La cantante y guitarrista cumple 15 años haciendo discos y repasa toda su carrera en esta entrevista exclusiva con ArteZeta. 

Por Claudio Kobelt y Gonzalo Penas
Fotos de Florencia Videgain 

No cumple 15 años en la música; cumple 15 años “haciendo discos”. Lo aclara. Y con la aclaración deja entrever que con la música lleva varios años más y que es fundamental a lo largo de su vida. Florencia Ruiz habla. Te sumerge en las historias que cuenta. Va buscando cada detalle. Si tiene que pensar unos segundos, lo hace. No se olvida de nada. Repasa toda su carrera apoyada sobre un piano. Asegura que por su trabajo en escuelas siempre estuvo rodeada de niños, pero cuando nació su hijo se volcó plenamente hacía él. En la sala hay varios juguetes, incluida una batería pequeña. También algunas fotos familiares, discos ordenados y el libro Una pálida historia de amor, de Fogwill. Cuenta que es un libro que le gustó mucho, que se lo prestó a una amiga y que acaba de devolvérselo. Ante la sola mención de su aniversario grabando discos, ella empieza a contar su historia en orden cronológico. Disco por disco. Anécdota por anécdota.

En el principio: Centro (2000)

Habíamos grabado con un amigo un par de canciones hace algunos años en una portaestudio. Una era “Pez”, que después se fue del disco, y la otra era “Pases”, que es el único tema donde hago un solo en toda mi historia y hasta la muerte (risas) pero porque fue así, se dio. Y también por esa cosa de la juventud, no sé qué edad tenía yo, 20, o menos quizás. Y un día, bastante tiempo después, estaba yendo a la farmacia y me encuentro con el mismo amigo que había grabado aquellas canciones y me dice “che, vamos a seguir esas grabaciones”. Yo tenía problemas con el dedo pulgar de la mano derecha, usaba un guante de neoprene que alguien me había conseguido, que en esa época era como de astronauta, y entonces le muestro la mano y le digo “mira como tengo la mano, no puedo tocar”. Y él me dice: “Pero mira que ahora tengo una computadora y se puede grabar en CD”, y eso era todo una cosa increíble en ese entonces. Y me dice: “Yo estoy pintando mi casa, yo te pongo REC y sigo pintando”. Y así fue que terminamos grabando unas canciones. Empezamos a llamar a uno, a otro, grabábamos… y meses después, caminando por la calle, me encuentro con otro amigo que me dice: “Che estuve pensando y me di cuenta que hiciste un disco”, y ahí yo caigo. “Uy si puede ser”, recién ahí caí, porque nunca había sido la idea hacer un disco, yo solo necesitaba grabar, y ahí mismo este amigo me dice: “Nosotros tenemos una fecha –el tenia una banda experimental que se llamaba Avión Negro– en el Festival de las Nuevas Músicas, ¿No querés tocar en esa fecha?”, y ahí armamos una banda con algunos amigos y fuimos a tocar, y ese fue el primer show de toda mi vida.

Primer y casi último show

Centro lo tocamos esa única vez. Me acuerdo patente que fue en la Casa Natal de Borges. Me acuerdo que era ahí porque yo nunca venia a Capital. Yo soy de Haedo y a veces hasta ni llegábamos a Avenida Rivadavia. Eran solo siete cuadras largas, pero nunca ibas para allá. Después empecé a estudiar en el Conservatorio de Morón, iba en bicicleta, estaba todo el día ocupada trabajando o en el Conservatorio, entonces no podía, no venia nunca a Capital. Ese del primer show era un evento que se llamaba Festival de Nuevas Músicas me acuerdo. Y fue durísimo, la pasamos muy mal. Nos criticaron muchísimo. Nos trataban como si estuviésemos haciendo canciones comerciales, era un festival súper experimental, había tipos golpeando chapas, ese tipo de cosas, entonces a nosotros nos miraban como diciendo “¿Esto qué es?”, “¿Que hacen estos acá?”, fue bastante triste. Aparte yo era chica, tenia 21, 22…Ahora que soy grande y trabajo con chicos y adolescentes pienso y no termino de entender a esa gente, siento que todo tiene algún tipo de valor como para andar tirando abajo propuestas. Me sigo cruzando con esa gente y nunca lo entendí. Y un poco por eso, por tener que estudiar, trabajar, vivir tan lejos, estar todo el día en el bondi… no quise tocar más. Dije “Me voy a recibir del Conservatorio, hago otra cosa y listo”. Siempre me cruzaba algún amigo que me decía “Tenés que tocar” y yo decía que no, que no quería.Después una amiga hizo una muestra de arte y yo le propuse hacer la música y eso me alentó un montón. Empecé a grabar, un año después fui a grabar a lo de un amigo y eso empezó a ser Cuerpo. 

Guitarra vas a llorar

En Haedo había un lugar que después se llamó el Mocambo, pero antes se llamaba de otra manera, que no me acuerdo y ahí siempre iba a tocar el Negro Garcia López. Como yo era muy fan de Charly fui varias veces ahí a verlo y él me decía: “Che, ¿Vos cantas no? Tenes que cantar conmigo”,  y así canté muchas veces con él, muchas y siempre cantando cosas de él. Un tipo de un amor enorme, un capo impresionante… Después no lo vi nunca más, y ahora con el armado de este show lo iba a llamar porque va a haber dos amigos que también tocan con Charly, pero bueno… Él fue el primero con el que toqué, incluso antes que con mi propia banda o con amigos, antes que mi música. 

Amigos, Internet y sol naciente: Cuerpo (2003)

Tenía un amigo que trabajaba de tornero que me dijo: “Yo llego de laburar, te prendo la compu, te enseño un poco y grabas ahí”. Y así de a poco fui haciendo el disco, que de hecho lo fui haciendo en todo sentido ahí. No llevaba canciones armadas, eran cosas que yo llevaba e improvisaba ahí. Cuando hicimos el demo, otro amigo subió uno de los temas a Internet, que obvio que en ese momento no era lo que es hoy y menos para mí que lo único que tenia era un mail que me lo había abierto alguien, pero bueno, subió un tema y al toque me escribieron de Japón. Aun no había ni salido el disco.

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Japón – Primer contacto

Ese mensaje que me habían escrito era de un señor que llevaba música argentina a Japón, que vivía en Las Cañitas, que me acuerdo que cuando fui a su casa me decía: “A usted le puede ir muy bien allá, piénselo”, y yo nunca había ido a ningún lado. El primer disco yo no lo había editado, lo tenía en CD-R  y lo copiaba -yo ni siquiera tenía computadora- y él me decía: “Usted tiene que venderlo así, así como está” y acepté. Tenía que escribirle los nombres de los temas con mi letra y él los vendía a Japón. Algún tiempo después recibí una propuesta desde allá para editar los dos discos, el primero y el segundo, en un disco doble. Eso me dio bastante plata y fuimos con un amigo a no sé donde a comprar una placa de sonido, toda una aventura y justo donde la estábamos comprando aparece un pibe y nos ofrece unos micrófonos re baratos. Y yo tenía esa plata de la edición en el bolsillo y mi amigo diciéndome “¡Tenés que comprarlos!” y ahí compramos esa placa, los micrófonos. Y en mi casa, aprendiendo yo como hacer todas las cosas, empecé a grabar lo que era Correr.

Un nuevo comienzo – Correr (2005)

Fue como mi verdadero primer disco. Ese disco ahora lo escucho y el gran cambio que siento es que tiene tiempo. No es que los otros no lo tuvieran, sino que este lo fui haciendo con otra cabeza, con una intención más personal. Y como lo grabé yo, lo fui haciendo como yo quería. Mis primeros dos discos los habían mezclado los Pornois. Y para Correr ellos ya se habían separado, y uno de ellos, Sebas Landro, me dice: “Yo tengo que hacer algo más con Correr, quiero producir el sonido” y a mí me pareció genial porque yo lo había grabado en mi casa, ladraban perros… era cualquiera (Risas). Seba es un master, hizo cosas con ese disco que eran tremendas para la época, muy adelantadas, y de ahí me propusieron hacer el disco de remixes, Fogón.

Fogón (2006) y la crisis del ruido

Esa idea de un disco de remixes a mi me parecía el delirio máximo, pero como me insistieron y Seba estaba muy entusiasmado, convencido y tenía muy claro lo que quería, lo hicimos. El buscó y se contactó con la gente que hizo las versiones, lo produjo, y quedo un disco que con los años valoro mucho. Lo produjo Seba con la idea de hacer después un disco de banda producido completamente por él y entonces apareció otro amigo diciendo: “Yo conozco un pibe que es muy groso y labura en un estudio” y yo tengo eso de dejarme influenciar, de escuchar a todos, de ser conciliadora, de la democratización de la desgracia (risas), entonces fuimos a ver a este pibe, y este pibe la verdad que no tenía mucha idea. Grabamos todos los temas de banda, y pasó un mes y el pibe no nos daba el material y era porque había salido todo mal. Hubo un error digital que había estropeado todo. Vos escuchabas la canción y en el medio escuchabas un ruido todo saturado de golpe y después volvía la canción y de vuelta ese ruido horrible… No lo podíamos creer, no entendíamos, ya lo habíamos pagado, habíamos perdido todo, no sabíamos que hacer. Entonces le dije a Seba “Ya fue, nos dividimos: yo voy a hacer temas nuevos, otros temas, y veamos cuál puede zafarse de las ya grabadas con ese bardo del ruido y vos trabajá en eso”, y eso fue una cosa horrible, pero estuvo bueno, porque me obligó a hacer una cantidad de canciones, donde solo tocaba la guitarra y cantaba, donde todas las hice en una semana, un delirio, pero fue una presión que estuvo buena. Fui a otro estudio y grabé canciones que después para mí fueron muy importantes, e incluso hice algunos arreglos de cuerdas que el disco original no iba a tener….y ese disco ya era Mayor.

Mayor (2007) – El renacimiento

Es un disco muy electrónico porque había que tapar todo eso que había salido mal (risas) y vos lo escuchás y no te das cuenta. Mucha gente se enteraba de lo que me había pasado con eso de la grabación y el ruido y me llamaba, por ejemplo Gaby Lucena, de Entre Ríos. Me llamó para decirme que se había enterado y que se ofrecía a salvarme dos temas, estuvo bueno, mucha gente se solidarizaba. De otra manera no lo hubiera podido hacer, por un montón de factores: la plata, el tiempo, las voluntades… Yo siempre tuve la misma banda, gente con la que aprendí a tocar, a hacer las cosas, y no daba decirles “chicos hay que grabar todo de nuevo”, no eran músicos profesionales, y si estaban entre un campeonato de fútbol o grabar, tenían un campeonato de fútbol, no podías ganarle al fútbol (risas). Es un disco que a mí me gusta mucho, y que nació de esa crisis, fue el más conflictivo. Me acuerdo que fui a lo de alguien y le conté lo que me había pasado y me dijo “y bueno, esos temas son malísimos” (risas). Empezó a generar un montón de cola que estaba buena, como un espejo que te devuelve la verdad, y empecé a pensar que tenía razón, que tenía que encontrar otra cosa, y así fue como lo hice, como salió finalmente. Y con ese disco, con Mayor, me animé a viajar a Japón por primera vez y ahí hubo un quiebre muy grande.

En vivo en Japón – Dos descubrimientos

Mi idea de por qué conectan los japoneses con mi música fue cambiando. Primero porque son muchos y eso es lo primero que tengo para decir (risas). Y después hay algo de “hago lo que yo quiero” que los tipos no lo pueden creer. Me pasó que se me acercaran pibes a decirme: “Este disco me cambió la vida”, y yo pensaba “este me está mandando una fruta”, pero con los diversos viajes que hice empecé a escuchar grupos de allá y a reconocer cosas mías, eso es extraño, creo que es como una huella que queda en ese circuito. Para mi es eso, les atrae esa libertad de “no me importa vender, esto es lo que yo soy”, esa simpleza. Igual, la primera visita a Japón fue un horror, no lo podía soportar, pensaba todo el tiempo que me quería ir. “¿Qué estoy haciendo acá?”.

Yo siempre fui maestra de música, trabajé con chicos, me movía dentro del barrio y de pronto estaba allá, y no entendía nada, tenia fans, y eso no era fácil para mí. Por ejemplo: el primer viaje yo lo hice gracias a fanáticos: un sello pagó una parte, otro sello otra, unos pibes conseguían fechas; todo porque querían que vaya, hace un montón que me insistían que vaya, y yo siempre les contestaba “El año que viene”, siempre era “El año que viene”, y en algún momento “El año que viene” iba  a llegar. Un día me escribió una piba, que hasta el día de hoy somos amigas, de una manera tan increíble, agitó de una manera las aguas para que el barco llegara, que dije: “Si, voy a ir”. Me acuerdo que me recibió un matrimonio que tenía un sello y por ahí estábamos con más gente y decían: “Hoy Florencia viene a comer conmigo” y otro “no, Florencia viene conmigo”, y otro “no, conmigo” y yo pensaba: “No quiero ir a ningún lado”. Yo estaba sola, había viajado sola, había alquilado un departamento enfrente de esta pareja del sello y no quería salir a ningún lado. Me pasaba todo el día mirando por la ventana y tocando la guitarra.

Era importante hacer ese viaje y lo hice, pero no la pasé tan bien. Fueron treinta y cinco días muy fuertes. Igual tuve puntos altos, como que por ejemplo cuando tuve que tocar en un festival de chicas en la música. Cuando yo llego había un montón de gente, estaba llenísimo y había una chica tocando el arpa que apenas me vio dejó de tocar y empezó “¡Es Florencia!” y yo la saludaba y pensaba “¿Quién es?” (risas). Había un montón de pibas todas fanáticas, tipo “¿Me firmas tu disco?” con la cajita con el CD-R, una cosa loquísima. En ese festival tocaban mujeres de Londres, de pueblos de Japón, de Tokio y todas me decían a mí que yo tenía que cerrar, yo les decía que no, yo toco la guitarra, tranquila y ellos estaban enojados porque para ellos yo tenía que hacerlo, era importante, y ahí tuve una cosa de “che, esta bueno lo que yo hago”, de tocar y pensar que estaba bueno de verdad, de ver un montón de gente escuchando con alegría, fue muy fuerte. Me acuerdo también de cuando conocí una mujer que me dijo que estaba meditando escuchando mi música y que había levitado, entonces me pintó una remera y me la tenia que dar de regalo y contarme que había levitado! (risas). Y yo la escuchaba y le decía que le creía que había levitado, y ella me agradecía efusiva. Después conocí unas pibas que tenían un grupo que estaba buenísimo y me invitaron a compartir fechas e hicimos un par de toques buenísimos.

Después el día a día tenía cosas copadas, pero pasa que yo no soy una persona viajada, ni siquiera había ido de vacaciones, nunca había viajado, no me pasa eso del placer de armar la valija. Y de pronto estaba en Japón, sola, por treinta y cinco días. Eso sí, musicalmente fueron muy buenos, porque fueron los primeros días en los que yo me pude dedicar completamente a mi música, y fue el lugar donde me di cuenta que lo que hacía estaba bueno. Habíadías donde venia la gente del sello y me decía “Hoy tenés que ir a ensayar”, y me quedaba sola toda el día en un estudio, cosas que nunca me habían pasado a pesar de haber hecho ya cinco discos, esa total y completa dedicación a la labor musical, algo que aun no consigo, pero ahora porque tengo un hijo y la familia y eso. Ahí, en esa dedicación, tengo una deuda grande con Japón.

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La obra y la vida

La otra vez fui a ver a Juana Molina y me decía eso de “¿Por qué no estás tocando?” y yo le decía “¡Yo tengo un bebé!”. Cuando nació mi hijo yo volqué todo a mi hijo. Me dediqué al chabón, o sea nunca pude dedicarme a full a la música, y por otro lado también creo que tu obra también es tu vida. Ser así me permitió conocer y llegar a un montón de gente que de otra manera no hubiera podido. Además, yo no quiero hacer discos y nada más. No me importa si para hacer un disco tardo diez años. Quiero que sea un poco más profunda la cosa. Después de tantos años de tocar, siguen pasando cosas. Y está bueno eso. Ponerse desafíos está bueno. Pero es difícil para mí. Me pone nerviosa eso de exponerse. Hay un costado medio extraño en eso que yo con los años y mucha terapia fui encaminándolo, pero me pasa de pensar que si vos hacés tu música, ¿para qué querés mostrárselo a los demás? Si uno con eso ya está re contento. Para mí el mejor día es en el que pude hacer un tema que está bueno. Yo todavía pienso en hacer mi mejor obra.

Después hay músicos que les interesa la plata. A mí la plata no me termina de convencer. Entre amigos escucho mucho eso y a mí me encantaría tener esa liviandad, poder ver todo más liviano pero no me pasa. Tampoco tengo alguien que me diga “hacete un hit”. Si viene un amigo y me dice que haga un hit ya dejaría de ser mi amigo. Yo a veces pienso en por qué hay gente que quiere agradarle a todo el mundo. Si eso no te puede pasar en la vida real. ¡Eso no puede pasarte! Sos una persona que está de mal humor y cosas así. A veces queremos ver en nosotros gente superior y no es tan así. Uno hace un laburo como cualquier otro laburo; así como el que atiende una fiambrería, uno hace sus canciones y labura de eso y después hay gente que se copa y paga una entrada y se mueve la rueda. Yo lo siento un poco así. No sé por qué hay gente que quiere ser inaccesible, por qué alguien quiere ser mejor que lo demás. Yo te juro que eso no lo entiendo. Y más conozco a los músicos y más me copo con los que siempre me copé y menos con los que nunca me copé.

En cuanto a lo musical, a mí me gusta todo: puedo escuchar un chamamé y emocionarme tanto como con una canción que canta un nenito por la calle. Eso realmente no me importa. Si toca la emoción, ya está. Pero emocionar, me emociona el que hace algo que es eso que hace. La cuestión es ir encontrando excusas para seguir. Los discos son un poco eso: saco un disco, mantengo la mente ocupada en eso y en algún momento se termina el disco y lo tenés que tocar y te va armando tu historia.

Ese Impulso Superior (2008) y la vuelta al barrio

En paralelo con Mayor empecé a hacer el disco con Ariel Minimal. Justo yo me estaba mudando al barrio, estaba arreglando la casa donde vivo ahora y él vive a unas cuadras y nos hicimos muy amigos. Nos juntábamos todos los martes, y él llevaba una canción, yo llevaba otra. “Tocá esa, toquemos esta”, pasaba un amigo y le decíamos: “Tocá algo” y lo grabábamos, fue más relajado. El me alentó un montón a ir a Japón y cuando volví hicimos esos shows en conjunto y ahí yo ya tenía otra postura que me había dado esa experiencia. Igual también por algo demoré tres años en volver a Japón Y después, otros tres años. Otra cosa que sentí con Japón fue eso de que hay gente de todas partes del mundo, de todos los países, mucha movida de todos lados, mucha gente de todo el mundo viéndome, escuchándome. Y ahora en el resto del mundo tengo mucha mayor repercusión que acá. Lo siento así, sin dudas.

Luz de la noche (2011) – Un disco de productor

Había dado un show en la Biblioteca Nacional, y un pibe que trabajaba ahí me ofreció que vaya otro día a tocar, sin público, y que él me grababa a mí sola con la guitarra. Yo dije que sí, obvio. Venía de todo el bardo de Mayor, del estudio, del ruido, que había salido todo mal, y esto era tan simple que tenía que salir todo bien. Un día estaba almorzando con Carlos Villavicencio (NdR: Emblemático productor del rock argentino de discos como El Amor después del amor, Tercer mundo, La Hija de la Lagrima, entre otros) y le cuento esta movida y me pide que le toque los temas. Le toqué los temas uno tras otro, no sé, eran mil temas porque yo después grababa y elegía. Villavicencio escucha los temas y me dice: “Eso de la Biblioteca no lo vas a hacer, ahora vamos a hacer un disco” y yo le decía: “No, no puedo demorarme diez años en hacer un disco”, el me insistía, me decía que no íbamos a demorar… Y dije que sí. Bastante tiempo después, un día viene Villavicencio y me dice “Estuve pensando que el disco solo lo podemos hacer si otros lo pagan”, y yo pensaba “Uy no terminamos nunca más, ¿Quien va a querer poner plata en esto?”. Y empecé a pensar, a ver cómo y quiénes, porque claramente no era un disco súper exitoso que se iba a re vender. Entonces empecé a buscar a pensar quien me querría ayudar, y conseguí uno, después otro, después otro, y todo eso me costó un año. A todo eso el disco ya estaba igual a como lo escuchás ahora, idéntico, pero todo hecho en Midi, o sea solo necesitábamos la plata para hacerlo. Primero fueron unos japoneses, después un sello de New York y después el sello que yo tenía en México, o sea se fue demorando por todo eso.

Luz de la noche es un disco que me encanta. Es mi disco, tiene mi nombre y todo, pero es un disco con él, un disco más de Villavicencio. Yo pude hacer muy poco para ese disco. O sea, hice los temas, que es bastante, pero después no podía decir “sacá esto, pone allá”. Él fue el director, él lo dirigió, él lo arregló, lo produjo. El disco me encanta, es un discazo, pero creo que es un disco que tiene que ver con él, que nace de su concepción, de su idea. No es lo mismo tocar con amigos y ver qué onda, probar, ver qué sale, que repartir  una carpeta con partituras y que todos toquen exactamente lo mismo, y esta bueno también, porque ser buen músico no es solo tocar lo que sabés tocar, es algo más amplio, es poder estar al servicio de la música. Me acuerdo que yo iba y venía del oeste por autopista, y el departamento de Villavicencio da a la autopista, y yo pasaba y siempre lo veía trabajando. Tres de la mañana, cuatro de la mañana, siempre estaba metido y haciéndole cosas al disco, con un amor casi ridículo.

Me acuerdo que mandamos a masterizar el disco a Londres, y cuando el disco volvió y fuimos a escucharlo, él se puso con las manos en la cabeza, se agachó, movía la cabeza y decía “Ahora no tengo nada para hacer…Hagamos otro disco” (risas) Estaba muy comprometido, casi obsesionado con ese disco. Fue muy duro todo ese proceso, aparte yo tenía que laburar mucho, pegué muchas horas en la escuela porque había que pagar un montón de gastos del estudio… pero también sé que trabajar con Villavicencio me dio otra manera de trabajar, otra visibilidad ante los otros. Fue trabajar con todos músicos profesionales, que él les dijera a grabar, ahora a comer, ahora a seguir grabando, y le hacían un caso estricto, o que el estudio nos dijera: “Acá se puede estar hasta las doce de la noche” y eran las tres de la mañana y seguíamos ahí, cosas que se lograban solo porque él estaba involucrado. Lo que estuvo bueno es que él nos obligó a tocar el disco como era. Fue un padecimiento terrible, tuvimos que hacer toda una movida que uno podría pensar que es muy pesada. Como músicos nos alejó un par de peldaños. Pero una vez que uno puede naturalizar tocar con pistas, leyendo, todo pautado y hacer la música y sentirlo –que no sea un laburo, que sea una expresión- eso se torna muy importante.

Al principio había mucha tensión porque no podés pifiar una nota porque se corre todo. Pero por otro lado, ¿cómo no vas a poder hacer eso? Entonces, creo que ese disco fue un antes y un después: de aprender cómo se hacen las cosas, de mirar… Yo no soy muy curiosa pero igual me llegó la ola. Era todo un desafío. Por ahí él me decía en un momento que tenía que cantar un tema y yo no saber de qué tema estábamos hablando porque estaba todo tan distinto a como lo había hecho… Para mí el secreto es trabajar con otros. Es como tener un marido más. Pensar en que a tal hora no se le puede decir nada porque está de malhumor, no decir una cosa, fijarse cómo decirlo; pero bueno, ahí está la historia.

MA (2014), 20 historias para girar por Japón

Años después de Luz de la noche se me ocurrió hacer un disco que contara quién soy yo. Como iba a ir a 20 ciudades de Japón, escribí una anécdota, una historia… para contarle a los japoneses algo sobre mi o sobre esa canción. El packaging está hecho a mano. Fue idea de mi cuñada eso. Viene con un sobrecito de tela. Todo está hecho como si fuera un resumen de la vida de uno. Y le fue buenísimo, fue súper. Y fui firmando cada uno con un número. Se vendía ridículamente. Los japoneses que me llevaron de gira les parecía una ridiculez. Incluso, llevaba una valija llena de discos y no me llegó. Tenía varias valijas con discos y una de ellas estaba llena de discos y es la que cuando llegamos a Japón nos faltaba. Tenía 300 discos. Y los esperé una hora en el aeropuerto. Por otro lado, te hacían pagar impuesto por cada disco que vendía. Le fue súper y la verdad que no lo pensaba editar acá. Porque era un disco para Japón. Pero hay discos para vender en los shows de acá.

MA significa silencio. Es el silencio que está antes de cada palabra. Me pareció que estaba bueno que no pasara desapercibido el tema de los 15 años con discos, no dejar pasar esto para que sea un empuje y para surfear la próxima ola. Y ahora justo un amigo se puso a programar esta fecha en el Caras y Caretas y acepté tocarlo ahí. Así que armé una banda: el baterista es Jeru Izaurralde (el hijo del “Mono” Izaurralde) y él trajo al guitarrista. Ellos dos tocan en la orquesta del Chango Farías Gómez. Y después dos con los que ya venía tocando, un bajista y un tecladista. Después voy a hacer un set con el “Mono” Fontana y también con Andrés Beeuwsaert, que es el pianista de Acá Seca Trío. Y van a estar también otros amigos. Van a ser 30 temas y tengo que buscar dónde meterlos. Japón me ayudó mucho a poner a cada persona en su lugar. Creo que el show va a estar bueno. También va a estar Flopa. Va a estar Rosario Bléfari. Voy a hacer temas de todos los discos. Lo lindo es poder tocarlo con todos mis amigos. Son mis amigos que vienen a mi cumpleaños. Y la propuesta es grabarlo y ver qué pasa. Después tiene que salir bien. La sala está re buena porque es un teatro que es justo: tiene capacidad para 400 personas. Esperé 15 años para hacer un teatro. Espero que venga la gente.//z

Florencia Ruiz se presenta el sábado en la sala Caras y Caretas (Sarmiento 2037) a las 21. 

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