Antes de la primera visita de la banda neoyorkina, el recuerdo de una obra maestra.

Por Matías Roveta

A principios de los setenta, Tom Miller, un veinteañero fanático de la poesía, los Stones y John Coltrane, tomó su nombre artístico de Paul Verlaine, un escritor francés que en 1884 había publicado el libro Los Poetas Malditos. En esa obra se homenajeaba a un selecto grupo de poetas franceses (Arthur Rimbaud, Stéphane Mallarmé, Tristan Corbière, entre otros) que a fines del siglo XIX, a partir de su actitud bohemia y una novedosa escritura, revolucionaron el mundo de la poesía y dejaron una huella imborrable para las futuras generaciones. La música de Television, la banda que Miller –en voz y guitarra y ya autodenominado como Tom Verlaine– formó en 1973 junto a Richard Hell en bajo, Billy Ficca en batería y Richard Lloyd en guitarra, fue igual de influyente. Pero mientras Rimbaud y compañía fueron incomprendidos en su tiempo y solo se los reconoció muchos años después, Marquee Moon (1977), disco debut de Television, en cambio, fue alabado por la crítica casi inmediatamente (la efusiva reseña que el periodista Nick Kent hizo del álbum para la revista New Musical Express en 1977 introdujo a muchos en la escucha de esta banda) y aún hoy sigue siendo considerado, con absoluta justicia, uno de los mejores discos de rock de la historia.

Surgidos en el seno de la escena punk de New York de mediados de los setenta, Television fue la primer banda en tocar en el mítico club CBGB (el debut se produjo en marzo de 1974) y abrió el camino para que luego tocaran allí Patti Smith, los Ramones, Talking Heads y Blondie. Pero más allá de himnos nihilistas como “Blank Generation” (canción escrita por Hell, quien abandonaría la banda en 1975 para ser remplazado por Fred Smith), había algo en la música del grupo que los alejaba del sonido de los tres acordes. “Definirlos como punk rock es más bien como describir a Dostoievsky como un escritor de cuentos cortos”, señaló Nick Kent en su reseña, a partir de la pretensión poética en la lírica de Verlaine, la influencia casi jazzística de ciertos arreglos instrumentales y, sobre todo, del apasionante entrelazamiento que proponían las guitarras de Verlaine y Lloyd en varias canciones de Marquee Moon.

“El weaving, el maravilloso arte de tejer el sonido con dos guitarras”, dijo Keith Richards en su autobiografía Vida, sobre esas reconocibles armonías stone que supo construir con Brian Jones en los sesenta y hoy sigue desarrollando junto a Ron Wood. Salvo durante el período con Mick Taylor en la banda, de 1969 a 1975, nunca hubo en los Stones una distinción clara entre el guitarrista rítmico y el solista, sino que los roles se repartían todo el tiempo y el sonido de las dos violas se mezclaba al punto de “no saber quién tocó el último fraseo”, completa Richards en la biografía escrita por Victor Bockris. En Television ocurría exactamente lo mismo y, de hecho, la cita a los Stones no es casual: para grabar Marquee Moon, Verlaine convocó al ingeniero Andy Johns, famoso por mezclar clásicos como Sticky Fingers (1971) o Exile on Main St. (1972). La influencia por los Stones es tal que incluso Television suele cerrar sus shows con versiones de “Street Fighting Man” o “(I Can’t Get No) Satisfaction”.

El rol de las guitarras es tan importante en Television que en la ficha interna de Marquee Moon se incluye un apartado con la especificación de quién tocó cada solo, quizás también para ayudar a destejer ese weaving del que habla Richards. Aún con las diferencias de cada violero – los riffs y fraseos de Verlaine son más rítmicos y sutiles, los de Lloyd, más melódicos y coloridos-, Television tiene una de las sociedades guitarrísticas más apasionantes de la historia. Quizás sea en la canción “Marquee Moon” en donde mejor reluce ese entrelazamiento: una obra maestra, el tema definitivo del disco. Verlaine toca un ritmo casi reggae y Lloyd un riff hipnótico y circular, que hace dialogar dos punteos distintos como si se tratara de dos guitarras separadas, en clave jazzera. Los solos están repartidos: Lloyd arremete con unas notas breves que cubren sólo unos segundos; el solo de Verlaine, magistral y elegante, dura más de tres minutos y es tan rico que su análisis demandaría una reseña personalizada. Se trata de un crescendo que va sumando intensidad y desemboca en un arpegio de piano, un viaje de música inspirada. Para perderse y volar.

“Friction” es otro punto alto. Suena como si los Beatles proto psicodélicos de “Day Tripper” hubieran curtido la escena neoyorkina un par de años. Acá Verlaine se encarga del riff principal, que tiene un efecto de espiral sonoro y vibrato que le dan un clima lisérgico al tema, y Lloyd dispara el opening que cuenta con un toque twang en las cuerdas. Verlaine canta con la intensidad de la Patti Smith de Horses (1975) -disco en el que había participado- y remata la canción con el solo: un machaque intermitente que parece soltar ráfagas huracanadas de psicodelia. “Venus” es igual de emocionante: Verlaine acentúa los compases con una guitarra rítmica y Lloyd ejecuta varios riffs distintos, al punto de convertir el tema en una especie de manual del riff (lo mismo ocurre en “Prove It”). Verlaine, en la letra, construye un recorrido surrealista por las calles de New York (“Broadway se veía tan medieval”, dice) y desnuda su amor por el jazz en un logrado solo de guitarra que parece imitar el de las trompetas.

Television era también una banda adelantada a su tiempo. En el indispensable documental “Joy Division” (2007), del director Grant Gee, el fundador del sello independiente Factory Records, Tony Wilson dice: “Joy Division fue la primer banda en usar la energía y simplicidad del punk para transmitir emociones más complejas”. La importancia de la banda de Ian Curtis es indiscutible, y es cierto que en el sonido de Television -evidentemente alejado de los Clash, los Ramones o los Sex Pistols- esa “simplicidad” musical es remplazada por largos y extensos arreglos de guitarra. Pero, no obstante, el clima oscuro, sombrío y la voz de tono dramático de Verlaine en canciones como “Elevation” o “Torn Curtain”, ayudaron a sentar las bases del post punk dos años antes del lanzamiento de Unknown Pleasures (1979).

En su lírica Verlaine sí estaba más vinculado con sus contemporáneos. En la mencionada “Friction”, hace una mirada a futuro que parece estar hablando de su generación y conecta con el nihilismo punk del No future: “¿Cuál es el pronóstico? / Apuesto a que es fricción (…) Vos sabés que todos nuestros chicos van a terminar en la cárcel / no quiero crecer / hay demasiada contradicción”. Pero tal vez sea con Patti Smith con quien tenga más empatía. La búsqueda poética en las letras los unía a ambos y de hecho habían sido pareja por un breve tiempo. Canciones como “See No Evil” (“Quiero volar sobre una fuente / quiero saltar una montaña”) o “Marquee Moon” (“Recuerdo cómo la obscuridad se redobló / recuerdo que el rayo cayó sobre sí mismo / yo estaba escuchando, escuchando la lluvia”) ilustran ese perfil de poeta que caracteriza a Verlaine.

La primera e histórica visita de Television a la Argentina (tocan el próximo 23 de abril en el Teatro Vorterix) se presenta como una cita obligatoria, aún con una formación que ya no incluye a Richard Lloyd como integrante (abandonó al grupo en 2005 y fue remplazado por Jimmy Ripp). La vigencia de Marquee Moon está intacta, incluso casi cuatro décadas después; su lanzamiento es uno de los más importantes de una década tan rica y prolífica como la de los setenta, al punto de que buena parte del rock posterior se vio influenciado: la música de Echo and The Bunnymen, Sonic Youth y The Strokes, por citar solo algunos casos, sería muy distinta si no hubiera existido una banda como Television.//z

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