Una de las bandas nuevas más sobresalientes de la escena independiente analiza su último disco, Los Magos, su forma de trabajo en equipo y su modo de construir un rock moderno de tintes pop, épicos y con referencias a Medio Oriente.

 Por Pablo Díaz Marenghi y Matías Roveta
Fotos de Pablo Díaz Marenghi
Edición fotográfica de Florencia Alborcen

El Estrellero –Juan Irio en voz y bajo, Lautaro Barceló en voz y guitarra, Alejo Klimavicius en voz y guitarra, Juan Baro Latrubesse en teclados y Gregorio Jáuregui en batería- es un quinteto de rock y power pop oriundo de La Plata. La adherencia a esa ciudad, verdadera cuna del rock independiente post Cromañón- invita a una primera respuesta: “El indie tiene que ver con la libertad de que cada uno haga lo que quiera”, dice Barceló, tomando distancia de usar ese término –la palabra indie, usada hasta el hartazgo y en forma indiscriminada- como etiqueta sonora. Es, simplemente, un modo de encarar una carrera artística y nada tiene que ver con un sonido particular. Más allá de las palabras, la música de El Estrellero habla por sí sola: poco hay acá del característico sonido lo-fi de distorsión nerviosa (que, solo en principio, podría asociarse al indie) y las canciones de esta banda desnudan influencias que van del pop de melodías sugestivas a los arreglos sutiles de teclados, con permanentes fraseos de guitarras enlazadas en diálogo permanente. Sobre esto, un par de referencias posibles: Wilco (con quienes compartieron line up en la última edición del Festival Bue y de quienes se hicieron amigos) y, sobre todo, Television. “La única referencia que tenemos en común son las bandas con guitarras en estéreo en donde no una hay guitarra líder”, profundiza Barceló.

Pero hay mucho más en el universo de El Estrellero. Un cuadro del Bob Dylan de Don’t Lock Back decora una de las paredes del living de la casa de Irio en La Plata y varias tapas de discos pasan en continuado en el monitor de la computadora de escritorio: hay una de Grateful Dead, y ese costado psicodélico (que reluce en la intro de “La fórmula”, primer canción del disco debut Drama, de 2016) se refuerza en la remera de Jefferson Airplane que viste su hijo. Su costado melómano se completa con su admiración por la obra de Brian Wilson y los Beach Boys: Pet Sounds y Smile, entre sus discos de cabecera. Alejo Klimavicius aporta otros ingredientes sonoros a ese variado cúmulo de influencias: la música clásica y la búsqueda por lograr, desde una mirada rockera, esa épica emotiva que transmite el género clásico. Además, lo oriental: tanto en términos musicales como en las letras, la música de El Estrellero revela una profunda fascinación por Medio Oriente. “La primera cita a Oriente ya aparece en “La fórmula”: desde ahí empezamos a plantear que la música para nosotros era algo más espiritual”, explica Irio.

Este año editaron su segundo disco, Los Magos, candidato a rankear alto entre lo mejor del año en cuanto a cosecha nacional. ArteZeta dialogó con los músicos de El Estrellero sobre la presentación oficial de Los Magos (el próximo 27 en Guajira, La Plata), el presente de la banda, sus influencias y sobre cómo creen que a partir de este segundo álbum consolidaron un sonido propio logrado a partir de un trabajo grupal.

AZ: Si bien El Estrellero forma parte -en términos generacionales y hasta geográficos- de la escena del nuevo rock emergente, el sonido de la banda se aleja del lo-fi y la distorsión característica de lo que suele definirse como indie rock. ¿Se sienten parte de esa movida?, ¿cómo se definen en términos sonoros?

Juan Irio: Es algo que hemos hablado bastante. En general, se usa mucho la palabra “indie” para hablar indiscriminadamente de todo aquello que no es mainstream o que no es tan masivo. Desde esa mirada, bajo el rótulo “indie” entran bandas que por ahí hacen indie pop concreto y claro, pero también bandas que hacen rock psicodélico, garage o shoegaze. Así, suele pasar que hay un sin número de estilos que son catalogados igual. Lo que sucede finalmente es, que dentro de esa etiqueta, encontrás cosas muy variopintas y que suenan distintas. Te terminás preguntando por qué se las denomina igual si en realidad son tan diferentes.

Lautaro Barceló: Por ahí, dentro de los géneros, hay elementos bien notorios: al rock se lo puede asociar a una guitarra con distorsión, al pop con una melodía pegadiza. Lo que sucede con el indie es que se trata más que nada de un nombre para denominar ciertas movidas que surgieron después de una época vinculada a la crisis de la industria, en donde hubo que replantearse cómo era todo el entramado empresarial de los sellos y las bandas empezaron a manejarse más en un modo independiente. Creo que tiene que ver con la libertad de que cada uno hace lo que quiere. El indie es eso: hacer música de donde te salga sin importar el género.

JI: El rock, cuando nació, era simplemente rock and roll y no había mucho más para rotular. De repente, empezaron a aparecer una enorme cantidad de tags muy variados y hoy, teniendo todo eso a disposición, se sigue usando un solo término para definir a cosas completamente diversas. Así, muchas bandas terminan cayendo en la misma bolsa.

Alejo Klimavicius: Creo que también es un poco la salida fácil para catalogar a una banda. “¿Qué es esto? Son independientes… Bueno, son indies”. La palabra debiera ser rock, no indie. La mayoría del indie, en realidad, es minimalista. Y nosotros no somos minimalistas, quizá tocamos poco pero eso que suena es complejo.

LB: A mi me gusta mucho Elliott Smith. Y él, que está muy asociado al indie, decía que la música que hacía era impresionista. Es un artista que hizo dialogar su música con un movimiento artístico que lo precedió por bastante. En nuestro caso, cuando nos ponemos a analizar las letras, nos damos cuenta de que nos gusta mucho la poesía y la literatura: nos intercambiamos cosas de poesía romántica, surrealista. Tenemos una influencia mucho más directa de poetas y escritores que de Elvis Presley, por ejemplo. Por eso es que siempre es muy difícil catalogar, porque nos gustan cosas muy diversas.

JI: Lo que ocurre, además, es que somos una banda de origen platense. Y eso siempre te predispone a pertenecer a una cierta movida. Sobre todo desde El Mató y el sello Laptra para acá.

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AZ: En las canciones de El Estrellero hay influencias pop, guitarras complejas y entrelazadas, arreglos definidos por capas de sonido con teclados y muchas sutilezas. Eso también se aleja un poco del concepto indie del lo-fi y del caos controlado. ¿Cómo trabajan en el estudio?

AK: Es medio rompecabezas el trabajo. Siempre en los ensayos, cuando alguien trae un tema, se trata de zaparlo un poco y ahí se van haciendo los arreglos de la canción. Se prueba otro arreglo distinto y se pone arriba, si no funciona se cambia la primera idea de arreglo. En Los Magos se trató un poco de eso.

LB: Claro, fue al revés que en Drama, donde básicamente lo que tocamos se grabó y quedó.

Gregorio Jauregui: Con Drama tocamos un disco de ensayo y fuimos a grabarlo en vivo.

AK: En Los Magos hay un montón de arreglos de teclados, de guitarras. Fue un trabajo de días enteros de quedarnos para buscar cuál era el sonido, de borrar cosas y sumar otras nuevas.

LB: Con Los Magos, sí, terminamos haciendo como un rompecabezas. Porque, una vez que habíamos terminado de grabar todo, de repente surgían ideas de querer sumar más cosas. “Acá hay que grabar una guitarra más”, “acá hay que meter otro colchoncito de teclados”. A veces solo buscamos meter una melodía: con muchas canciones nos pasó que terminamos resolviéndolo al grabar un piano en el conservatorio, por ejemplo. Fue el único capricho de producción de sonido del disco (risas).

Juan Baro Latrubesse: También, había partes en las que había muchas cosas y nos permitimos sacar. Al escuchar las canciones, nos dábamos cuenta que había arreglos que sobraban, solos que por ahí estaban muy juntos y había que elegir mejor.

JI: Eso es difícil cuando buscás lo emotivo, lo épico. Por lo general, es más sencillo conseguir emotividad con un solo instrumento y una voz quebrada que con cinco instrumentos queriendo lograr eso al mismo tiempo. Porque se pisan y se entorpece todo. El desafío de El Estrellero es conseguir esa cuota de emotividad, que se puede lograr con una sola guitarra e incluso mal tocada, pero con cinco instrumentos. En Los Magos esa fue la búsqueda: no tanto que la cosas sonaran bien o mal, sino mantener esa épica emotiva pero con arreglos de cinco instrumentos. En esta banda a todos nos conmueve mucho el tema de la emotividad en una canción. Vos podés agarrar un tema de Daniel Johnston y conmoverte con su voz y una guitarra mal tocada, pero también podés sentir eso con “Something” de los Beatles, que tiene un montón de teclados y arreglos de cuerdas. Podés agarrar una porción ínfima de cualquiera de esas dos canciones, que están en extremos opuestos en cuanto a producción musical, y las dos tienen su fibra emotiva. Eso es lo que queremos buscar como músicos de El Estrellero: encontrar esa fibra emotiva.

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AZ: Más allá de que mencionen lo de las guitarras mal tocadas, de todas maneras en el sonido de El Estrellero destacan las sutilezas que surgen del diálogo de las dos violas. ¿Cómo lo trabajan eso?

LB: La única referencia que tenemos en común son las bandas con guitarras en estéreo en donde no una hay guitarra líder. Eso es la base. Television podría ser un ejemplo. Esa es la única cosa que tenemos fija. Saber que uno va a estar a la izquierda y el otro a la derecha, y que nos vamos a ir turnando sobre dónde meter el solo y dónde no. Al principio, cuando no nos conocíamos, había una irregularidad de fuerzas que hacía que por momentos nos tapáramos. Ahí empezamos a hablar del silencio.

AK: Por el simple hecho de que uno no conoce al otro, no sabe cómo es. Si no sabe cómo es, no sabe cómo toca.

LB: Aparte, vos (N.de.R: señala a Alejo Klimavicius) tenías un pedal que nunca se apagaba (risas). Cuando hay dos violeros, tiene que estar la charla del silencio. Es como decir “mirá, para que se luzca tu solo, voy a tocar el mismo solo que vos al mismo tiempo”. O “vamos a tocar algo que esté armonizado”. En el disco, cuando Ale vino y grabó capas, a mi me quedaron solos por grabar que no grabé porque me terminé subiendo al diálogo de guitarras con él. Fue una cuestión de orden porque, como él grabó antes, toqué un montón de cosas en base a su composición.

JI: Hay una convivencia más armónica que hace que haya temas en vivo donde, de repente, cualquiera de ellos dos está sin tocar durante veinte, treinta segundos.

LB: Aparte, en el escenario o en un ensayo, el hecho de no tocar y saber que así y todo estás sumando para la banda es una de las cosas que a mí más lindas me salen. Con lo que nos gusta tocar a todos, el hacer silencio lo siento como una obra de generosidad que suma para todos lados.

JI: Es el concepto de Henry David Thoreau, que decía algo así como que el silencio es casi tan importante como el sonido. Es un elemento que parece que no es música, pero sí, es música.

LB: Creo que, al ser los cinco compositores, terminamos teniendo una comprensión profunda sobre eso. De tratar de saber qué hay que hacer en pos de la canción.

AZ: Si tuvieran que rastrear influencias que ustedes ven presentes en el sonido de la banda, ¿qué cosas pueden nombrar?

LB: Tenemos todos gustos muy distintos y en general con Alejo (N.de.R: Klimavicius), que somos la base guitarrera de la banda y hacemos dialogar las guitarras todo el tiempo, no solemos pasarnos discos jamás. Creo que no nos gusta un solo guitarrista en común (risas).

JI: Sí hay algunas bandas que compartimos entre todos, pero suelen ser pocas. The Lemon Twigs, Wilco, Big Star, por ejemplo.

AK: Lo que pasa con El Estrellero es que nunca agarramos un artista o una banda que nos interese para proponemos sonar así igual. Sino que absorbemos pequeñas cosas que nos gustan y todo eso se transmite a lo que hacemos. En mi caso, por ejemplo, estoy escuchando mucha música clásica y lo que toco en la guitarra ahora me doy cuenta que tiene arreglos que son muy de lo clásico. Cierta cosa épica o arreglos de orquesta que se me ocurren, pero que no los puedo tocar porque no tenemos una orquesta (risas). Entonces los toco con la viola. Pero va por ese lado, agarrar cosas que nos gustan y pintarlas con nuestros pinceles.

JI: Sí, lo que ocurría con la música clásica es que generalmente eran composiciones que se hacían para una batalla o una guerra que se estaba desarrollando. Nosotros no tenemos esa realidad en Argentina y en La Plata, menos. Buscar la épica desde ese lado sería difícil. Sin embargo, la sonoridad la podés buscar. Entonces, hay algunas reminiscencias, en Los Magos, sobre todo, que tienen esa búsqueda de un solo épico marchoso, casi bélico. Tal vez no surge como algo intencional, pero sí se da a partir de esa búsqueda de lo emotivo que tenemos los cinco.

AK: Es la sonoridad y la sensación que nos transmite escuchar esa música. No copiamos, sino que buscamos comunicar esa sensación y que le llegue a la gente que nos escucha.

AZ: Juan, vos sos bastante fan de los Beach Boys. Santiago Motorizado citó como marco de referencia del último disco de El Mató a Pet Sounds, sobre todo en términos de nueva búsqueda sonora, trabajo por capas y cuidado de los detalles. ¿Ustedes también lo ven como una posible referencia?

JI: Creo que sí. Para mí los Beach Boys representan una influencia clara. Es la banda que más me gusta explorar su sonoridad, más allá que los primeros discos no tienen mucho lugar para la exploración. Creo que Brian Wilson, cuando agarró la locura de la producción con Pet Sounds o con Smile, encontró un horizonte que me gusta explorar. Son gustos compartidos en la banda.

AZ: Algo muy interesante de ambos discos es cómo alternan las voces, que no haya un cantante establecido, el uso de las armonías vocales y que todos los miembros aportan arreglos y sutilezas con sus instrumentos. ¿Cómo trabajan la composición de las canciones?

JI: En este último disco se rompió una barrera que había. Cuando El Estrellero empezó era más que nada una unión de Lautaro (N.de.R: Barceló) y mía. Empezamos a trabajar sobre una base de canciones y cuando se fueron sumando todos ya había algo hecho. Ahora, en cambio, ese ida y vuelta entre nosotros dos (N.de.R: señala a Lautaro) se vio reforzado por el resto: en Los Magos hay dos canciones con participación en la composición de Alejo (N.de.R: Klimavicius), por ejemplo.

LB: Nos damos cuenta que, desde la individualidad, estamos todos aportando muchas cosas y ya trasciende el hecho de quién compone, quién canta o quién mete el solo de guitarra. Ya hay un diálogo que es muy de banda. En un momento sí, todo se resumía a Juan (N.de.R: Irio) y yo. Pero ahora estamos muy detallistas y laburantes entre todos adentro de la sala para así poder encontrarle el sonido y la vuelta a las canciones.

AZ: Siempre el segundo disco suele ser un desafío, pero Los Magos da la impresión de consolidar un sonido. ¿Creen que ya terminaron de darle forma a una identidad que es propia de El Estrellero?

JI: Sí, en Los Magos ya aparece una impronta de la banda bien definida. Ya nos conocemos y sabemos adónde va cada uno, en dónde juega más cómodo cada uno y todo sale de memoria. Como un equipo de fútbol. Lo bueno de esta banda es que somos todos muy cambiantes: sabemos a dónde vamos, pero no es que hacemos siempre lo mismo sino que buscamos sorprendernos. Ahora hay un manejo grupal que antes no existía, ahora es más un grupo que la suma de cinco personas.

AZ: En la música de El Estrellero hay reminiscencias orientales:  algunos riffs de guitarra y la palabra Oriente que aparece en varias letras. ¿Tienen una fascinación con Medio Oriente?

JBL: Sí, de hecho hay una canción que se llama “Corea del Norte” (risas). Más allá del nombre, es tal vez la que más representa esa estética. La musicalidad, cómo está compuesta y los arreglos, me remiten mucho a Oriente y a esa cosa medio desconocida.

GJ: Más allá de lo geográfico, sería lo espiritual.

LB: Las citas a Oriente son como desde una mirada medieval del lugar. Oriente, antes de ser colonizado por Occidente a partir de las últimas guerras que hubo ahí, era un lugar que implicaba misterio. La gente adinerada de Occidente podía viajar ahí y volvía con conocimientos sobre medicinas alternativas, filosofía o esoterismo, y terminaban siendo seres excéntricos.

GJ: Sí, terminaban siendo personas que no encajaban en Occidente porque volvían con ideas que no estaban aceptadas en el mundo que vivimos nosotros.

JI: La primera cita a Oriente ya aparece en “La fórmula”, la primera canción del primer disco. Ya desde ahí fue como que empezamos a plantear que la música para nosotros era algo más espiritual. Esa canción habla de la música y de la relación que uno tiene como oyente con lo que escucha: algo que te transporta, te abraza y que te termina esclavizando de alguna manera. Es algo de lo que no podés salir. Te gusta escuchar y no podríamos vivir sin escuchar música.

AZ: Es como una fascinación que puede tener algún componente historiográfico, pero es más que nada una metáfora para hablar de la noción de misterio y el componente espiritual de la música.

LB: Es que está todo relacionado y es la mejor metáfora. Es la cita a un mundo mágico perdido.

JI: Nosotros, además, somos occidentales. Y para la gente que vive acá todo lo que ocurre en Oriente remite a misterio.

AZ: En las letras hacen referencias a magos de cierto tono sombrío, reyes y cortes que deben ser quemadas. ¿Es una búsqueda que tiene que ver con filtrar críticas con contenido sociopolítico a través de lo fantástico o lo medieval?

JI: Sí, es algo que está presente. No son referencias a situaciones concretas en particular, sino hacia todas las situaciones por las que pasamos en las que hay siempre un rey y un grupo de súbditos. Lo vivís constantemente, en cualquier situación tenés eso presente. Quizá, coyunturalmente ahora en Argentina, hay una sensación de crisis: tal vez no sólo de crisis económica, sino de liderazgo. Eso sucede desde hace unos años, no sabés a quién seguir y hasta dónde podés seguir confiando en esa persona a la que venías siguiendo. Pienso que es algo histórico. Sin hablar de nada en particular, creo que es una sensación que está latente y actualmente todavía más.

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AZ: En “Los traidores” hablan del poder, y el arte de tapa de Los Magos incluye a Kim Jong-un, una figura política ya de por sí polémica.

JI: No es un detalle menor que esté con los ojos cerrados. Es como el líder casi ciego que no se sabe si está condenado a muerte o si está siendo enaltecido por todos los que están atrás. Las caras de quienes están por detrás son espejos, son como un reflejo de lo que ven.

AZ: En la música de El Estrellero parece estar por un lado esa épica de la que hablaban antes y, por otro, cierta elegancia en cuanto al tratamiento de la canción. ¿Pueden encontrarse ahí posibles relaciones con cierta tradición del pop como género, dada a partir de cierta cuestión nocturna o misteriosa?

JI: Sí, para mí existe y sobre todo en los temas nuevos que aún no salieron. Creo que hay una presencia más elegante, más nocturna. Más moderna. Trabajamos mucho las dicotomías, las contradicciones. Usamos la referencia a la luz (cuando hablamos de lo que brilla) pero tenemos que hablar sí o sí de la noche y de la oscuridad para que exista esa contradicción y esa lucha. En muchas canciones se puede ver que hablamos del día y que también de repente hablamos de la noche. Mencionamos la luz y oscuridad, o la gloria y la caída. Siempre vamos hacia lo más luminoso, pero haciendo referencia a lo oscuro. En las canciones nuevas veo un espíritu más ochentoso, como posible lugar al que estamos yendo. No es que vamos a ser una banda que suene a los ’80, pero veo algunos sonidos  que no tienen ni Los Magos ni Drama.

LB: También nos pasa que nos gusta un poco de todo. El lenguaje que se generó para armar Los Magos se cerró el día que se cerró el disco. Y, en el próximo álbum, va a pasar lo mismo. Seguramente tenga esa cuota altísima de lo que estamos diciendo ahora. Es música para bailar y eso lo va a tener. Hay que ver con qué más nos encontramos y hasta dónde llegamos. Lo bueno es que la banda siempre explora y es divertido. Tratamos de no aburrirnos en la sala. Hay que hacer cosas nuevas todo el tiempo.

JI: Además, creo que, de Drama para acá, la banda está dejando de ser tan introvertida. Las canciones de Drama tenían mucha introspección. En Los Magos hay una salida hacia afuera y eso hizo que las canciones fueran más movedizas. Buscan un poco más el baile. Porque los shows son también un poco más movidos, más vibrantes que al principio, que estábamos un poco más estáticos.

AZ: El año pasado estuvieron en el Festival BUE. ¿Cómo fue esa experiencia?

 JI: A mí me encanta tocar en esos lugares. Es un evento lindo y nos vio un montón de gente. ¿Cuándo vas a coincidir en una grilla con Wilco, Flaming Lips, Juana Molina? No teníamos tanta pirotecnia como Flaming Lips (risas). No había una cuestión de ego tampoco de “queremos tocar porque queremos estar a la altura de ellos”. Al contrario. Es una cuestión de compartir un mismo evento con gente que admirás.

LB: Creo que nos vio más gente que en cualquier otro show. Fue hasta mi mamá.

AZ: ¿No se superpusieron en horario con el show de Wilco?

GJ: Coincidimos con el final de Flaming Lips. Además, tuvimos la presión de tocar después ver a Wilco. No querés tocar después de ver ese tipo de show (risas).

AZ: ¿Los músicos de Wilco los vieron tocar?

JI: Sí, de hecho salimos con ellos la noche anterior y Lautaro (N.de.R: Barceló) estuvo con ellos este año.

LB: Los fui a visitar a Estados Unidos. Ya tengo relación (risas).

AZ: ¿Algún consejo que te hayan dado? ¿Algo que te hayan dicho?

LB: ¡Les re gustó el show nuestro! Terminó y yo estaba muy nervioso. Nunca lo dije públicamente. Fuera de que, la situación de conocerse fue muy humana y natural, después caés en la cuenta de que te fueron a ver y te cagás todo. Fue re fuerte. Me mandó un mensaje John Stirratt (N.de.R: bajista de Wilco) diciendo “la rompieron”. Y yo dije: “Sí, la rompimos”.//∆z

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