Shaman Herrera edita su primer álbum al frente de Los Pilares de la Creación y regala una gema de musicalidad enorme y delicadeza destellante.

Por Claudio Kobelt

Un canto gutural chocando y rompiendo, estallando como una ola en la escollera. Con esa tempestad vocal arranca el nuevo álbum de Shaman Herrera, el primero junto a su nueva agrupación Los Pilares de La Creación.

“En los Pilares de la Creación, donde nacen las estrellas” cuenta Shaman y explica de alguna manera el nombre de su nuevo grupo. Y sigue: “Aún reverberando la voz y eco de los días futuros”. Y habitando en lo profundo de ese eco, en el pico de la voz que reverbera, radica el misterio insondable tras el sonido de Shaman y Los Pilares de la Creación, dueño de una musicalidad enorme y una honda emotividad. Como un hechicero que lidera una orquesta de locos en el desierto, Herrera encanta con canciones/pociones que al beberlas abrirán el camino a un nuevo plano sensorial, ocho puertas musicales a la percepción. “Voy flotando hasta los confines donde se terminan las praderas”, dice, y es cierto. Esas melodías flotan atravesando las distancias, creando paisajes innegables de naturaleza y soledad, de amor y tragedia pura.

Su voz profunda avanza con una proyección envolvente, como una densa niebla hecha de palabras y verdad. Y Los Pilares de la Creación dialogan en esa voz grave con su procesión de sonidos infinitos, salvajes y vivos.

Un folk bello y oscuro, de una épica romántica y maldita, inunda este maravilloso álbum hecho de pura magia y sombras, como estar parado una noche en la playa, y sentir el viento, los ruidos, los animales, la arena mojada bajo los pies descalzos. Y sentir sin ver que hay una ola por venir.//z