En esta décima entrega, una historia de casualidades y causalidades. La relación de trabajo con Rubén Albarrán de Café Tacvba, un disco de Atrás Hay Truenos que lo enorgullece y un pedido: no perder la capacidad de sorprenderse.

Por Gabriel Feldman

Era 1999, y en la inauguración de un espacio multicultural en un edificio de la UBA Diego tuvo una revelación. La noche estaba dada para ir a un concierto de Walter Malosetti, pero de casualidad registró que, en otra de las salas, se iba a proyectar el material audiovisual de Revés/Yo Soy, el disco doble de Café Tacvba que le puso los pelos de punta a Warner y los convirtió en el gran fenómeno del continente. Como la función comenzaba un rato antes que el recital de jazz, Diego aprovechó para acercarse a chusmear ese viaje surrealista que los tacubos dieron en llamar Cinema-Verité. Quedó enganchado por completo. El sonido y el concepto lo flashearon. No hubo caso, nunca vio el número de jazz. Cuando terminó la función se fue derecho a su casa a intentar reproducir con su humilde PC algo parecido a lo que había escuchado.
Dicen que se cosecha lo que se siembra. Quince años después, con su profesión decidida y encaminada, se dio la posibilidad de que Rubén Albarrán, cantante de los tacubos, participara como invitado en una de las canciones del artista chileno Trostrigo, con quien venía trabajando. Como en esa noche porteña, los caminos se cruzaron de casualidad, y el capítulo encontró su mejor y feliz final en los compases de “Prodigio Pt2”.

AZ: ¿Cómo definirías el trabajo y el rol del productor artístico?

Diego: ¡Creo que es un comodín!, alguien que puede facilitar una cantidad de herramientas extra a los músicos en pos del resultado de un disco. Una persona que, además de introducirse en los aspectos musicales y técnicos de una producción, puede llegar a ser un moderador de las relaciones humanas dentro del grupo, darse cuenta de qué necesita cada músico para estar cómodo a la hora de plasmar lo suyo, encontrar quiénes son los que tienen las ideas más concretas dentro de la banda, y bancar la cabeza y la ansiedad por resolver muchas cosas. Después, en lo musical, creo que es un trabajo con una dinámica diferente cada vez que un disco comienza. Si bien uno tiene un método de trabajo que ha ido generando por la experiencia, cada músico te deja aproximarte de manera diferente a su música. Algunos te hacen parte completa del proceso, otros, en cambio, son más reticentes. Entonces, con algunos podés discutir el significado de las letras que escribió, que a la canción le sobran tres minutos, o que a menos velocidad el tema va a fluir mejor. Con otros, en cambio, mucho menos.

AZ: ¿Cuándo y por qué empezaste en esa tarea de productor, pensar la música en términos de producción artística?
D:
Fue un devenir. He tenido varios proyectos musicales donde fui poniendo a prueba mis propias ideas y gracias a la tecnología empecé a grabar mis canciones. Poco a poco me di cuenta que me apasionaba más el total de la musicalidad y el sonido de una canción que el virtuosismo de tal o cual instrumento. Soy bastante nerd, así que rápidamente me llevé bien con las herramientas técnicas y, de ahí a darme cuenta que ésta era mi profesión, hubo un solo paso.

AZ: ¿Cómo fue tu formación?

D: Primero como músico durante diez años en la Escuela de Música Popular de Avellaneda. En el momento que elegí mi carrera no existía la multiplicidad de opciones de formación que ahora se relacionan con la profesión. Todo lo demás que hoy aplico en el estudio lo aprendí a fuerza de acierto y error. Viendo, escuchando, y charlando con colegas. Moviendo las perillas y aprendiendo a confiar en mi criterio. Creo también que internet jugo un papel fundamental en la formación de muchos de nosotros. ¡Si tenés ganas de leer, está todo ahí, y gratis!

AZ: ¿Un referente?

D: Soy un completo fanático de la dupla ingeniero-productor Phill Brown/Mark Hollis. Creo lo que lograron en los dos últimos discos de Talk Talk ha hecho escuela en el rock de los últimos veinticinco años, podés escuchar el sonido del Radiohead más experimental en una cápsula del tiempo de 1988. Tampoco puedo olvidarme de Martin Hannet y Nigel Gordrich, de diferentes maneras, cada uno de ellos, ha creado un sonido reconocible al instante.

AZ: ¿Un disco iniciador, que te disparó la atención más que nada a nivel audio/producción?

D: Hay un disco crucial en mi vida y es Revés/Yo Soy de Café Tacvba. Fue en 1999, había ido a ver un espectáculo de jazz y, antes que comenzara, me crucé de casualidad con el audiovisual que acompaña ese disco. Fue increíble lo que escuché. El sonido y el concepto general eran zarpados. No hubo caso, nunca vi el número de jazz. Me fui derecho a mi casa a intentar reproducir (con mi precaria pc de aquél momento) algo parecido a lo que había escuchado. Más allá de la música y las notas, quería lograr ese sonido… Obvio, fue imposible. Creo que es el disco con más trabajo de producción que he escuchado en el rock/pop latinoamericano hasta el día de hoy. Los dos discos que lo componen están llenos de gemas musicales y de un trabajo detallista.

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AZ: ¿Cuál dirías que es tu búsqueda cómo productor?

D: Creo que varía bastante de disco a disco. Cada banda o músico tiene diferentes cosas para resaltar o embellecer. En los discos de rock pongo bastante atención al sonido de la batería y la presencia que ésta tiene en la mezcla. Me parece que es un elemento de identidad inmediata en el plano sonoro. Obviamente que si hablamos de canciones, la voz juega un rol fundamental. Pero acá es donde se juega un punto crítico, y es que a veces la “materia prima” vocal no permite darle ese lugar de protagonismo que a uno le gustaría. Siento que las voces, y no sólo por una cuestión de afinación (algo que en el rock no tiene que alcanzar necesariamente la perfección) son la asignatura pendiente de la mayoría de los artistas. Se pueden trabajar un montón, se las puede maquillar, pero es un trabajo muy personal de cada cantante y, en la mayoría de los casos, no es algo que se pueda solucionar en una grabación.

AZ: ¿Por dónde se empieza cuando se quiere encarar una grabación de un disco?
D:
En general trabajo primero en un espacio de pre-producción, o ablande de los temas. Es un tiempo donde estoy en la sala con los músicos, demeamos y luego pasamos a la producción en sí, en el estudio. Con un solista que trae las canciones solas con su guitarra seguramente las cosas varíen bastante y sea un trabajo con muchas más variantes. Pero sin dudas, se empieza por involucrarse, pensar cuál es la paleta de colores que mejor les queda y conocer la estructura de las mismas como si las hubiera compuesto yo.

AZ: ¿Se tiene en cuenta a la hora de pensar un álbum el hecho de que tal vez el formato en el que más se termine escuchando sea vía streaming por alguna plataforma digital o la propia descarga de los archivos?

D: Es un gran punto. Creo que todos (músicos, ingenieros y productores) seguimos pensando en el disco de diez temas que va a ser reproducido en un sistema de audio de cualidades aceptables. En el plano audiófilo, me parece que no podemos renunciar a ese standard de calidad. ¡Estaríamos perdiendo la guerra! Cuando me siento a mezclar o elijo con qué micrófono grabar una guitarra acústica, siempre pienso en las mejores condiciones de reproducción que ese sonido va a tener. Hay ingenieros de mastering que implementan en el paso final del disco algunas pruebas en parlantes de computadora, para ver cómo rinde finalmente la mezcla en esas pequeñas cajitas. Me parece más un criterio personal que una necesidad. Posiblemente lo que sí podríamos replantearnos es el trabajo sobre el concepto disco. Los comportamientos del público en general con respecto a los contenidos multimedia en internet muestran que se privilegia la inmediatez. De diez canciones que publicás simultáneamente en alguna plataforma, el bruto de las reproducciones se centra en las primeras dos o tres. Creo que es algo para pensar a la hora de tirar todos los tiros de una sola vez.

AZ: ¿Un disco o canción que te llena de orgullo haber participado?

D: Me gusta mucho Encanto (2013), el segundo disco que hice para Atrás Hay Truenos. No sólo por el resultado final, sino por acompañar a los chicos en el proceso de transformarse en una banda de canciones. También Limay (2013) de Hacia dos Veranos es un disco que me deja muy conforme. Lo grabé en poquísimas sesiones y después de varios años aún me sigue sonando contundente. Sólo tuvo edición en vinilo en UK, ¡pero fue el primer disco que produje y sonó en la BBC! También me siento muy orgulloso de que mi trabajo se haya cruzado con Rubén Albarrán de Café Tacvba en el último disco que produje Trostrigo. Fue como cerrar el círculo que me trajo hasta acá.

AZ: ¿Hay algún disco al volvés a escuchar, tipo oráculo, para inspirarte?

D: Uno de mis discos de cabecera es Spirit of Eden (1998) de Talk Talk, me resulta muy inspirador y limpia mucho mis oídos. El disco solista de Mark Hollis también cumple esa función en mi vida. Además del vuelo artístico, trato de escuchar discos que tengan un rango dinámico importante, o que tengan una ecualización natural. Siento así que relajo el músculo auditivo.

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AZ: ¿En qué proyectos estás trabajando ahora?

D: Hace unas semanas terminé el debut solista de un chico que se llama Nico Ginesin, que me dejó muy contento. Estoy trabajando en el segundo álbum de Marina Fages, al que le pongo muchas fichas, y hay varios artistas más como el caso de Archipiélago, Inventado Antiguo, Radio AM, Estamina, con los que estoy en diferentes momentos de la producción de sus discos. También estoy mezclando un simple para unos chicos que me copan mucho que se llaman Sincapot.

AZ: Si tuvieras que darle algún consejo al escucha como para tener una experiencia más intensa, ¿cuál sería?

D: No sé si podría dar un consejo, tal vez dejar una expresión de deseo, que es: no perdamos la capacidad de sorpresa. Que esa marea de oferta que existe hoy no nos quite la magia de maravillarnos por algo genuinamente encantador. Sea en la música, en el cine, en las artes en general.//z