De forma inesperada, Wilco lanzó su noveno disco de estudio, Star Wars, posiblemente el más entretenido de su carrera.

Por Emmanuel Patrone

Un anuncio inesperado. Un gatito blanco en la portada. Una descarga gratis con archivos en MP3 en formato 256 kbps (¡para vos In Rainbows y tus magros 160 kbps!). Un título que pide carta documento enviado por la factoría de Mickey Mouse por violación de copyright. Sin escuchar ni un segundo de Star Wars, el noveno disco de estudio de Wilco, ya se puede presentir que algo particular encierra; que si los creadores de discos tan disímiles entre sí pero a la vez tan, bueno, tan wilquenses, tiñeron de sorpresa y peculiaridad a su primer álbum en cuatro años, no queda otra cosa que presionar play y sacarse la curiosidad.

75 segundos le basta a Star Wars para sostener que estamos ante el álbum más lúdico y divertido de la discografía de Wilco, lo que no significa que esa faceta sea desconocida para el mundo melómano: de hecho, Wilco (The Album) coqueteaba con los sonidos del pop beatlesco con un desparpajo bastante noble. “EKG” (así se titulan esos 75 segundos) es un arranque instrumental desprolijo, sonando como una banda amateur intentando imitar a Sonic Youth o Pavement en el garage de la casa de los padres de uno de sus miembros, dejándose llevar por el ruido que le pueden sacar a ese pedal de distorsión barato comprado en la calle Talcahuano.

El resto del disco continúa con esa senda juguetona. Si el antecesor The Whole Love a veces hacía gala de su producción detallista, en Star Wars todo suena como grabado en dos tomas, rápido y con el aura de la zapada más desprejuiciada, sin caer en la trampa del lo-fi. Es, en definitiva, el disco de una banda que suena pasándola bien en el estudio, que no cree que debe hacer el próximo Yankee Hotel Foxtrot. Que, en definitiva, no debe rendirle cuentas a nadie. Que el disco dure 35 minutos y que se lo bajen gratis. Y listo.

Esto no se traduce, por suerte, en un álbum carente de entusiasmo o de argumentos. Jeff Tweedy y compañía siguen siendo, ante todo, grandes compositores de canciones pop, algunas con una arista más melancólica, otras que viran hacia la abstracción. Y con una producción más austera que de costumbre, éstas brillan con una luz particular. En esta colección de canciones, así como en otros momentos de su discografía se remitían al rock independiente yanqui o al llamado country alternativo, rescatan algunas recetas del gran libro glam rock de Marc Bolan y del Bowie como Ziggy Stardust, como se oye en “Random Name Generator” y “More…” (ésta última con una bola de ruido haciéndose espacio hacia el final) o se empapan de la resaca del Lou Reed más adormecido en “You Satellite”. El sentido de urgencia se plasma en otros momentos, en la confección de riffs sencillos y circulares que son las vedettes de canciones como “Cold Slope” o “Pickled Ginger”. Para el final, se guardan una porción de psicodelia de entrecasa de alta factura llamada “Magnetized”.

El noveno disco de estudio de Wilco es una sorpresa y media. Probablemente el mejor producto cultural con el título Star Wars desde El regreso del jedi (salvo que J.J. Abrahams nos cierre la boca a fin de año), el asombro proviene no sólo de las circunstancias inesperadas que lo rodean, sino también porque este disco constituye un trabajo ameno y fresco que le otorga una pizca de rejuvenecimiento a una banda que sigue acumulando kilometraje en su carrera.//z