Judd Apatow deja de lado la naturaleza más escatológica de su comedia y de la mano de Netflix se despacha con Love, una serie sobre el difícil arte de amar en la era Millenial.

Por Ale Turdó

¿Quién dijo que todas las historias de amor terminan con alguien parado debajo de la ventana de su amada con “In Your Eyes” de Peter Gabriel sonando en el estéreo o con un muchachito corriendo al aeropuerto para que la chica no se vaya sin decirle cuánto la quiere? No, no todo es rosas, bombones y corazones.

Así lo determina la dinámica de las relaciones en el nuevo milenio y a tono con esta realidad nos llega Love (2015), una de las nuevas series de Netflix creada por Judd Apatow junto a Lesley Arfin y Paul Rust. Es la historia de Gus y Mickey, un chico y una chica en sus treintas que tratan de desarrollar una relación de pareja cuando todos los indicios marcan que es la peor idea que se les podría ocurrir.

“Nostra piccola vita e nostro grande cuore” -nuestra pequeña vida y nuestro gran corazón- dice el one hit wonder Tonino Carotone en “Me Cago en el Amor”, su canción más conocida. Los corazones grandes son algo que abunda en Love, pero estos son corazones que no solamente aman; también odian y se comportan de forma bondadosa o egoísta en igual medida. Todos los personajes en el universo de la serie son tan humanos como se puede ser e igualmente fallidos, falibles e impredecibles.

Por supuesto la pareja protagonista de Gus y Mickey –interpretados por Paul Rust y Gillian Jacobs- concentra todas estas características. Gus es un tutor de actores infantiles es un estudio californiano con vibra nerd y Mickey es una productora radial acostumbrada a los excesos y las relaciones tóxicas. Pero por más que esté claro desde el principio que se trata de dos personas que jamás deberían estar juntas, es inevitable no hinchar por esta pareja despareja.

Los protagonistas son un espejo en el que se reflejan los jóvenes adultos que transitan los primeros años de la treintena: sin un interés marcado por casarse, tener una familia ni desarrollar una ambiciosa carrera profesional. Una generación criada al calor de los grupos familiares disfuncionales que ya no considera vitales estas cuestiones en pos de llegar a la tan laureada madurez. La aparente vacuidad de esta generación queda expuesta capítulo tras capítulo.

Con un humor que se aleja de los gags y la comedia cáustica que son marca registrada de Apatow, la serie recorre el camino menos transitado por las rom-com -como se le suele decir a las Comedias Dramáticas allá en el norte- un camino que no está alfombrado por pétalos de rosas y canciones melosas.

El relato se apoya en la influencia de las redes sociales y los smartphones dentro de nuestra cotidianeidad, retratando las vicisitudes de personajes que buscan el amor tal vez sin esforzarse del todo y dejando lugar a otro tipo de distracciones en el camino, pero logrando que redoblemos nuestro deseo como espectadores de ver un final feliz forjado contra todos los pronósticos y desafiando todos los preconceptos. Un anhelo que guarda poca lógica, como suele suceder con el amor.//∆z

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