En una nueva edición del festival El Ataque de los Hombres de Piedra, el guitarrista Baltasar Comotto presentó su flamante disco solista Blindado. Antes, Buenos Aires Karma desató su furia de guitarras noventosas.

Por Matías Roveta

 

Habrá que prestarle más atención a una banda que, surgida en el seno de la autodenominada escena del Oeste, se cortó sola por mérito propio al esquivar los ritmos latinos que empapan la música de la mayoría de las bandas de esa zona caliente del conurbano bonaerense y ofrece contundentes shows de rock crudo a base de una pared de guitarras filosas: Buenos Aires Karma. La reivindicación para la banda oriunda de Ituzaingó no puede llegar en mejor momento. Silbando bajito, con poca difusión y mucha humildad ya lograron concretar cuatro ediciones del festival “El Ataque de los Hombres de Piedra”, -creado por ellos mismos-  y que ayer en Niceto contó con el cierre estelar de Baltasar Comotto, el eximio guitarrista que toca en la banda del Flaco Spinetta y en los Fundamentalistas del Aire Acondicionado -el supergrupo que acompaña al Indio Solari-, y que a mediados de 2011 editó el gran Blindado, uno de los mejores discos del año.

La nueva edición del festival curado por los Buenos Aires Karma comenzó alrededor de las 21, con la presentación de Mr. Manfredi, un power trío de funk metal y ska–punk que con una estética surfera, riffs funkys y una base contundente calentó el ambiente con canciones como “Surfin”, “Flores” o “Puchos y Agua”, de su Ep Mistá Manfrede (2011). El primer momento fuerte de la noche llegó con el cover de los Artic Monkeys, “Don’t Sit Down Cause I’ve Moved Your Chair”, que los Manfredi hicieron junto a Emanuel Sáez –guitarrista y cantante de Buenos Aires Karma- como invitado, donde demostraron también sus influencias de post punk revival. Luego llegó el turno de El Buen Salvaje, otra banda del Oeste convocada por los Buenos Aires Karma, y que sin dudas hace honores a su nombre: riffs bestiales, bases endemoniadas, músicos lookeados con una onda setentosa e influencias que van desde Black Sabbath o Led Zeppelin, hasta los Ramones y Pantera. Con esa mezcla sutil y heterodoxa de agresividad trash y crudeza punk, El Buen Salvaje allanó el terreno para que los BAK puedan salir a escena.

Los Buenos Aires Karma en vivo son una aplanadora, te dejan sin aliento. Nadie sale indemne a semejante locomotora rockera que se te viene encima. Un show de rock crudo que permite entender porqué Ricardo Mollo les guiñó el ojo allá por 2004, cuando los BAK todavía cantaban en inglés y habían editado su primer EP, Buenos Aires Karma (2003). Con un dúo de guitarras densas y pesadas, que entrecortan riffs distorsionados y oscuros que remiten al grunge de Soundgarden y Alice In Chains, un interesante juego de armonías vocales entre Emanuel Sáez –guitarra y voz- y Pablo Passano –voz y coros-, más la base ajustada y potente de Juan Carlos Ruiz en batería y Gregorio Martínez en bajo, los BAK hicieron estallar las cuatro paredes de Niceto con temazos de su primer disco, Terrícolas (2009), como “Zoológico Urbano” o “Violento para los niños”.

A fines de 2011 los Karma editaron Limo, su segundo álbum, que nutrió en gran medida el setlist del show y con el que dan muestras de una mayor apertura musical y signos de madurez. En “Good Bass” por ejemplo, incluyen arreglos de teclados, toques de psicodelia y programaciones que se acercan al shoegazing de Soda en Dynamo (1992), pero siempre manteniendo el espíritu guitarrero habitual, que salta a la luz en canciones como “Soles de Noche”, “Montaña” o “El Río”. Justamente la década de los ’90 parece ser el horizonte al que los BAK siempre miran, y en la mencionada “Violento para los niños” -que cerró el show-, el riff de Emanuel Sáez recuerda al estilo de Jerry Cantrell y los alaridos agudos de Pablo Passano se acercan al grito sobrenatural de Chris Cornell.

Finalmente fue el turno de Baltasar Comotto, un verdadero lujo que los Karma se dieron para darle cierre a su festival. El virtuoso y elegante guitarrista ofreció un show soberbio, centrado en la presentación de Blindado, su último trabajo discográfico, ese gran álbum que le da un propicio marco sonoro a la vida urbana actual, entre caótica y desordenada, con capas de guitarras saturadas, sonidos estridentes, baterías que machacan y explotan, atmósferas oscuras y letras desalentadoras, que despertó elogios de la crítica y se perfiló como uno de los mejores discos del año anterior.

Blindado está lejos de ser el disco de un guitarrista virtuoso. Comotto trabajó buscando sonidos, creando texturas, tocando riffs en función de la canción y alejándose de los solos heroicos. Pero en vivo el violero pela lo que tiene que pelar, y lo que tiene para ofrecer son un puñado de riffs memorables, hímnicos: en escena, las canciones suenan más crudas, más rockeras en relación al disco, y así “Mundo Cabeza”, con su paso de metal industrial, la hendrixiana “¿Quién sos?” o la base metálica de “Lugano”, arrasan y ensordecen por su potencia. También, en “Rompe el Cristal”, Comotto se destapa con un tremendo solo que incluye wah-wah, tapping y vertiginosas escalas agudas, que se repiten en “Milestones” –un homenaje a Miles Davies incluido en su primer disco solista, el jazzero Rojo (2008)- para que nadie dude acerca de sus destrezas con la viola.

Sobre el cierre, el show incluyó además la participación de Patán Vidal, quien tocó órganos y teclados en las mencionadas “¿Quién Sos?” y “Milestones”. Vidal (“es un lujo acá en Buenos Aires”, dijo Comotto) es uno de los invitados en Blindado. Los otros son un tal Ricardo Mollo, el Indio Solari y el Flaco Spinetta, quienes participaron en un mismo disco por primera vez en la historia del rock nacional. Ese nivel estelar de invitados es una merecida reivindicación para un violero que, desde las sombras, está construyendo -aunque él mismo reniegue de ese término- una justa imagen de nuevo guitar hero nacional.