En su disco número catorce, el cuarteto encabezado por Ariel Minimal se sumerge en las aguas más turbias y nos deleitan con su disco más pesado.

Por Gabriel Feldman

Año a año, Pez no para. A ver, ya es casi regla que año a año saquen un disco tras otro. O hasta dos, como sucedió el año pasado. Ariel Minimal, Franco Salvador, Fósforo García y Pepo Limeres no se contentan, siempre quieren más. Para muestra basta un botón: antes de que salga el disco, incluso antes de que terminaran de grabarlo y mezclarlo, Ariel Minimal comentaba en Facebook: “Che… ya está claro… Todos los discos anteriores de pez son una mierda… El que va es éste…”. Y uno puede entender el orgullo del creador. La ansiedad, las ganas y el ponerse la camiseta en cada proyecto nuevo, defendiendo siempre las nuevas creaciones. Pero fuera de toda excitación (y sabiendo que cada disco de pez es un mundo aparte y una garantía de calidad) debo decir que le doy la derecha, pero reformulo: todos los discos de pez son una bocanada de aire renovador, aunque Volviendo a las cavernas te vuela el culo. Así sí te lo acepto, porque no caben dudas: es el disco más pesado de Pez.

Y la banda que era el secreto resguardado de algunos, crece, muta, se autoalimenta y autogestiona. La máquina rockera autogestiva. Eso es Pez. Ya dieciocho años nadando contra la corriente, o por lo menos en otra corriente. Lejos del éxito comercial, de los grandes estadios y del reconocimiento multitudinario, haciendo su propio camino y tocando en vivo por sobre todo. Con ya ¡catorce! discos a cuestas, Minimal y los suyos ahora regresan a la carga con Volviendo a las cavernas. A ver, cómo empezar, qué decir. En este momento, de tanto mover mi cabeza por la música, las ideas se cayeron a un costado e hilvanar una frase coherente se vuelve complicado. Reestructuración mental. Ahora sí, a cranear.

Éste es un disco conceptual. Otra definición no le cabe. Desde la portada con un dibujo alusivo (con la vuelta de los colores, la estética de grises quedó atrás) hasta las propias canciones, todo el disco tiene una única temática, cuenta una historia que después cada oyente le atribuirá el sentido que desee, claro está. Pero a priori, desde el prólogo “De cómo el hombre perdió” hasta “Y por ahí escuché decir que aún existe ese lugar donde todavía hay humanos” (sí, también volvió esa forma tan pez de nombrar las canciones con títulos laberínticos), recorremos el relato de cómo justamente el hombre la cagó. El hombre se encuentra en un mundo que experimenta cambios profundos y parece que el famoso progreso indefinido de la sociedad humana no tiene cabida. Sin Dios ni la naturaleza en dónde resguardarse, el hombre quedó desamparado. Después de todo, las visiones del progreso indefinido se tienen que llevar a cabo en un mundo con recursos finitos, como que algo no cuaja ¿no? Pero ojo, quizás tengamos esperanza todavía. En “Edificios (cavernas II)” de su primer disco Cabeza (1994) Minimal cantaba: “Si esto es el progreso, ya no más / ¿Cómo volver el tiempo atrás?”. Ahora, ya 2011, en “Cavernas”: “tomamos el camino equivocado / y el no poder volver el tiempo atrás / alimenta fantasías de un futuro / volviendo a las cavernas ya”. Puede que tengamos esperanzas… Y en esa retroalimentación, desde su primera placa hasta las más recientes, hay un retorno al sonido más ligado al rock de los ’70 con la guitarra como estandarte.

Hay toda una vuelta a un legado de cuando el rock encontró su lugar como voz de expresión.  Te lo digo de nuevo: sin dudas es el disco más pesado de Pez. Distorsión, mucho volumen, rockero, suena añejo pero con toda la vitalidad del hoy. Y así como hay alguna más virulenta, concisa y destructora como “El motivo”, otra más emotiva y gentil como “Seremos Recuerdos”, también volvieron las largas progresiones y los intercambios épicos: “¿Y ahora de qué vamos a hablar?” se transforma hasta confundirse en un diálogo propio de Invisible, explotar y fundirse en el cencerro y la metal-cumbia de “Cavernas”; “Confrontación” pasa del agite a la psicodelia orquestada; y la pasividad “Aferrándonos desesperadamente a lo poco bueno que queda” se quiebra en un riff demoledor propio del guitar-hero. Si en sus dos discos de estudio anteriores, El Porvenir (2009) y Pez (2010), la fórmula era palo y a la bolsa, contundencia pura en treinta minutos, ahora volvieron las introducciones más extensas, las zapadas, volvieron los solos. La formula es otra. Frente a la urgencia de sus predecesores, volvió la reflexión sin que se pierda la intensidad.

Y esta máquina que el año pasado no se contentó con lanzar un disco, sino que también nos regaló uno en vivo, ahora nos obsequia este nuevo trabajo; y el obsequio no es en sentido figurado. No, no, la cosa es en serio. Así como con ¡Viva Pez! (2010), la banda decidió colgarlo en Taringa! y regalárselo al mundo. Pez para todos. Tómelo o déjelo.

AZ recomienda: “Lo interesante es por afuera”, “Cavernas”, “La última semilla”.

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