Martín Méndez nos recibió en su casa de Ituzaingó. Desde el centro de su estudio de grabación casero se dispuso a hablar de todo. Su visión revolucionaria sobre la música, su férrea oposición a la Industria del espectáculo, las canciones de Rock Trance –el gran disco debut de Sendero -su salto como cantante y, a diez años de la separación, habló del fuego sagrado de Los Caballeros de la Quema: “Fue una gran conjunción de música, sonido y texto”.

Por Matías Roveta

Las canciones de Rock Trance se alejan del folk y rock clásico de Los Caballeros de la Quema: en “El reloj” hay climas oscuros y en “Líos por sentir” hay pasajes experimentales y psicodélicos, elementos que no estaban presentes en la música de tu ex banda. “Sendero toma el espíritu inicial que tenían Los Caballeros de la Quema: el de querer hacer una música nueva, que no existe acá. Hay una búsqueda en la forma de encarar las canciones no desde un formato de pop rock. A partir de ahí surgen apuestas concretas, como usar un bajo de cinco cuerdas o mezclar años de historia de la música al juntar un tambor de tribu con una guitarra eléctrica. Somos experimentales porque tratamos de despegar desde el sonido, no queremos sonar a los ’90. Esto tiene que ver con nuestra apuesta de no pertenecer a ningún circuito comercial”, sostiene Martín.

AZ: Sendero, el nombre de la banda, pareciera expresar esa intención de construir un camino paralelo a ese circuito comercial del que hablás ¿Esto es así?

M: Claro. Vamos por un sendero al costado de la Industria. No se trata de una actitud altanera, pero el camino del mainstream es muy acotado, porque se concentran las apuestas sólo en tipos que venden. En nuestro caso, buscamos es un desarrollo marginal a esa industria del espectáculo, por ejemplo con este método revolucionario que te permite grabar tus propios discos desde tu casa. No entendemos a la música como una mercancía, sino que tenemos un sentido más antiguo, una cosa medio tribal: buscar conectarse con el cuerpo mediante la danza o dejar que tu cabeza vuele con la música. No buscamos un fin comercial, nos mueven otras cosas: generar encuentros y que cada show sea una experiencia

AZ: En los Caballeros eras guitarrista y compositor ¿Cómo fue el salto a ser cantante?

M: Al principio fue una transición por saltos que tuve que dar desde mi timidez natural. Tuve que atravesar un montón de miedos y pánico por lo que había asumido, que era cantar. Cantar significa concentrar la tensión, que no halla fuga de energías. Tengo en claro que no me postulo como entretenedor, no quiero que nuestro show sea un entretenimiento o que la gente venga a ver mi despliegue físico arriba del escenario. No hago pasos de baile y no hay ningún componente glam en la música de Sendero.

AZ: En “Romper con la ley” pedís romper con las leyes que nos atan a las reglas del Estado ¿Estás planteando algún tipo de revolución o se trata más de un cambio personal?

M: “Romper con la ley” quiere decir un montón de cosas. Las leyes son el producto de relaciones de fuerza sociales, como guerras o tomas de gobiernos, que favorecen a un sector sobre otro. Los grupos dominantes suelen imponer una idea de cultura, con jerarquías de valores y reglas, con la intención de que luego los dominados la piensen como propia y no la cuestionen. De ese tipo de rompimiento se trata, no de una revolución manifiesta. Las canciones de Sendero tienen esa dualidad: lo que estás diciendo se puede ver en el plano interior o hacia afuera.

AZ: En el disco hacés buenas descripciones de la sociedad moderna ¿El estudiar sociología te dio más herramientas a la hora de escribir letras?

M: Quizás sí. Lo que sucede en realidad es que a veces leo algún artículo en el diario, en una crónica o en un libro, y encuentro párrafos que plantean cosas que, por mi entrenamiento previo en la sociología, puedo comprender. Son cosas que ya sabía, que redescubro y me deslumbran. Ahí es cuando me surge la convicción de que eso mismo que estoy leyendo lo puede decir poéticamente y usarlo en una canción.

AZ: El poder de transmisión que tiene la música es más potente que el que tiene un libro…

M: Sí, quizás por eso fue que dejé la carrera faltándome tan poco. Pensaba a en la música como un arma muy poderosa, como una ametralladora. Pasé de querer escribir textos sociológicos a tener una banda de rock y poder concentrar esa información abstracta en pequeñas estrofas.

mendez sendero

AZ: En “Perfecto” hay una fuerte influencia del rock psicodélico: las guitarras generan climas y se escuchan danzas tribales de fondo. ¿El uso de la psicodelia surge de la intención de generar viajes en la conciencia del oyente?

M: Sí. En cierto modo sí. Lo que tratamos es que desde el sonido se genere una abstracción en el oyente. Porque las letras acaparan la atención del que escucha, le exigen que ponga a prueba todo su aparato racional para que las pueda decodificar y que eso le habilite sentidos emocionales. Pero la música, los sonidos, entran, afectan. En el disco hay ruidos de metales agudos, por ejemplo, que afectan glándulas sin importar el entendimiento sobre ellos: el cuerpo los escucha y eso hace segregar hormonas. Hay toda una serie de cosas que pasan en el disco que exceden al entendimiento de la razón.

AZ: ¿Cuáles serían?

M: Las experiencias con plantas como la ayahuasca que por ejemplo están representadas por sonidos que desde lo racional no se pueden entender.

AZ: ¿Entonces la psicodelia sería además una forma de recrear musicalmente esas experiencias personales?

M: Claro, también. La música se transforma en un correlato de paisajes mentales generados por esas experiencias. Son sonidos que se escuchan en el disco y lo que tratan de generar es que la imaginación vuele con ellos y ocupe lugares. Porque en la música no solamente hay frecuencias, también hay lugares a los que se puede llegar y que luego en la cabeza se disparan un montón de cosas. A mí me pasaba cuando escuchaba los discos de Pink Floyd.

AZ: Este año se cumplen diez años de la separación de Los Caballeros de la Quema ¿Cuál es el mejor recuerdo que tenés?

M:  Fue una gran conjunción de música, sonido y texto, donde cada uno de nosotros tenía amplitud musical y buscaba generar conceptos, no sólo tocar las canciones. Una conjunción de música donde convivían desde Sumo -por la postura y a qué volumen tocar en vivo- hasta Miles Davis, con textos que lograban condensar algo que la gente pensaba en ese momento y que algún artista debía salir a decir. Siempre estuvimos muy por afuera de las modas y las tendencias, por ejemplo hacia nuestro segundo disco (Manos vacías, de 1993), hacía poco que había salido Nevermind y nosotros estábamos haciendo una especie de grunge sin saber qué era eso. Pero el mejor recuerdo es esa conjunción que logramos entre todos.