Simon Reynolds en su nuevo libro Retromanía desmenuza el nuevo vicio de la cultura pop: el culto al pasado.

Por Joel Vargas

“Las últimas décadas fueron de museficación, del heritage, del pasado-espectáculo, las aldeas potemkin y los theme-parks históricos, lo que Ralph Samuel designó como ‘manía preservacionista’” afirmaba Beatriz Sarlo en su libro: Cultura de la memoria y giro subjetivo. Una discusión. Exactamente lo mismo pensó el filósofo griego Cornelius Castoriadis cuando aseveraba que “las obras del espíritu ya están casi completamente transformadas en ornamentos o monumentos  funerarios”.  Retromanía, el último libro de Simon Reynolds, profundiza estas cuestiones. Estudia de manera exhausta la nueva droga que nos dio la cultura pop: lo retro. Reynolds es un vademécum viviente que va hilvanando diferentes aspectos de este fenómeno: vintage vs retro, las reuniones de bandas, el mash-up, las reediciones, el “zoológico” nipon  de clones de los artistas y el mundo de los hipsters.

No es la primera vez que Caja Negra edita a Reynolds, en el 2010 vio la luz Después del Rock. Psicodelia, PostPunk, Electronica y otras revoluciones inconclusas. Una selección de ensayos, a cargo de Pablo Schanton, que fue la introducción al mercado hispano de la obra de, quizás, el más importante crítico musical de los últimos tiempos. El compendio de textos elegidos muestra las diferentes obsesiones de Reynolds por el mundo de la música.

Allá por el año 2008 Simon escribía en la revista GQ Style: “el rock continua saqueando la tumba de su propio pasado infecto de gusanos”, extracto de un articulo llamado “El agotamiento de la innovación de la música pop en la primera década del Siglo XXI” (este ensayo está incluido en Después del Rock), y siguiendo al semiólogo Eliseo Verón cuando dice que “todo discurso remite a otro anterior”, a esta cita de Reynolds se la podría hermanar con “todos esas mercancías son vendidas en nombre de la ‘vanguardia’ “, afirmación de Cornelius Castoriadis. Tranquilamente, siguiendo la terminología veroniana, el filosofo griego podría ser una condición de producción de Reynolds, más allá de las disputas de Castoriadis con la teoría estructuralista made in Roland Barthes que tanto cita Simon.

Vayamos a la matriz fundamental de Retromanía. En los museos dedicados exclusivamente a la música como el British Music Experience y el Rock and Roll Hall of Fame and Museum se pueden apreciar las vidas de los artistas más importantes de la historia del rock. Estamos en una era en la que esos sitios son los cementerios de los músicos. Ver a Johnny Rotten reducido a una postal de una tienda de recuerdos, fue el disparador para que Reynolds se sumergiera en el mundo de la ‘manía preservacionista’. Pero ojo, la obra no esta museificada, solamente los objetos, esas herramientas ayudaron a construir la música como puro fetichismo. En los escaparates vemos los souvenirs a través de un vidrio tratando de encontrar un poco del aura que ya perdieron hace mucho tiempo. En algunos casos se podría afirmar que el legado de musical de muchos artistas quedo reducido a un estúpido muñeco de cera. ¿Cuál podría ser una posible salida a este conflicto?  “Sólo un transformación radical de la sociedad podrá hacer del pasado algo que no sea un cementerio visitado en forma ritual inútilmente y cada vez menos por algunos parientes desconsolados y maniáticos”, otra vez Castoriadis. Es inevitable relacionar la obra de Reynolds con el mundo intelectual y académico, él se alimenta de diferentes edificios teóricos para terminar de darle forma a sus críticas y teorías sobre el mundo del rock. Él construye puentes.//z