. Lo conmoví. En ese momento llegó el bondi así que le di una palmada de adiós y mientras me trepaba al colectivo en movimiento, me doy vuelta y escucho por última vez su voz de lija despidiéndose: “Chau…hippie.//z

Maximiliano Pugliese (Buenos Aires 1987) es un ilustrador y humorista de la Matanza que de cara se parece bastante a Cat Stevens (cosa que no representa ningún mérito). Según investigaciones planea dominar el mundo bajo el seudónimo de Ciudadano ilustre desde su bunker en la web www.facebook.com/VivaCiudadanoIlustre.//z

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