American Dream, el nuevo disco de la banda de James Murphy, puede leerse como el descargo de un tipo que estuvo años ausente y ahora vuelve a la carga para hablar de todo lo que cambió para mal la realidad de Estados Unidos durante el impasse de siete años de LCD Soundsystem.

 Por Matías Roveta

“Solía bailar solo en mi propia voluntad, solía esperar toda la noche por las transmisiones de rock”, canta James Murphy en “I Use To”, una canción conducida por una línea de bajo densa y puramente post punk, el machaque de una batería pesada y un piano misterioso, que van dando forma a un crescendo oscuro que desemboca en un gran solo de guitarra. La frase de esa letra desnuda uno de los aspectos que hace irresistible a la música de LCD Soundsystem: la melomanía de Murphy, su cerebro creador. Cada nuevo disco de la banda se suele convertir en una obra que transita con maestría por terrenos llenos de acertijos rockeros para fans curtidos: el genial American Dream no es la excepción y entre las muchas influencias que se citan acá están presentes álbumes claves como Remain In Light, Unknown Pleasures, el período berlinés de Bowie y la electrónica compleja de Kraftwerk. Pero la música de esta banda no es simplemente un revival nostálgico. Murphy apela a sus experiencias formativas para reivindicar su legado, pero al mismo tiempo hacerlas convivir con una mirada actual: el mejor ejemplo quizá sea “Other Voices”, que es un funk pero futurista, atravesado por un clima tribal con distintas secciones de ritmo que remiten a los Talking Heads polirítmicos y que está lleno de los típicos fraseos de guitarras irregulares que Robert Fripp patentó junto a David Bowie en Scary Monsters (esos solos robóticos vuelven a aparecer en su máxima expresión en “Change Yr Mind”, otro punto altísimo). Como para dejar en claro su amor por Bowie (la letra llega de hecho a incluir la palabra “Berlín”), Murphy construye “Call the Police” sobre la base de un colchón de sintetizadores y una guitarra procesada que remiten al aura épica de “Heroes”: pero de nuevo acá hay un giro de tuerca interesante, porque la canción decanta en un pulso moderno de dance punk, el estilo que esta banda patentó a comienzos de 2000 y que tanto influenció a contemporáneos como Franz Ferdinand.  

Y hay muchos más guiños para descubrir. “Emotional Haircut” es casi un homenaje a Joy Division: oscuridad total de la mano de un bajo penetrante, el repiqueteo simple de la batería golpeando sobre los toms y unos fraseos abrasivos de la guitarra eléctrica. El disco abre con “Oh, Baby”, un tema sobre un amor esquivo (“Oh, mi amor, escapás de mí / Nos movemos como una mala escena rodada en la oscuridad”) y dominado por las bases programadas y los teclados que se van sumando ordenadamente hasta construir un rico paisaje electrónico en el estilo como suelen armarse las canciones de Kraftwerk; esa cita reaparece en “Tonite”, otro paso de funk mecánico y electrónica más techno que tiene voces con efecto robot que ponen en el horizonte a la banda alemana (y, en segunda instancia, a Daft Punk). En la letra de esa canción, Murphy se queja de que “todos los hits dicen las mismas cosas”: la línea conecta con un clásico del pasado de LCD Soundsystem (“You Wanted a Hit”, de This Is Hapenning, que rezaba eso de “vos querías un hit, pero eso no es lo que nosotros hacemos”) y sirve para explicar cómo esta banda escapa de las fórmulas al elaborar canciones extensas y complejas que, así y todo, se tornan adherentes.

En la mencionada “Other Voices”, Murphy canta que “el tiempo aún no termina, las cosas no están mejor, asi qué te desanimas”. Y dispara: “Esta mierda es un dictador”. ¿Habla sobre Donald Trump, el presidente de su país que asumió durante el impasse de LCD Soundsystem que comenzó en 2010 luego de This Is Happening y con amagues de separación definitiva? Puede leerse todo esto como el descargo de un tipo que estuvo años ausente y ahora vuelve a la carga para hablar de todo lo que cambió para mal la realidad de Estados Unidos durante ese tiempo. “Esto es lo que está pasando y te asusta (…) ¿En quién podés confiar? ¿Y quiénes son tus amigos?”, profundiza un coro femenino. Más allá de esta letra y del sugestivo título del álbum (la posibilidad de entender American Dream como una sentencia irónica sobre el colapso definitivo del sueño americano), este no es un disco político. De hecho, la canción que da nombre a la obra no sigue una línea combativa. En el contexto de un vals digital que suena como en el espacio, con sus teclados brillosos y llenos de clima que traen a la memoria todo lo bueno que hizo Brian Eno en el lado dos de Low (de nuevo Bowie), la letra contiene reflexiones propias de la mediana edad. Entre signos de madurez, Murphy asume que la juventud es algo que va quedando cada vez más lejos (“Tomaste ácido y te miraste en el espejo / Viste la barba caer sobre tu cara / Oh, la revolución estaba acá (…) En la mañana todo es claro, cuando la luz del sol expone tu edad”) y, cuando buscar plantear algún tipo de cambio, hay mucho de autocrítica y todo se resume al plano individual: “Levantate y dejá de quejarte / Sabés que sos el único que ha estado destruyendo toda la diversión (…) Entonces date a vos mismo un golpe en la cara”. Incluso, los pases de factura no tienen como destinatarios a personajes siniestros del gobierno norteamericano: la cosa es mucho más personal y en “How Do You Sleep?”, otro tramo oscuro de la obra con violines chirriantes y atmósfera amenazante desde los pianos, Murphy le habla a un ex amigo del pasado ahora convertido en adversario. “Recuerdo cuando éramos amigos, recuerdo haberte llamado ‘amigo’ (…) Lo que sea que entra en tus bolsillos, tendrás tu deuda (…) “Me advertiste sobre la cocaína y luego te metiste de lleno en ella (…) Me dejaste rodeado de payasos / Debo confesar que extrañé la montaña, pero no tanto a vos”, dice una letra cargada de dardos venenosos.

Y, en American Dream, lo que es negro no es una estrella, sino una pantalla. La pantalla oscura, la idea de final y de vacío total. Inclusive, la idea de luto que aún no termina. No lo nombra, pero “Black Screen”, la canción que cierra el disco sobre un ejercicio de electrónica lenta y elegante, es el tributo definitivo a su héroe perdido: David Bowie, con quien Murphy colaboró en Blackstar tocando algunas percusiones. Mientras se van sumando los teclados y la canción va ganando intensidad, Murphy reconoce la influencia total del ex Duque Blanco (“Caíste entre un amigo y un padre / Te debo una cena, hombre / Te debo algo”), cuenta detalles de su relación con él (“He guardado cadenas de mails para mantenernos juntos / A veces volví a leerlos para recordar”) y asume que el dolor que le ocasionó su muerte fue devastador. La clave de la canción está en cómo Murphy habla desde la amistad, pero sobre todo desde el lugar de fan contrariado con semejante pérdida para el rock: algo que define como una “interrupción difícil” de superar. Por suerte, el legado de Bowie no sólo vive en la interminable lista de discos fundamentales que editó el inglés, sino también en cada actualización que su música experimenta con la obra de LCD Soundsystem. //∆z

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