Disponible en Cine Ar Play, este documental retrata a un emblema de la contracultura argentina en sus múltiples facetas. Ecología, rock, generación beatnik y más.

Por Ignacio Barragán

 

Una de las primeras imágenes que aparecen es la de Miguel Grinberg, rodeado de una gran bufanda blanca de tipo árabe, frente a un espejo. Se acerca, con una mirada cansada, a su imagen reflejada y junta las manos como si estuviese rezando. El conjunto de los detalles es una representación alegórica de la figura de este personaje. Un ser místico que vivió mil vidas y recorrió cada una de ellas con una espiritualidad particular, mezcla de filosofía budista y albedrío rockero. Esta instantánea pertenece a Satori Sur de Federico Rotstein, el documental sobre el peregrinaje de uno de los últimos beatniks argentinos. 

Miguel Grinberg es imposible de reducir a una sola etiqueta: fue escritor, periodista, locutor, profesor, poeta, activista ecológico y un sin fin de oficios entre los cuales se encuentra el curioso dato de Licenciando en Sistemas. De todas maneras, lo cierto es que una de las cosas que mas lo caracterizan a Grinberg es su relación con la contracultura. Su amistad con los primeros rockeros, las revistas underground, la visita a Henry Miller y, finalmente, uno de sus tesoros mas preciados: la amistad con Allen Ginsberg. Alguien quien es nombrado continuamente a lo largo del filme como una invocación o puerta de entrada figurativa a lo que fueron los sesenta.

En la misma línea de lo contracultural, el momento mas emotivo y sustancial del filme es la charla por videollamada que tiene Grinberg con Jonas Mekas. Esa sucesión de escenas tiene múltiples capas de lectura y esta plagada de detalles. Es un retrato en donde aparece la desconexión. Mas allá de que se intenten resolver los problemas técnicos, la llamada resulta en un intercambio de monólogos sin receptor. Además, estas imágenes fueron filmadas solo un año antes de la muerte del cineasta lituano. Lo que hay en estas cuadros no solo es un réquiem sino, también, una confesión. Hay quejas ante las fallas de la tecnología y, también, una que recorre todo el espíritu del filme: el hecho de que ambos se esten quedando cada vez mas solos, sin viejos amigos.

 

En el documental hay un juego de contrastes que enriquece el relato biográfico tradicional. Por un lado, se lo muestra a Miguel Grinberg casi como un monje tibetano de raíz anacoreta que vive solo para su obra y evangeliza a un grupo de fieles por donde quiera que vaya. Al mismo tiempo se ve la fragilidad de una persona de 80 años que se arrastra por la vida como puede y necesita de la ayuda de su dulce esposa Flavia para las tareas diarias. Este contraste, entre héroe y mártir, puede resultar crudo y, por momentos, incómodo. La escena icónica que grafica esta idea es cuando recorre el Parque Centenario junto a Juan Carlos Kreimer  y cuentan cientos de anécdotas. Hacia lo último del paseo, Miguel pregunta: “¿Qué estamos haciendo aquí?”. El espectador no sabe si lo esta diciendo metafóricamente o ha tenido un momento de senilidad. 

Lo único que puede llegar a resultar una pena de esta obra es haberse saltado la relación de Grinberg con Witold Gombrowicz. En ese mar de recuerdos biográficos, es un dato no menor y significante de su vida. De todas maneras esta observación no descalifica a la película. Presentada en el ultimo Festival de Cine de Mar del Plata, Satori Sur es un retrato holístico de la vida de este porteño de los márgenes hecho con bastante entereza. Un documental que, con el ir y venir de la historia, ilumina memorias algo olvidadas que perduran en el presente. //∆z