Leyendas que siguen vigentes, otras que se fueron y nuevas bandas que se abren camino son lo más destacado a nivel internacional de 2016. Esta es una lista de apenas diez discos que gustaron en la redacción de ArteZeta.

10- The Life Of Pablo Kanye West

the life of pablo

Si en Yeezus (2013) Kanye Omari West se proclamaba Dios, hecho que alentó a algunos fanáticos a sacar una Biblia remplazando las apariciones de Dios por uno de sus nombres (no nombrarás a Ye’ en vano), The Life Of Pablo podría ser entendido como el primer evangelio. El nombre del disco ya es sugerente: La vida de… Y si una de las piedras basales del arte del rap es la autorreferencia y el alarde, donde Yeezy tal vez sea el emblema del ego-narcisista del siglo XXI, el disco básicamente repasará sus distintas proezas y avatares. Un antes y después en el mundo del hip hop en particular y del pop en general. ¿Y quién mejor que Kanye West para contar la buena nueva de Kanye West? Porque nadie quiere a Kanye West como Kanye West quiere a Kanye West. Gabriel Feldman

9- I like it when you sleep for you are so beautiful yet so unaware of it – The 1975
the 1975 i like it when you sleep

La traducción del título del segundo disco de The 1975 sería algo así como “Me gusta cuando dormís porque sos hermosa y ni te das cuenta”. Bastante pretencioso, pero la banda liderada por Matthew Healy no anda con vueltas. Este repertorio de diecisiete canciones tiene el claro objetivo de demostrar el abanico de posibilidades musicales y compositivas que los de Manchester tienen para ofrecer. Canciones como “The sound”, “Somebody else” y “She’s american” combinan la influencia del pop de los ochenta con guitarras más cercanas al noise de los noventa y letras sobre el (des)amor en tiempos de redes sociales. ¿Es Healy la voz de una nueva generación, como antes lo fueron Noel Gallagher e Ian Curtis? Será cuestión de tiempo averiguarlo. Martín Barraco

8- Teens of denial – Car Seat Headrest

car seat headrest teens of denial

Car Seat Headrest es el nombre que eligió Will Toledo para su proyecto personal, donde es amo y señor. Arrancó a los 18 años, grabó trece discos a lo largo de seis años –muchos de ellos en clave lo-fi- y los subió a Bandcamp. Nadie podía imaginar que iba a grabar uno de los discos revelación de 2016: Teens Of Denial. Un álbum que huele a espíritu adolescente. Doce canciones mutantes llenas de melancolía, rabia, escepticismo y sonidos que remiten a Pavement, Guided by Voices y Weezer. Toledo se erige como un creador de himnos épicos para los millennials: “Fill in the Blank”, “The Ballad of the Costa Concordia” y “Destroyed by Hippie Powers”, son algunos de ellos. Hay que seguirlo de cerca. Joel Vargas

7- Schmilco – Wilco

Wilco schmilco

Jeff Tweedy está más fino y punzante que nunca: en “Normal American Kids” canta sobre su adolescencia, turbia y desarraigada, mientras fuma angustiado; “If I Ever Was a Child” denota un dolor condescendiente y revisita su infancia; en “Cry All Day” y “Nope” aparece una búsqueda más colectiva, de grupo, que se puede ligar a Yo La Tengo, otro tótem americano. Wilco se ha desligado de la idea de sacar discos complejos y revolucionarios, aunque es menester la inevitable concepción de ese tipo de obras. Aquí, muestran su cara más calma y parsimoniosa, pero las texturas y los arreglos irán apareciendo y el álbum no hará más que mejorar. Con el correr de los años, han logrado un sonido propio trabajando a gusto, con sus tiempos y su propio sello (dBpm Records) y eso se nota en cómo promocionan –o no– sus LP y la variedad de virajes hacia otros terrenos, siempre amparados bajo la bandera de la autogestión y el cerebro de un genio. Juan Martín Nacinovich

6- You want it darker – Leonard Cohen

leonard cohen you want it darker

A los 82, y en una última entrega de vitalidad y entereza antes de su despedida, diecisiete días después, Leonard Cohen lanzó el 21 de octubre su 14° disco de estudio. Grabado enteramente en su casa de Los Angeles y con la producción de su hijo Adam, You want it darker vino a cerrar la carrera de una de las personalidades más insondables que dio el siglo XX. Desde la elección del título y la tapa, en la que su figura queda enmarcada dentro de un fondo negro, la oscuridad con la que siempre coqueteó Cohen se traduce esta vez en nueve canciones que tienen las características sonoras que más representaron esta última etapa del canadiense. En esto tiene mucho que ver Patrick Leonard, su inestimable colaborador, un multiinstrumentista capaz de darle, ya sea desde el piano, el sintetizador o la percusión, la cuota justa de elegancia para adornar las letras y melodías que Cohen, como siempre ha revelado, componía con la paciencia y concentración que había ejercitado en los templos budistas. Al respecto, en la entrevista que le hicieron en la New Yorker días antes de su muerte, el periodista David Remnick rememora una charla que Cohen y Dylan tuvieron en un café de París a principios de los ’80 y en la que ambos se elogiaron los discos que habían editado hacía poco. Dylan, cuenta Remnick, estaba muy interesado en particular en la canción “Hallelujah”, del disco Various positions, y le preguntó cuánto había tardado en escribirla. Dos años, mintió el canadiense. Había tardado cinco.
En un año en el que ambos fueron noticia, y con el tiempo acechando sobre cada artista de esa generación, la herencia cultural que nos dejan es una forma de compromiso con la vida asociado a un concepto tan extinto como la contracultura, algo que, en tipos como Cohen, nunca se tradujo en rebeldía externa ni una actitud contestataria sino más bien en, como dijo en su discurso cuando recibió el premio Príncipe de Asturias en 2011, ‘la búsqueda de la belleza y la dignidad para narrar la inevitable caída que nos espera a todos’. Y la caída, ocho décadas y una vida apasionante después, lo encontró cantando I’m ready, my lord. Alejo Vivacqua

5- Blue & Lonesome – The Rolling Stones

The Rolling Stones - blueandlonesome

“Solo queríamos ser el mejor grupo de blues de Londres (…) No creímos que fuéramos a conseguir gran cosa aparte de informar a la gente de la existencia de Muddy Waters, Bo Diddley y Jimmy Reed. No teníamos la menor intención de convertirnos en nada (…) Por aquel entonces, lo nuestro era puro idealismo, nos dedicábamos a la promoción gratuita del blues de Chicago”, cuenta en Vida Keith Richards sobre los inicios de los Stones y su misión romántica como misioneros del blues. Después, se convirtieron en la banda de rock más grande de la historia, pero el género del sur de los Estados Unidos fue el disparador. Tiene mucha lógica, entonces, que sobre el final de su carrera vuelvan con un nuevo disco de estudio (¿el último?) a reivindicar sus raíces con una colección extraordinaria de versiones de sus grandes maestros. Entre ritmos acelerados (“Just Your Fool”, “Ride ‘Em on Down”) y blues cavernoso (“Blue and Lonesome”), se escucha a cuatro tipos curtidísimos disfrutando cada segundo: el groove inoxidable de Charlie Watts, el virtuosismo blusero de Ron Wood, los acordes musculosos y sórdidos de Richards, y toda la onda del mundo de Mick Jagger con sus solos de armónica, la gran arma secreta del álbum. Eric Clapton como invitado regala maestría con el slide (“Everbody Knows About My Good Thing”), pero la perla es “Little Rain”, en donde las guitarras cómplices de Richards y Wood recrean el embrujo hipnótico de Jimmy Reed. ¿Fin? Parece como si se cerrara el círculo: el broche de oro perfecto para la carrera de sus Majestades Satánicas.  Matías Roveta

4- Skeleton Tree – Nick Cave and The Bad Seeds

Nick Cave - Skeleton Tree

En junio de 2015, cuando la grabación de Skeleton Tree ya estaba bastante avanzada, uno de los hijos de Nick Cave, Arthur, falleció luego de caer al vacío desde un acantilado en la costa de Brighton. Otros músicos antes sufrieron ese mismo tipo de duelo devastador –Keith Richards o Eric Clapton, quien compuso “Tears in Heaven” como respuesta a su sufrimiento, son algunos ejemplos- pero ninguno de ellos se sobrepuso con una obra tan maravillosa como lo hizo Cave con Skeleton Tree: un disco desgarrador que transforma lo sombrío en belleza. Si bien buena parte de las letras ya estaban escritas antes del trágico accidente, lo cierto es que el músico australiano completó la obra una vez ya consumado el hecho. Y es imposible no buscar referencias a esto a lo largo de un disco visceral y atravesado por el dolor de Cave, que canta por momentos al borde del llanto envuelto en una musicalidad lúgubre de teclados trémulos, pianos dolientes y coros fantasmales. El disco plantea ese dilema y el oyente tiene como posibilidad un doble juego permanente: en la emotiva balada oscura “I Need You” se puede seguir la trama narrativa de los personajes que Cave construye (una separación de dos amantes) o pensar que se trata de una pareja destrozada por la pérdida (“Nada realmente importa cuando el que vos amás se ha ido”) que busca refugio en el amor compartido. Matías Roveta

3- A Moon Shaped Pool – Radiohead

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Con 31 años de carrera encima, Radiohead ya no pega los volantazos que solía dar entre disco y disco, y muchos de sus elementos constitutivos (la producción, las baladas taciturnas de melodías preciosas, la voz de Yorke, la visión opresiva del mundo) sedimentaron en una amalgama única y familiar entre rock y electrónica; la banda tampoco persigue más el aura épica de lanzamientos anteriores. En el plano sonoro, A Moon… regresa a una dinámica más “tradicional” tras la electrónica nerviosa de The King of Limbs (2011): unas cuantas guitarras, piano, la voz al centro, bajo, baterías, y esta vez muchas cuerdas y coros, que irrumpen con un protagonismo inusitado en varios temas. ¿Salvarán al rock? ¿Les importará? Con música como esta y una actitud tan sana hacia ella, son preguntas irrelevantes. Lo que importa es que después de tres décadas y nueve discos, eso que justifica la leyenda viviente, el espíritu inconformista y contrera que sigue adelante, está intacto. Santiago Farrell

2 – Post Pop Depression – Iggy Pop

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Post Pop Depression es el trabajo sobresaliente de un hombre que se animó a abandonar por un momento la comodidad de su aura legendaria para regalar un discazo que evita lugares comunes; es su más sólida síntesis de letras y música en casi cuatro décadas. Como muchos otros apellidos pesados -Bob Dylan con Time Out of Mind (1997), Paul McCartney y Chaos and Creation in the Backyard (2005), el propio Bowie con Blackstar (2016)- Iggy Pop edita un disco clásico cuando nadie lo imaginaba. Secundado por un grupo de músicos más jóvenes que él –Josh Homme (Queens of the Stone Age), Matt Helders (Artic Monkeys) y Dean Fertita (Queens of the Stone Age, Dead Weather, Jack White)- se permitió adentrarse en terrenos experimentales: mucho de esto se debe al gran trabajo de Homme como productor, quién respetó el legado de Iggy pero también lo exigió, lo puso a prueba. Porque Post Pop Depression por momentos es un disco oscuro, por momentos es bailable, oriental, psicodélico y hasta orquestal. Pero nunca obvio y siempre sorprendente. Matías Roveta

1- Blackstar – David Bowie

blackstar bowie

En 2013 David Bowie editó el genial The Next Day, un disco con aire de nostalgia y lleno de claves sonoras hacia los mejores momentos de su carrera. Parecía un balance perfecto, la despedida ideal con breves resúmenes en forma de canciones del poder inconmensurable de su arte de casi cinco décadas de vida. Pero tratándose de Bowie siempre hay que dejar lugar para la sorpresa, para la posibilidad de cambiar repentinamente de rumbo. Y Blackstar es el mejor ejemplo de cómo el músico inglés fue siempre capaz de superarse una y otra vez: el disco recupera la vibra vanguardista presente en los álbumes decisivos de Bowie y desafía a los oyentes a aventurarse en lugares desconocidos. La épica de casi diez minutos que da nombre al álbum conceptualiza toda la búsqueda, con sus baterías exuberantes, su pulso de electrónica moderna, sus vientos de jazz experimental y esa voz gloriosa de Bowie entre percusiva y dramática. Todo eso apenas distendido por un breve intermezzo de delicadas notas de guitarra, el resonar majestuoso de un saxofón y ráfagas abrasivas de violas alla Robert Frip que desembocan de nuevo en la marca desafiante inicial. Pero la obra se eleva y pasa a la inmortalidad con “Lazarus”: unas guitarras góticas dan marco sonoro para que Bowie se despida en secreto (escuchar la frase “Mirá hacia aquí, estoy en el cielo / Tengo cicatrices que no pueden ser vistas” dos días después de la edición del disco, con la muerte de Bowie consumada como sorpresa dolorosa, fue estremecedor). ¿Qué puede hacer un artista cuando es consciente del poco tiempo que le queda? Dar lo mejor de sí y animarse a un último rato de magia a la altura de su legado.  Matías Roveta