Steven Wilson, líder de Porcupine Tree, editó su cuarto álbum solista: Hand. Cannot. Erase. AZ hace un análisis detallado de la obra que Wilson va a presentar el 12 de mayo en el Teatro Vorterix. 

Por Juan Alberto Crasci

Corre el año 2015, mucha agua ha pasado por debajo de los puentes del rock progresivo y de los álbumes conceptuales. Sin embargo Steven Wilson continúa la senda del ganador iniciada con Porcupine Tree, su banda, en Fear of a blank Planet (2007), y con su anterior disco, The raven that refused to sing and other stories (2013) y nos entrega su cuarto álbum en solitario, esta obra maestra del… ¿rock progresivo?, ¿pop?, ¿metal? Vaya uno a saber… Lo que queda en claro luego de escucharlo es la pericia de Wilson para componer, arreglar, elegir a los músicos indicados para la banda y hacer sonar cada una de las canciones de forma completamente perfecta.

La historia –real– de este disco conceptual es simple: una mujer llamada Joyce Carol Vincent se muda a Londres. Un día desaparece y nadie la busca. A pesar de ser joven, de tener muchos amigos y una familia numerosa, nadie la extrañó ni la necesitó durante mucho tiempo. Finalmente es hallada muerta en su departamento 3 años después. Las letras del álbum están escritas en primera persona, desde la perspectiva de una mujer –Joyce Carol Vincent– y la música pasa por distintos estadios, de acuerdo a los climas y al desarrollo de la historia.

Quizás el aspecto más notorio y contrastante con respecto a la producción anterior de Steven Wilson en su faceta solista –en la que sobresalían los intrincados pasajes instrumentales cercanos al rock/metal progresivo y las variadas texturas ambientales– sea la incorporación de sonoridades extremadamente electrónicas y bases de batería programadas. Pero estas, lejos de aplacar o achatar las cualidades de los instrumentistas implicados en el disco, generan nuevas texturas y abren a Wilson un abanico de posibilidades compositivas para seguir explorando en futuras placas.

Para comprender a grandes rasgos ante qué clase de disco estamos, podemos dividir las once canciones en tres grandes grupos: a. los breves interludios (First RegretAscendant here on) que abren y cierran el disco con texturas sutiles y pequeñas melodías de piano; b. las canciones pop (Hand. Cannot. Erase.Perfect LifeTransienceHappy Returns), que sorprenden por el acercamiento al rock suave y al pop –con el que Wilson coqueteaba en Porcupine Tree–, por sus afables melodías y sus estribillos tarareables; y c. las canciones progresivas (3 Years OlderRoutine, Home Invasion, Regret #9, Ancestral), más reconocibles para el oyente medio de Wilson y Porcupine Tree, por las extensiones de las mismas, su acumulación de partes y las variantes y complejidades en las métricas y en las rítmicas, en las que se lucen sobre todo el baterista Marco Minnemann y el guitarrista Guthrie Govan. La banda estable la completan Nick Beggs en bajo, Adam Holzman en teclados y Theo Travis en saxos y flautas, quienes ya trabajaron en el anterior disco, The raven that refused to sing and other stories. Wilson se hace cargo de la composición, arreglos, voces, guitarras, teclados y bajos. Otra particularidad de esta placa es la inclusión de la cantante israelí Ninet Tayeb, que se complementa de maravillas con Wilson y adquiere un rol protagónico en Perfect Life y en algunas estrofas de Routine.

Pero todo es engañoso en el mundo de Steven Wilson y la arbitrariedad de esta división sólo funciona como un leve acercamiento a la obra, porque las canciones pop no lo son tanto cuando vemos que las melodías suaves están montadas en compases compuestos de 7 o de 9 tiempos, o que los extensos y rebuscados temas progresivos contienen bases electrónicas demasiado distantes del universo progresivo tradicional. Una escucha atenta revela capa tras capa de sonido, de instrumentación, de arreglos y un balanceado desajuste entre géneros. Predomina la mixtura, la hibridación, pero articulada de una manera tan sólida que no se ven los hilos del titiritero, razón por la cual es tan complejo como inútil querer encasillar esta obra dentro de un género determinado. Sabemos ya que las grandes obras traspasan todo intento de catalogación.

Steven Wilson es uno de los más grandes talentos de la música contemporánea. Pero, ¿ha inventado algo? No; ha modificado las fórmulas. Ha incorporado la complejidad musical a la melodía pop, y la tecnología de la música electrónica, la producción clara y el sonido actual –porque si algo hay que decir de este disco es que se escucha cada mínimo detalle de una manera increíble– a la complejidad progresiva y al virtuosismo instrumental al que nos tienen acostumbrados la mayoría de los músicos que transitan por estos caminos. Wilson maneja como nadie el arte del balance, y Hand. Cannot. Erase complacerá tanto al conocedor de la obra del músico inglés como a nuevos oyentes alejados de la órbita progresiva. Recomendadísimo. Sin lugar a dudas, uno de los lanzamientos más importantes de este 2015 que recién comienza.//z

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