En diálogo con ArteZeta, la banda porteña habló sobre su nuevo disco, su reciente paso por el festival Coachella y la lucha por un cambio de mentalidad en la escena rockera.

 Por Pablo Díaz Marenghi y Matías Roveta

Fotos de prensa de Las Ligas Menores

“Fuego Artificial lo grabamos en el mismo lugar donde hicimos El disco suplente”, explica Pablo Kemper, cantante y guitarrista de Las Ligas Menores, y amplía: “Lo que hicimos fue alquilar un montón de equipos y los llevamos al lugar para que todo sonara lo más profesional posible”. Esa es una de las características del nuevo trabajo de la banda: un salto evolutivo notable desde lo sonoro, conseguido en parte gracias al trabajo de producción y mezcla de Tom y Felipe Quintans junto a Lucas Rossetto. El álbum es una colección de canciones urgentes y delicadas atravesadas por el característico cruce de guitarras eléctricas deudoras del rock indie norteamericano (Pavement, Guided by Voices), matizadas con armonías vocales de tinte pop y sutilezas de teclados, que ahora cumplen un rol decisivo en la construcción de los arreglos: “En Fuego Artificial los teclados fueron más parte de la composición”, explica el violero sobre canciones como “Casas desiertas” y “Fin de año”.

El año pasado la banda formó parte del festival Coachella y la experiencia sirvió, no sólo para mostrar su repertorio ante un público nuevo (“Estuvo muy bueno, era la primera vez que nos escuchaban y se terminaron comprando una remera”, cuenta Anabella Cartolano, cantante, guitarrista y principal compositora de la banda), sino también para conocer finalmente a una de las figuras claves en el imaginario de la escena independiente platense: Robert Pollard. El líder de Guided by Voices es referencia no sólo para ellos, sino también para El mató a un policía motorizado, banda con la que conviven además en el sello Laptra y que siempre fue influencia para Las Ligas: “Lo que hila un poco todo es que las bandas de afuera que ellos escuchan son las mismas que escuchamos nosotros (…) Creo que eso une más que el hecho de decir ‘bueno, tal disco de Las Ligas se parece a tal disco de El Mató’. Quieras o no, hay una influencia clara de afuera para la mayoría de las bandas del sello”, explica Anabella.

Sentados en un bar de Palermo, Anabella y Pablo, dos de los integrantes del quinteto (María Zamtlejfer, Micaela García y Nina Carrara lo completan), recrearon cómo fue tocar en ese escenario emblemático de Los Ángeles, analizaron a fondo Fuego Artificial, la retroalimentación entre las bandas de Laptra, el imaginario de sus letras, y hasta cuestiones vinculadas al feminismo y a la movida del rock independiente.

AZ: Fuego Artificial marca un claro progreso para la banda, desde lo compositivo y la instrumentación, pero sobre todo desde lo sonoro: se nota un trabajo muy profesional de producción, mezcla y mastering. ¿Cómo llevaron adelante ese proceso?

Anabella Cartolano: La diferencia con las canciones de este disco es que, por ejemplo, varios de los temas del LP anterior (Las Ligas Menores, de 2014) ya estaban en El disco suplente (2012) y los veníamos tocando en vivo hacía tiempo. Las canciones de Fuego Artificial son todas nuevas, por eso las tuvimos que ensayar mucho para la preproducción e incluso hasta hoy. Eso hace un poco la diferencia y seguramente sea la razón por la que tardamos tanto en sacar el disco. Además, en estos cuatro años no editamos más que el simple Ni una canción (2016) y entonces pudimos ir a lugares como Los Ángeles o México: hubo viajes buenísimos en el medio. En cuanto a la producción, trabajamos con Lucas (Rossetto), Tom Quintans y también ayudó Pipe (Felipe Quintans) en teclados y en mezcla, y estuvo muy bueno. Tom solía estar en los ensayos y nos daba sugerencias sobre qué podíamos hacer, qué podía quedar bien o mal, entonces de ese modo se abrió un abanico más de posibilidades con las canciones. Esa es otra diferencia con el disco anterior.

Pablo Kemper: Tom fue más bien el productor musical. Además, él sabe mucho de baterías, porque siempre tocó ese instrumento desde la época de Go-Neko! Y Lucas quizá fue quien se ocupó más de la cuestión técnica. El álbum, en realidad, lo grabamos en el mismo lugar donde hicimos El disco suplente: es la misma sala, si bien ahora está más refaccionada. Lo que hicimos fue alquilar un montón de equipos y los llevamos al lugar para que todo sonara lo más profesional posible. Lucas nos sugirió un montón de ideas en cuanto a eso y creo que salió algo muy bueno.

AZ: En cuanto a esa evolución, ¿puede influir también el hecho de que ya pasaron varios años desde la formación de la banda y ahora ustedes están más afianzados?

PK: Sí, claro, también. En El disco suplente, por ejemplo, casi que no sabíamos cómo hacer arreglos (risas).

AC: Sí, no teníamos ni pedales, tampoco las guitarras, bajos o teclados que tenemos ahora. Además, El disco suplente lo grabamos en menos de veinticuatro horas. Iba a ser en principio una maqueta y luego derivó en un disco.

AZ: El cambio se observa sobre todo en la incorporación de nuevas texturas y sonidos. Siguen estando presentes las guitarras deudoras del rock indie norteamericano de los ’90, pero ahora los teclados son parte importante de los arreglos en canciones como “Casas desiertas” o “Fin de año”. ¿Ustedes lo ven así?

AC: Sí. Bueno, en realidad, en el disco anterior ya hay varios teclados: en “Tibet” por ahí es en donde más se notan. En este disco Pipe ayudó mucho con eso.

PK: En Fuego Artificial los teclados fueron más parte de la composición. En el disco anterior quizá no porque, cuando surgió la banda, esos trece temas que hicimos medio que ya los teníamos terminados. Queríamos que hubiera teclados y entonces veíamos dónde meterlos: medio que el teclado se adaptaba a la canción. Acá fue distinto, los teclados terminaron siendo parte de la composición: por ejemplo en “En invierno”, que es un tema que arranca con un teclado y eso se nota mucho. Hay varios temas con ideas así en este disco: se presentó la situación de que el teclado nos llevaba después al resto de la canción.

AZ: El disco, de hecho, empieza con “Peces en el mar” y lo primero que se escucha es un teclado.

AC: Sí, teníamos miedo de que la canción empezara de golpe, con la batería y todos los instrumentos de una. Los chicos dijeron: “Che, ¿por qué no ponemos un teclado con delay al principio?”. La vedad que quedó buenísimo.

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AZ: Una de las características de Las Ligas Menores es la composición democrática, algo que se observa en el hecho de cómo ustedes reparten las voces en las canciones. En Fuego Artificial hay tres voces solistas: ¿cómo trabajan eso? ¿Siempre la persona que compone la canción es quien luego se hace cargo de la voz o no necesariamente?

AC: Por lo general, en este disco trabajamos como lo hicimos en los anteriores: cada uno lleva sus temas y los vamos armando en la sala entre todos, en conjunto. La diferencia fue con “Fin de año”, que es una canción que escribió Pablo y la canto yo por decisión de él. Él me dijo: “Cantalo vos, no importa” (risas).

PK: Está siempre la idea de meter canciones de todos y ya quedó una máxima desde la época del primer disco: “La persona que hace canción, la canta”. Pero también está bueno poder jugar un poco y son herramientas que es lindo aprovechar, siendo que somos distintas personas que cantamos. No es necesario que la canción la cante la misma persona que la compuso. Igual, pasó con “Fin de año” solamente, en donde yo pensé que iba a quedar mejor con la voz de Ani.

AC: Estás en coros, igual. Están las dos voces (risas).

AZ: ¿Y en general trabajan la composición de esa manera, en el sentido de que cada uno lleva su canción y después todos pueden aportar?

AC: Sí, claro. Por ejemplo: si a mí se me ocurre un coro para algún tema que escribieron los demás, lo probamos y, si nos gusta, queda.

PK: Claro. Además, los temas que a veces uno lleva a la sala están como medio inacabados. Es como el boceto, con la melodía principal. Después, entre todos le damos forma y, en algunos casos, hasta terminan cambiando los acordes. Lo que siempre queda es la melodía principal.

AZ: “Los días” es una de las dos canciones que escribiste vos, Pablo (la otra es “Fin de año”), y versa sobre viajes a bordo de un micro. ¿Está un poco influenciada por el hecho de salir de gira con la banda?

PK: Bueno, podría estar relacionado. En realidad, tiene que ver con viajes en micros, porque acá en Argentina se viaja mucho en micro. Pero, sí, con la banda viajamos mucho. Yo fui solo algunas veces a Córdoba, o con mi novia: fuimos solos, no con toda la banda, y a mí siempre me da un poco de miedo el micro. Me da temor que pueda chocar, porque son viajes muy largos (risas).

AZ: La letra plantea ese temor: “Los días que pasé viajando en un micro con vos, rezando que no se vaya a estrellar”.

PK: Claro, sí. Pasa que son viajes muy largos. Una vez volví de la Paz hasta Buenos Aires en micro, como cuarenta y ocho horas de viaje, y la canción viene un poco por eso.

AC: Creo que, como banda, la peor que nos pasó en micro fue un viaje a Córdoba: viajamos un montón de horas, llegamos, tocamos, dormimos muy poco y al día siguiente seguimos. Estuvimos más arriba del micro que lo que estuvimos en el lugar o lo que tocamos. Encima era en uno de esos micros lecheros.

PK: Sí, uno de esos micros lecheros que paran en todos lados (risas).

AZ: Esa cuota de humor e ironía ya estaba presente en una canción del disco anterior, “Accidente”. ¿Buscan un poco eso, en el sentido de descontracturar las historias que cuentan y tal vez reírse de uno mismo?

AC: Sí, y también un poco en “Mejor así”: siempre te dicen “si te caés, volvete a levantar”, y nosotros planteamos “bueno, por ahí me quiero quedar tirada ahí un toque”, no tengo porqué de pronto salir adelante de una sino que me puedo tomar un tiempo. De eso se trata un poco esa letra. Después, dentro del resto de los temas, tal vez “La paciencia” también tenga algo de eso: la idea de no volverse loco y por ahí esperar un rato. Creo que más que nada tiene que ver con eso, con tomarse el tiempo de pensar un cachito y después ver cómo seguir.

PK: Quizá a veces los temas son más cotidianos de lo que parecen. Si leés las letras, por ahí parecen mucho, pero en realidad son cosas mucho más cotidianas. Por ejemplo, “Accidente” nació porque Ani se había quebrado una pierna.

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AZ: Justamente dentro de esas temáticas cotidianas, algo que suele ser recurrente en sus letras son las historias de parejas, amor y desamor: “Renault Fuego”, su canción más emblemática del disco anterior, y otras de Fuego Artificial como “En invierno”. ¿Lo ven como un sello distintivo de la banda? 

AC: Sí, puede ser. En lo personal, a veces pienso que por ahí me gustaría hacer otro tipo de letras, pero al fin y al cabo termino sentándome a escribir cuando me pasa algo, cuando estoy muy enojada o muy contenta. “Contando lunas” es una canción de amor, no todas son de desamor en este disco (risas). También, el amor no es algo que es sólo de parejas: puede ser entre amigos y sobre pensar cómo están mis amigos. Si no hablo de amor hoy en día, no sé, me deprimo (risas).

AZ: Esa frase de “Mejor así” (“Si tropiezo no me levanto más, y tal vez sea mejor así”) se puede asociar a cierta impronta de la escena del rock independiente argentino post Cromañón: algo que parece estar resumido en la línea “la depresión sin épica” de El Mató y en ciertas letras que hablan de personas que alguna vez se sintieron excluidas o en cierto sentido incomprendidas. ¿Les parece que están cercanos a ese universo o a la idea de transformar esas tristezas en canciones y así hacerle ver a otros que no están solos?

AC: Sí, puede ser. Lo que también sucede es que vos podés estar triste, pero la vida sigue igual y todo el resto sigue igual. Y vos también tenés que seguir adelante. Lo que podemos hacer es alentar un poco a eso: tomate tu tiempo de estar triste, pero no te quedes para siempre en ese período.

PK: Yo personalmente hago las letras sin pensar tanto en el público. Hago lo que me sale. Todas esas bandas de la escena son grupos que me gustan, entonces solemos tener temáticas parecidas. Somos amigos y tenemos más o menos una visión parecida de la vida.

AZ: Eso es interesante porque, si se piensa en términos históricos de la nueva escena independiente, Las Ligas Menores son de una segunda generación y, si bien no son de La Plata, se integraron al sello insignia de la ciudad (Laptra). ¿Se da un poco eso, que con todas esas bandas (El Mató, Bestia Bebé, 107 Faunos, Los Reyes del Falsete, entre otras) están como en un proceso de constante retroalimentación?

AC: Sí, es algo del día a día, también. El otro día, por ejemplo, lo vimos al Gato (Javier Sisti Ripoll de 107 Faunos) y él estaba con unos vinilos. Le pregunté qué eran y me terminó recomendando bandas.

PK: Nosotros como banda éramos mucho de ir a recitales y de verlos en vivo.

AC: A ellos, El Mató, los Faunos, Go-Neko!…

PK: A todas esas bandas, eran los grupos que más nos gustaban. Después, también por supuesto a Prietto. Había muchas otras bandas, pero ésas eran las que más nos atraían. Era lo más fácil, también: eran las bandas que más creíamos que podíamos emular (risas).

AC: Claro, antes de ser banda nos encontrábamos en los recitales. Era obvio que nos iban a terminar gustando las mismas cosas.

PK: Era también una época en la que los recitales eran algo mucho más chiquito, era un poco más fácil identificarse con la gente del público y con el que estaba tocando. Por ejemplo, a los Faunos los iba a ver siempre al Especial: es como que los ves a dos metros y le robás todos los trucos (risas).

AZ: Lo que ocurre entre ustedes y El Mató es muy interesante: se nota claramente en el sonido de Las Ligas Menores la influencia de ellos, pero eso pasa porque en realidad lo que sucede es que las dos bandas parecen compartir los mismos gustos por discos o artistas.

AC: Lo que hila un poco todo es que las bandas de afuera que ellos escuchan son las mismas que escuchamos nosotros. No es que venimos todos de un palo más nacional, más allá de que escuchamos rock nacional y nos gusta. Pero lo que sucede es que tenemos más influencias de bandas de afuera, y creo que eso une más que el hecho de decir “bueno, tal disco de Las Ligas se parece a tal disco de El Mató”. Quieras o no, hay una influencia clara de afuera para la mayoría de las bandas del sello.

PK: Claro. También, con ellos nos une una cuestión generacional, todos tenemos más o menos la misma edad. Hay algo que se nota ahora, por ejemplo, con bandas nuevas que surgen y quizá no están influenciadas tanto por los mismos grupos indie de los ’90 como nosotros. Tal vez están influenciados por otras cosas de los ’90, pero no tanto por Pavement o Guided by Voices como nosotros.

AZ: A Robert Pollard de Guided by Voices se lo cruzaron el año pasado cuando tocaron en festival Coachella. ¿Cómo fue ese encuentro?

AC: Sí, lo mandamos a Pablo primero para que fuera a hablar con él. Le dijimos “dale, andá, andá”.

PK: Yo fui primero, con muchos nervios. Me había comprado un EP de ellos, I Am a Scientist (1994), que lo conseguí ahí en Los Ángeles y quería que lo firmaran. Nosotros tocamos en el mismo escenario que ellos, pero diferente día; eran dos fines de semana, entonces para el segundo fin de semana ya sabíamos que con la pulsera podíamos entrar al backstage, cosa que durante el primer fin de semana no sabíamos (risas). Pero sí, pudimos acceder ahí y estar con ellos.

AC: Fue un desastre, estábamos todos perdidos, el lugar era enorme. Me acuerdo que, de hecho, entramos por la parte del camping (risas).

PK: Claro, apenas llegamos no entendíamos nada. Entramos con la gente, por cualquier lugar: éramos artistas y entramos con el público. Era la entrada al camping, a la gente le revisaban todo al rayo del sol y tardamos un montón en entrar (risas).

AC: Sí, les revisaban la carpa y el bolso, y nosotros no entendíamos nada (risas).

AZ: ¿Y cómo fue la experiencia de tocar en ese lugar emblemático? ¿Estaban muy nerviosos?

AC: Sí, yo los dos fines de semana estuve con dolor de panza y por los nervios me salió un orzuelo en el ojo ni bien pisé Los Ángeles. Era todo un desastre (risas).

PK: Lo que nos tranquilizaba era que tampoco había una expectativa tan grande, sino que estábamos tocando y viendo qué pasaba. Y la verdad es que las dos fechas estuvieron bastante llenas de gente y también ayudó que estábamos en una carpa con aire acondicionado.

AC: Sí, porque hacía un calor tremendo.

PK: Hacían como cuarenta grados afuera, entonces todos se metían adentro.

AC: Estuvo muy bueno porque, en la semana intermedia, pudimos tocar en otros lugares: en Downtown Los Ángeles, Pomona o Riverside. Eran, en general, lugares más chicos a los que no fue tanta gente, pero a ese público que fue le terminó gustando mucho la banda. Por ahí era la primera vez que nos escuchaban y se terminaron comprando una remera, por ejemplo. Hubo en recital que dimos en el Quitapenas y yo empecé a hablar en inglés, porque pensé “bueno, estoy en Los Ángeles”; en un momento, alguien me gritó “¡hablá en español!”: bueno, está bien (risas). Es como que pensás que todo el mundo habla en inglés, pero en realidad hay mucha gente que es de ahí y habla en español, y eso está buenísimo.

AZ: ¿Y pudieron darle a Pollard los discos de Las Ligas?

AC: Sí, anduvimos repartiendo bastante, choluleando con Las Ligas (risas). Le pude dar a Jamie (Hince) de The Kills, a Paul Banks de Interpol y a las chicas de Warpaint. Andá a saber, capaz que después ni lo escuchan, pero bueno, me acerco y te lo doy, ojalá lo escuches.

PK: Yo estuve al lado de Rihanna, pero no llegué a darle nada. De repente, yo estaba viendo un recital y ella apareció al lado, pero tenía dos guardaespaldas (risas).

AC: Yo también conocí Tim Armstrong de Rancid y no lo podía creer.

AZ: En relación a esto último: ¿el punk siempre fue una influencia? ¿Se formaron escuchando esa música?

AC: Sí, hasta el día de hoy. Mi primer recital fue Attaque 77 y me desmayé del calor, pero estuvo buenísimo. También escuchaba punk californiano y de afuera, pero por una cuestión más generacional. Era fanática de Blink 182.

PK: Hay una cuestión punk de fondo. En primer lugar, yo escuché punk toda mi vida y me encantan todas las bandas. De hecho, una de mis bandas argentinas preferidas es Flema y, antes de escuchar indie, escuchaba todas bandas punk. En segundo lugar, encuentro una relación con el punk en nuestra simpleza y en la forma de tocar.

AC: Claro, y también en el hecho de hacerlo nosotros. Incluso, en El disco suplente creo que todas mis guitarras están grabadas como todo tocado para abajo.

PK: En el indie de Laptra noto una influencia punk, por ejemplo en El Mató, Bestia Bebé, nosotros y en varias bandas más.

AC: Sí, de hecho se siguen haciendo fanzines en el sello. O sea que sí, hay una influencia, ahora que lo pienso, lo puedo ver.

PK: Lo que pasa es que el punk argentino tiene canciones buenísimas, con muy buenas melodías. No es todo rápido, como el hardcore. El indie de Laptra nace de ese punk, de grandes canciones y buenas melodías.

AZ: Los shows de Las Ligas son de hecho muy intensos y el sonido de la banda es más crudo y cercano al punk.

AC: Me parece que lo punk rock de los recitales lo da realmente el público. Porque, si uno escucha nuestros discos, no se imagina que después en vivo vaya a ser un descontrol. Y a veces es un descontrol lindo: cuanto la gente más descontrol hace, nosotros nos prendemos más, es medio recíproco. Está buenísimo que, mientras estás tocando, estén todos pogueando. Significa que la están pasando bien.

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AZ: Las Ligas Menores es una banda que, además de proponer esa idea de composición democrática, también presenta una formación con integración de género. Hoy en día se vive un claro cambio de época, palpable en todos los avances y logros que está consiguiendo el feminismo: en un ambiente desde siempre machista como el del rock, ¿creen que también hay cosas que están empezando a mejorar en ese sentido o todavía falta mucho por seguir trabajando?

AC: Creo que hay cosas que por suerte cambiaron. De hecho, el otro día lo pensaba: antes, en las entrevistas que nos hacían, siempre le decían a Pablo “uy, vos sólo en una banda con cuatro mujeres, pobre”. Ya eso no lo dicen por suerte. Ahora nos preguntan más “¿cómo ves el rol de la mujer?”, y me gusta que sea así. Que haya cambiado ahora el hecho de replantearse muchas cosas que, incluso hace tres o cuatro años no se planteaban, está buenísimo, ojalá que siga pasando. La banda, en realidad, se dio así porque Pablo, Lu y Mica se conocían de la escuela, y yo conocía a Lu de la facultad y nos terminamos uniendo. No fue algo pensado, fue natural: en ningún momento dijimos “che, miren, somos una banda de cuatro chicas y un chico”. Fue algo que se dio así y jamás pensamos que, en algún punto, la banda iba a tener tanto impacto por el hecho de estar formada así.

AZ: ¿Sienten que hay una búsqueda por darle más espacio a bandas de artistas femeninas y por lograr un mayor respeto por el lugar que ocupa la mujer en el rock o todavía esas son cuentas pendientes?

AC: Me parece que, por el ambiente en el que nosotras estamos, no sé si es que tuvimos “suerte” pero sí que no vivimos nunca una situación de machismo. No sé, creo que una vez toqué en Plasma y un sonidista dijo algo así como “la minita esa”. Ni siquiera fue con Las Ligas, fue una vez que había tocado sola, entonces fue peor y me sentí más vulnerable. Pero, después de eso, nunca más.

PK: Creo que se da mucho en nuestro circuito que todos nosotros somos quizá más conscientes y, si vos te fijas después en otros ámbitos del rock nacional, quizá haya menos consciencia.

AC: Capaz nos dimos cuenta después del último FestiLaptra cuando leímos una reseña. No me acuerdo quién la había escrito, pero marcaba eso: que había el mismo porcentaje (no sé si hasta incluso más) de chicas en el escenario.

AZ: Una de las referentes más citadas de esta escena es Rosario Bléfari y su banda Suárez. Se podría pensar en una escena casi fundada por la influencia de una mujer.

AC: Sí, totalmente.

PK: Es verdad, Rosario Bléfari con Suárez ya fue una de las primeras estandartes del indie y es una mujer. Es una escena que va por otro lado distinto al de la épica del rock.

AC: El otro día un entrevistador me decía que quince años atrás por ahí era un ambiente más competitivo, no se daba esto que nosotros contábamos de una retroalimentación de bandas en el sello. Vos tenías una banda y no querías que a la otra le fuera bien. Hoy escucho eso y me parece rarísimo: ¿cómo no voy a querer que a una banda de mi mismo sello le vaya bien? Creo que es más bien una cuestión de humildad de las personas. En ningún momento alguna banda de Laptra se puso en un podio al estilo “mírenme” o en pose de estrella de rock. A nosotros nos integraron ellos. Incluso, cualquiera puede ir a las reuniones de Laptra. No es algo cerrado entre dos o tres personas, sino que formás parte. Es un ambiente muy distinto al del rock tradicional.

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