Temporada de Tormentas, la nueva incorporación del netlabel Fuego Amigo Discos, presenta su renovado EP Del ruido y el espacio. Una producción que trae aires frescos y prometedores desde la siempre golpeada escena de la Zona Oeste.

Por Nahuel Ugazio

“Se anuncia la Temporada de Tormentas con vientos intensos desde el oeste”.Más allá de esta trillada y obvia frase, hay algo de verdadero. Temporada de Tormentas es una banda intensa, refrescante, y definitivamente, son oriundos del Oeste, lo que no es un dato menor. Estos pibes, muy jóvenes ellos (su edad promedio es de 25 años), pero con vasta experiencia sobre los escenarios, vienen a traer aire fresco a la siempre golpeada escena del Oeste.

Los Temporada respiran barrio, respiran Haedo. No solamente homenajean sus calles en sus letras y canciones y en la tapa de su EP, sino que toman esta actitud casi con espíritu de militancia.  Luchan por devolver al Oeste la escena que alguna vez supo ser variada y efectiva. Promoviendo una intensa y movilizante actividad, de TDT se pueden desprender otros proyectos musicales (como el solista de Ignacio Castillo, su guitarrista y cantante), así como bandas amigas con las que comparten mucho más que escenarios en más de una oportunidad. Y esto no se cierra solo desde la música, sino también pasa desde la fotografía, la pintura y el arte audiovisual.

Del ruido y el espacio es una producción nueva, pero no tanto. En realidad, es la reedición de un mini ep del mismo nombre, que contaba solamente con dos temas. El agregado de dos canciones nuevas (“Dolores Prats” y “El héroe de la plaza”) no vienen solamente a expandir el contenido de la placa, sino a resignificar definitivamente el sonido de Temporada, su poderío, y su vuelo.

Entre el math, el post rock, y, definitivamente, el indie rock, los TDT encuentran su espacio a base de distintas figuras musicales e influencias. A través de largas canciones donde reina el cuelgue, la improvisación, y el espíritu de sala de ensayo, los Temporada de Tormentas dan rienda suelta a su amor por la música, y la libertad que ella les concede.

Guitarras que juegan entre sí, a veces limpias, a veces bien distorsionadas, arpegiadas, tocadas con bestialidad suprema. Un bajo certero que apoya cada momento y se vuelve independiente para inaugurar otros caminos, y la batería casi como una guía permanente del rumbo conjunto. Casi instrumentales, pero no, los TDT pisan demasiado el acelerador, van a la velocidad que ellos desean y  eso los llena de adrenalina. La misma adrenalina que es contagiada hacia el oyente (o el público en el caso de sus potentes shows en vivo).

Es inevitable volver a escuchar Del Ruido y el espacio una vez que termina, darle replay, dejarse llevar, entregarse a la tormenta y ser libre.