Hablamos con la artista plástica sobre su trabajo, la interacción con la gente en la vía pública y las ventajas y límites del arte callejero.

 Por  Candela Cebrero

Noelia es de San Bernardo y, a pesar de haberse mudado hace quince años a Capital Federal, el espíritu playero forma parte de ella. Con la fortaleza de quien creció contemplando el mar y las olas, ahora pinta sus verdades en paredes de la ciudad bajo el seudónimo de Parafinas Doradas.

El triángulo con tres rayitas y la pintura fucsia Montana son las huellas que deja Noelia, vestigios de su identidad y su obra. La calle es la galería de arte más grande y es lo que sobrevivirá el paso de los años, convirtiendo a los graffitis en la impronta de nuestra historia. Pero para Parafinas es más que eso: “Es una transición desde la literatura a la calle, siempre con la intención de que llegue al otro sin la necesidad de que tenga que agarrar un libro, esto te va a agarrar a vos”.

Foto de Maximiliano Bottoli

AZ: ¿Cómo empezó Parafinas Doradas?

Noelia: Yo escribo desde siempre. Cuando me mudé de San Bernardo a Buenos Aires, pensé: “Quiero escribir un libro”. Hasta que un vendedor de una librería me dijo: “¿Querés escribir un libro? Te lo va a comprar tu familia nada más y te va a quedar juntando polvo”. En el momento me re calenté, pero con el tiempo me di cuenta de que lo que decía el chabón era verdad. Empecé a participar en varietés literarias, en lecturas, hasta que  decidí que quería que la gente viera lo que yo escribía. Entonces comencé a repartir escritos, los regalaba.  Más adelante, una amiga me propuso hacer pegatinas para la calle. Medían 10×10 cm. No se veían ni de casualidad. Hasta que un día me di cuenta de que me había quedado un aerosol en casa y pinté en una pared de la calle “El amor es todo menos duda”, una frase que salió de una charla con una amiga mía. Seguí “escrachando” con ese aerosol hasta que se me acabó y me regalaron uno color fucsia Montana. Lo primero que pensé fue: “¡Chau! Con esto me vuelvo loca”. Justo ahí fue cuando empecé a tener más repercusión.

AZ: ¿Es verdad que no pintás paredes “limpias”?

Noelia: ¡Obvio! No voy a ir a escracharle la casa a tu mamá. Voy a tocarle timbre y preguntarle si me deja que le pinte la puerta. Yo también tengo una vieja que tiene una casa que costó mucho pintar. Yo voy y le digo al dueño: “Che, tenés la pared para atrás, ¿le puedo hacer algo?”. Así conocí a un montón de gente re buena onda.

AZ: Cuando decís que querés “hacer llegar la literatura al otro sin la necesidad de un libro” se entiende que eso se refiere a llegar a gente que no quiere leer por motus propio, pero cuando hablamos de que “la gente está en la calle” también hay gente que vive ahí. ¿Qué pensas de esta “revolución” que desencadenás llevando literatura a gente que no tiene los medios para acceder a un libro?

Noelia: Me encanta eso. Mi mamá es una persona que nunca leyó y, dentro de esa carencia literaria, lee lo que yo escribo y lo puede entender porque lo sintió. Siento tanto la obra que queda impregnada en la pared, como un perfume que no se huele pero se siente, se transmite al que lo vea. Quizás no podés comprar un libro, o no te interesa hacerlo, pero mirando el paisaje encontrás una pared, algo que te está diciendo: “No voy a ser el recuerdo de mi cobardía”. A veces atacan al mensajero por vivir bombardeados de un contexto social que les dice: “Lo que ella hace está mal”. Pero es el arte que vino en este formato. Un artista no puede ser cobarde al mostrar porque se convierte en egoísta. No hay que guardárselo, ni esperar a morirse. Hay que tener el valor de compartir, sos un canal que tira arte. Lo que escribo soy yo. Cuando digo “No voy a ser el recuerdo de mi cobardía”, me lo digo a mí. Me lo repito mientras escribo la pared y me transpiran las manos de nervios. Y cuando termino me doy cuenta de que ya no soy ese recuerdo. Sonrío, miro el graffiti y pienso: “Che, quedó bueno”. Quiero que todos sientan lo que es pasar del otro lado del miedo, que se animen porque están acompañados.

AZ: Rebelarse a través de la belleza del arte callejero me remite a Banksy, lo ilegal de una revolución. Vos escribiste dentro de un celular en un afiche publicitario: “La verdad está ahí afuera”. Esa postura crítica y subversiva te hermana con él.

Noelia: ¡Lo amo! Lo que hace ese chabón es increíble. Y concuerdo totalmente, en la calle pasa todo. Hay una crítica a la masividad. Tenemos que parar la moto. La masividad posta es la que está en la calle. Las personas están afuera.

AZ: ¿Sentís que lo que escribís es una militancia personal?

Noelia: Totalmente. Yo milito mis ideales sobre la identidad. Invito a quien me lea a que pruebe un camino, como un consejo de una amiga. Comparto lo que pienso, el que quiera que se sume. Lo que en ese entonces son mis sentimientos, pasan a ser de todos y ahí está lo valioso.

AZ: ¿Pensás las frases en el momento?

Noelia: No, las escribo antes. Creo que en el día y en la semana hay temas que nos dan vuelta en la cabeza, y yo que soy de pensar mucho me fijo para dónde estoy vibrando y elijo la pared que vibre con eso que siento. A veces en el laburo anoto en papelitos que me voy guardando, después los paso al celu.  Yo ando con el aerosol siempre encima. Si encuentro un colchón o una heladera, me mando sola. Pero a veces un plan de domingo es: “Tengo una pared dominguera, ¡vamos, amigas!”. Es más como una excursión, después tomamos tragos y festejamos.

AZ: ¿Hay música que te inspira a escribir?

Noelia: Cuando tengo una idea fuerte que sé que tengo que desarrollar, sí, le mando música. Damon Albarn, de Gorillaz, es lo más. Me pongo eso, el sillón, un café y un anotador, y estoy en la mía.

Foto de Agustín Farias

AZ: Cuando uno hace lo que ama siente una especie de “magia”, ¿qué sentís cuando agarrás el aerosol y plasmás en una pared tus escritos?

Noelia: Siento que soy un ser humano completo. Como cuando sos chica y te dan eso que tanto deseaste, el mejor regalo. Me produce una alegría, una felicidad que se me nota en la cara. Y además es un lugar feliz que sabés dónde está y lo podés ir a buscar cuando quieras, no se termina. El proceso entre obra terminada y obra terminada es donde sentís. La cotidianidad es la estructura de la obra. Está en la charla, en lo que nos pasa, en lo que nos moviliza. No hay que esperar que esa magia que sentimos una vez solos venga de la acción de un otro. Tu magia la tenés que buscar vos porque es tuya, podés encontrarla sola.

AZ: ¿Por qué “Parafinas Doradas”?

Noelia: Yo soy de la costa y la parafina está presente porque es lo que se le pone a las tablas de surf y de bodysurf para que cuando vos te pares arriba no te resbales. La parafina te mantiene firme en lo que querés, los chicos en la tabla, yo en mi arte. Por otro lado, “Parafinada” es un tema de Babasónicos, mi banda favorita, que es de una piba que vive en la costa. Y “doradas” porque, en un principio, yo sabía que siempre la máxima expresión es el dorado, aunque después lo empecé a asociar al Sol: tengo un tatuaje que es una mina saliendo del agua y se transforma en una mano que toca al Sol. Es el dorado que todo lo ilumina, que cuando está soleado te hace exclamar: “¡Qué día maravilloso!”.

AZ: ¿Y el triángulo?

Noelia: Cuando yo arranco a salir a hacer esto, me di cuenta que a veces no entra el “Parafinas Doradas” o simplemente no lo quería poner. Y en ese momento adopté a mi gata Chester que tiene un triángulo en la frente, por eso decidí que ese iba a ser mi logo. Las tres rayitas simbolizan la expansión. Eso me caracteriza, la gente ve el triangulito y sabe que soy yo.

AZ: ¿Pensás que en algún momento vas a hacer el libro que llegaste buscando pero con tus frases de Parafinas?

Noelia: Lo voy a hacer. Con mis pintadas escritas y las fotos. Lo pienso con partes troqueladas para que la gente pueda arrancarlo y pegarlo donde quiera. Que el libro pase a ser postal, que se desarme y pueda ser otra cosa.

AZ: El aerosol rosa le da feminidad y, en una actividad ilegal como lo es el graffiti, tiene la connotación de la mujer rebelde, que se porta mal.

Noelia: Totalmente, y a eso sumale que casi no hay graffiteras mujeres. Siempre fue un espacio del tipo. Yo no elegí el fucsia, apareció y me lo adueñé, pero tiene la carga de ser “un color de mujer”. Eso no quiere decir que sea algo despectivo, no uso rosa por ser mujer, lo uso porque me gusta. Pero el patriarcado busca meterte el dedo en la llaga para que te sientas estereotipada, débil, “la de rosa”. Sí, pinto con rosa en la calle, ¿querés venir a graffitear conmigo, hermano? A ver si te la bancás. El feminismo no tiene color, solo un grito unido que nos despertó a todas.

AZ: En varias oportunidades resaltaste que te gusta mucho la frase “liberdade pra dentro da cabeça” (libertad dentro de la cabeza), ¿vos te sentís libre?

Noelia: Esa pregunta me mata. Yo tengo tatuado “Liberdade” por esa frase, que es un tema de Natiruts. Babasónicos tiene un tema que dice: “La libertad es un estado de la mente”. Yo te puedo decir “ahora me siento re libre”, pero la construcción de quienes somos es un minuto a minuto constante. Me puedo liberar de algunas cadenas, pero con el tiempo voy a sentir que estoy presa de otras. Todo el tiempo es un desafío hacia la libertad. “Liberdade” me gustó así, en portugués, porque sin verdad no hay libertad. Si yo no me digo mis propias verdades, no voy a ser libre. No creo que exista una persona 100 por ciento libre, pero ahí está el desafío: si no nos tuviéramos que soltar de nada, no habría revolución. La revolución más grande es la personal. Parafinas es eso, pequeñas libertades en muchos lugares. /∆z