Quinto álbum de una banda que supo surtir la escena punk y garage rock de los años setenta. Iggy Pop and The Stooges despliegan energía y aspereza sin una gota de sudor: el saberse experimentados en eso de ser íconos de pósters y remeras. La solución ante una de las quejas interrogativas de la historia de la música, ¿cómo se hace para dignificar al rock con un disco básico y elemental, sin pretensiones de sofisticación? Así, como Ready To Die.

Por Pablo Mendez

Treinta minutos de distorsión persuasiva y la iguana no muta su piel. Y sus Stooges sin dejar un segundo de silencio… Porque de eso se trata, para ellos la música prescribe cuando no hay ruido. Debates sobre sofismas intelectuales de críticos se trenzan en una cuestión que pareciera sublime: ¿la música es ruido o sonido? La respuesta humilde no se hace esperar: cuando el ruido se mece en los oídos como terciopelo entonces es música, cuando el sonido sirve de colchón para que alguien repose su voz en él entonces es música. Dislates discursivos al margen, Ready To Die es la forma visible/audible de aunar el ruido con el sonido. O de generar melodías de raza rockera, algún gritará con seguridad algún estudioso del género sin esperar réplica.

El disco comienza con “Burn” y la imagen remanida es imposible de eludir: lenguas de fuego adoran los acordes infectados de combustión en una orgía de corcheas multiplicadas. Tal cual a “Ready to Die” y “Dirty Deal” que ofrecen los mejores headbanging del disco.

“Sex & Money” y “DD’s” canciones de temática reproducida hasta la médula, con vientos que amplifican las guitarras estruendosas y que dan paso a estribillos que ganan en velocidad gracias a la batería y con la voz de Iggy en tono patriarcal, impartiendo moraleja obscena.

“Job” es poesía punk; manifiesto juvenil de los años donde las medidas neoliberales fulguraban su esplendor, una extensión discursiva que se palpa en estos años donde la irrupción “Indignada” ve cómo el capitalismo come de si mismo.

“Gun” o cómo sostenerse en el tiempo y repetir la fórmula. Casi un escupitajo desde los recién nacidos setenta a los ojos del nuevo siglo ordenado y burgués. El riff del comienzo recuerda a “Search and Destroy”, como el propio homenaje a un tema devenido en clásico.

“Unfriendly World” , “Beat the Guy” y “The Departed” se presentan con una melodías acústica que bien podrían tocarse en un fogón playero, asando malvaviscos de marihuana, con la voz de la iguana calentando el oído de una puber en bikini. Iggy siempre bordeando en frecuencia cansina la trova de voces sensuales: Leonard Cohen, Lou Reed, David Bowie y Nick Cave.

Tres discos fundamentales entre finales de los sesenta y principio de los setenta, y dos discos en el nuevo siglo son el legado que hasta la fecha muchas bandas de alcantarilla guardan en el bolsillo, solo a la hora de desplegar los pergaminos que les habiliten la entrada al paraíso rockero. Cinco discos, el último solo de treinta minutos, una banda, The Stooges, y una estrella de rock, Iggy Pop. Demasiado rock en pocas palabras.//z

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