El grupo boliviano Enfant no es uno más: mezcla rock psicodélico, sinfónico, progresivo y música de su tierra natal. Ya en su primer disco había tocado Mark Anderud, participante de The Mars Volta, y ahora en Ellipsism, contaron con la participación, vía internet, de miembros de los argentinos Proyecto Quasar, Numa y Senegal Grindcore Mafia.

Por Agustín Argento

Enfant tiene tantas aristas que es difícil comenzar por alguna en particular. A modo de presentación, se puede decir que de los ocho integrantes, cinco viven en Bolivia, tres en Argentina y uno en Brasil. Con decir “viven” se hace referencia a una residencia permanente, sin viajes cotidianos que los unan. Eso ya alcanza para comprender la complejidad del caso.

Otro detalle no menor es la variedad sonora y la búsqueda implacable por romper la comodidad compositiva. Sin sonar pretenciosos, en sus composiciones suenan el noise, el virtuosismo, el rock alternativo, el post rock y un sinfín de estilos que se amalgaman y entrecruzan con la música nativa boliviana.

Los miembros permanentes de Enfant son Lucho Aranda (voces), José Carlos Auza (voces, guitarras, piano e instrumentación) y Bernardo Paz (guitarras) -todos residentes en Bolivia- y Christian Aillón Valverde en guitarras (desde Brasil); los argentinos que tocaron en este disco fueron, desde Buenos Aires, Ignacio Ponzone (Proyecto Quasar y Numa) en teclados y Mariano Potichkin en batería (Proyecto Quasar); desde Tucumán Raúl García Posse en voces y guitarra (Senegal Grindcore Mafia, ex Los Random) y desde Salta Adrián Moroni en teclados. En Bolivia, también participaron Diego Ponce con el bajo y Enrique Poppe en batería.

En una entrevista con ArteZeta, Bernardo Paz explicó cómo es tener una banda a la distancia, que debe unificar tantos criterios y sonar, como lo demostraron en Ellipsism, de forma homogénea.

AZ: ¿Cómo fue grabar con músicos de otros países sin juntarse? 

BP: Ése fue uno de los impulsos para terminar este disco. Nuestros amigos de Proyecto Quasar (Argentina) se ofrecieron a grabar ciertas cosas que nuestras posibilidades (en Bolivia) no nos lo permitían. Durante el proceso estuvimos constantemente en contacto, lo mismo que con otro integrante de la banda que radica en Brasil. La tecnología nos permite estas licencias, que antes habrían significado una inversión considerable y hay que aprovecharlas, sin duda. En el primer disco ya habíamos hecho algo parecido; es importante poder enriquecernos con ideas que ahora pueden llegar desde cualquier parte del mundo.

AZ: ¿Cómo actúa la “cultura nativa boliviana” en una banda de rock de tintes progresivos y psicodélicos?

BP: Me gusta la palabra “tintes”, eso es precisamente para nosotros el Rock, una dosis moderada de tintes que difícilmente podemos diluir. El folklore de nuestro país está más enraizado en nosotros que cualquier otro género. Y esto sí que es algo de lo que no queremos “huir”, como en el caso del Rock; todo lo contrario. En todo caso, la idea es siempre tratar de hacer cosas nuevas.

AZ: ¿Qué representa la imagen de la mujer de la tapa del disco?

BP: Tal vez lo más inquietante de las portadas de Ellipsism, hecha por Rosmery Mamani, es -más que el retrato como tal- la mirada de cada una de las mujeres. Si algo representan es una mirada escrutadora, ese “otro lado”, esos lugares que devuelven la mirada. Es como esa sensación que uno tiene cuando siente que lo están observando, se genera cierta incomodidad.

enfant AZ: ¿Cómo es la escena boliviana de Rock? ¿Hay muchas bandas del estilo de Enfant?

BP: El cáncer en Bolivia son los tributos: coartan la creatividad y eso es peligrosamente contagioso, para el público sobre todo. Hay tantas bandas haciendo tributos, mediocres en su mayoría, que no se puede creer. Eso por un lado; por otro, hay bandas que si bien no hacen tributos, copian estilos. En fin, es un tema aparte; pero a groso modo, esa es la movida en Bolivia por ahora. Casi sistemáticamente, las bandas que menos popularidad tienen, suelen ser las que manejan propuestas arriesgadas, buenas bandas. De éstas también hay varias. De todas formas, creo que no hay bandas con propuestas similares a la nuestra.

AZ: ¿Cómo hacen para presentarse en vivo?

BP: No lo hacemos con regularidad. Podemos contar con los dedos de una mano las presentaciones de Enfant. No porque no queramos tocar, los espacios abiertos a nuevas propuestas también están contados, por lo que decía anteriormente. Por eso tratamos de buscar espacios alternativos. Ensayamos mucho, con la misma seriedad con la que debiera encararse cualquier proyecto. Tratamos de ser rigurosos, tanto que a veces todo el proceso se convierte en una neurosis colectiva.

AZ: Ustedes hablan de generar “más tensión que comodidad”. ¿Qué se logra de esa manera?

BP: Creo que ahí está parte del “chiste” de hacer arte. Si nos quedamos haciendo las mismas cosas por siempre podríamos instalarnos en una zona de confort de la que difícilmente después podríamos salir. Pasa lo mismo desde el lado del espectador: no deberíamos escuchar la misma música por siempre. Las obras que generan cierta incomodidad se quedan más en tu mente más que cualquier otra, porque te interpelan, te obligan pensar, te devuelven la mirada.//∆z