Con una gran variedad de películas y estilos, el Festival LatinArab trajo invitados, proyectos y una muestra cabal de que el cine de Medio Oriente y el norte africano tienen mucho para contar.

Por Agustín Argento

The Narrow Frame of Midnight

En su primer largometraje de ficción, la británica Tala Hadid muestra dos modos de desesperación del mundo árabe que hoy está en boga: el tráfico de niños como objetos sexuales y el jihadismo. Zacaría es un escritor marroquí, que realiza un angustioso recorrido desde Casablanca a Bagdad para dar con el paradero de su hermano, quien dejó a su mujer e hijos en Marruecos para unirse a la guerra santa islamista. En el recorrido, conoce a Aicha, una niña de 8 años, huérfana, que es llevaba por un traficante de personas para ser vendida a Europa. Zacaría, reflejado en la niñez de esta nena, no duda un segundo en salvarla, para entregársela a su mujer, con quien habían perdido un hijo.

Con un ritmo diferente al de cine europeo occidental, pero con un vértigo y dinamismo asfixiante, la directora Hadid se mete de lleno en la crudeza del ser humano, con escenas que dan a entender que Aicha es violada por su captor o que el hermano de Zacaría ya pasó al mejor mundo. La descollante actuación del escocés Kallid Abdallah permite sumergirse en el oscuro mundo del jihadismo y de las familias mermadas por la guerra en Medio Oriente; pero el protagonismo de se lo roba la niña Fadwa Boujouane, en cuyo cuerpito se esconde la hermosura de la inocencia, con la tragedia de lo que todo ser humano lleva por defecto: la crueldad.

Degradé

Si se pudiera traspolar La peluquería de Don Mateo a Gaza, de allí saldría Degradé,  brillante ópera prima de los gemelos palestinos Arab y Tarzan Nasser. Pero, en esa repetición trágica que le adjudican a la Historia, el filme que se presentó en este festival muestra el coraje y la valentía de las mujeres de Gaza, quienes pese a la crudeza de la vida en uno de los lugares más peligrosos del mundo, nunca dejan de lado sus sueños y lo que podrá denominarse como “una vida común y corriente”. La película transcurre enteramente dentro de la peluquería de una rusa que se mudó, vaya uno a saber por qué, junto a su marido a la ciudad controlada por el grupo radical Hamas. En combate constante con la infraestructura de la ciudad (recurrentes cortes de luz, por ejemplo) y el temor por la violencia que sucede en la puerta, las nueve clientas interactúan entre sí con un realismo que roza lo bizarro.

Así, se puede ver a la multipremiada actriz Hiamm Abbas como a una mujer madura, divorciada, que no se resigna a que se le pasó el cuarto de hora y compite -sólo como una mujer lo sabe hacer- con una veinteañera a punto de casarse y la joven ayudante de la peluquera, una bella morocha que mantiene una tirante relación amorosa con uno de los guerrilleros de la puerta. La novia, a su vez, tiene la típica pelea con su suegra por el peinado que debe llevar al altar, mientras que la sumisa madre, sale de su letargo para apoyar a su hija. Dentro del staff también está la practicante religiosa que no se saca la hiyab (ni con mujeres alrededor), pero que tampoco apoya a Hamas; una drogadicta que es golpeada por su esposo; otra de origen negro, preocupada por hacerle la comida a su marido; y otra embarazada, quien por los nervios del tiroteo de la puerta entra en trabajo de parto. A este gran elenco se le suma hija de la peluquera, una nena de 11 años que quiere salir a jugar a la calle, como si sólo existiera su niñez y no la guerra.

Degradé es presentada como un “homenaje” a las mujeres de Gaza, en la que se rompen todos los estereotipos que se pueden tener desde Occidente, dejando una dura película donde la crudeza de la realidad se topa con los legítimos sueños de la humanidad.

Bastardo

Trágica historia que narra Neji Belkadhi, con tintes de absurdo e hiperrealismo, en la que un joven del que no se conocen madre o padre pasa de ser el hazmerreír del barrio al capo mafia, gracias a la instalación de una antena para celulares, que le da señal a la región, en el techo de su casa. Belkadhi, en su primer largometraje de ficción, elije una mezcla de técnicas de filmación que van desde la cámara fija y el corte de planos, a momentos de travelling muy bien logrados, mostrando la profundidad y la miseria que se viven en la periferia de la ciudad de Túnez.

Pero la riqueza del director, cuyo documental VHS-Kaloucha (2006) se estrenó en el Festival de Cannes, también recae en el poder narrativo, un poco forzado por momentos, pero no por eso con menor efecto en la trama. La ambición de Mohsen “Bastardo” es la de ser respetado en el “distrito” (una especie de villa comandada por un ¿travesti? y su hijo), objetivo que logra gracias a la colocación de esa antena y la facilitación de celulares a los vecinos. Sin embargo, como si no hubiera abandonado la infancia, se mantiene apegado al idílico amor que lo une con una ex compañera de trabajo, quien se puso a gran zapatería gracias a un robo del que “Bastardo” fue cómplice.

Como extraído de Crimen y Castigo, de Dostoievsky, a medida que acrecenta su fortuna y la presión tributaria para con los habitantes del barrio, Mohsen va enfermando: primero pierde la visión, luego la capacidad de respirar, para terminar caminando con bastón. “Ya no sos más aquel Mohsen que conocía”, le dice, con dolor, el hombre que lo rescató de bebé y lo crió con amor. Y es así, mejora su calidad material de vida, pero la espiritual se va deteriorando. Pero Bastardo no es sólo una denuncia a la avaricia del ser humano, las enfermedades de Mohsen también pueden ser producto de las ondas cancerígenas que emanan de la antena telefónica.

Bastardo ganó el premio IncaaTv 2014 y formó parte de la Semana de Cine Tunecino del festival.

Ali´Ens

Alí es un adolescente somalí que escapa de su país, buscando una mejor vida en Alemania. Pero la “mafia” que lo saca de Somalía lo lleva a Ucrania, donde lo abandona y cae preso como ilegal en una cárcel financiada por la Unión Europea. Dirigido y producido por la española Paula Palacios, este documental de Al Jazeera se mete en la piel de los escapados africanos que buscan salvarse en Europa, dejando atrás toda su vida, pero sin saber qué les deparará el futuro. En la cárcel, a la que Palacios logra acceder con su cámara, hay una treintena de ciudadanos del África negra, a los que se suman afganos y otros exiliados de Medio Oriente. Todos ellos, engañados por mafias y maltratados por las autoridades europeas.

¿Qué es lo que lleva a un adolescente de 16 años a irse de su país? O, más bien ¿Por qué su familia no le quiere hablar hasta que no llegue a Alemania y lo trata como a un fracasado? Ali´Ens es una historia bien humana, bien de estos tiempos, en los que cadáveres de niños ya son moneda corriente en las costas africanas o europeas. Pero la magia de la cámara de Palacios no sólo está en la historia que cuenta. Alí es un personaje entrañable, cariñoso y maduro, pero que no deja de reflejar a una sociedad que es olvidada y maltratada una y otra vez, por propios y ajenos.//∆z