En Earth, Neil Young expone la problemática ambiental reciclando su fórmula que combina versiones en vivo y grabaciones de estudio.

Por Matías Roveta

Neil Young utilizó muchas veces el recurso del vivo a lo largo de su carrera. Varios de sus mejores discos, de hecho, mezclan grabaciones de estudio con registros de conciertos: la mayor parte de Rust Never Sleeps (1979) surgió de tomas de recitales que luego se retocaron en estudio; “Rockin’ in the Free World” y sus críticas a las políticas neoliberales de George H. W. Bush abre, en formato acústico y en vivo, Freedom (1989); Harvest (1972) incluye esa frágil canción folk sobre los amigos caídos por la heroína, “The Needle and the Damage Done”, grabada en un show de 1971; las muertes a causa de la aguja, también, motivaron la inclusión de la versión live de “Come on Baby Let’s Go Downtown” en Tonight’s the Night (1975) y la misteriosa belleza de “Natural Beauty” cierra Harvest Moon (1992), sonando entre aplausos del público.

Earth es, también, un disco atravesado por ese mix vivo/estudio. No es para nada convencional, pero sí es muy bueno y, fundamentalmente, revolucionario en su propuesta. Doble, más de 97 minutos de duración y trece canciones que Neil Young grabó a lo largo de distintos shows con Promise of the Real, la banda de los hijos del enorme Willie Nelson: Lukas y Micah. Pero acá no hay himnos, nada parecido a la orgía de clásicos bajo el poder de fuego de Crazy Horse en Weld (1991). Apenas la hermosa balada de piano “After the Gold Rush”: su inclusión no es casual, sobre todo a partir de esa frase que habla de mirar a la “madre naturaleza en fuga”. Porque Earth agrupa canciones de distintos momentos de la carrera de Neil Young, pero no cualquier tipo de canción sino aquellas que ponen –en la mayoría de los casos y desde distintos ángulos- la cuestión del medio ambiente en un primer plano: así, Young profundizó el mensaje combativo de los rocks crudos de The Monsanto Years (2015) y dotó a Earth de un hilo argumentativo que lo acerca –sin llegar enteramente a serlo- a una obra conceptual. Porque hay matices, claro: el disco toca distintos temas como las injusticias que puede presentar el sistema de leyes, los alimentos alterados genéticamente, el poder destructivo de la guerra o el avasallamiento de derechos individuales que cometen las grandes multinacionales. Pero la denuncia de tono ecológico parece ser la constante: “¿Hasta cuándo podés alimentar este mundo regido por la codicia?”, le pregunta Neil Young a la madre tierra en la melodía redentora de armónica y órgano de “Mother Earth”, apenas empieza el recorrido. Y bien cerca del final el mensaje se mantiene: sobre las guitarras acústicas con aroma country folk de “Wolf Moon” agradece que esa misma tierra resista “el saqueo desconsiderado”.

Pero eso no es todo. El músico canadiense decidió llevar las cosas un poco más lejos: “Hicimos un disco en vivo y parece que apareció cada criatura del planeta”, dijo Young en su cuenta de facebook sobre Earth. Su mensaje de alerta sobre la preservación del planeta se hace extensivo al cuidado y respeto de todas sus especies. Neil Young llevó las grabaciones en vivo al estudio y las pobló con arreglos corales y principalmente sonidos de una extensa fauna: así, entre muchos otros ejemplos, la citada “Mother Earth” se funde en un furioso enjambre de abejas, el riff de “My Country Home” convive con el canto de un gallo y de un cuervo, en “Vampire Blues” los punteos bluseros se mezclan con sonidos de roedores o relinches de caballos, y la marcha densa de “Hippie Dream” se desvanece entre un solo de guitarra podrido, el vitoreo de la audiencia y lobos aullando.

El disco parece jugar todo el tiempo con los sonidos y las palabras. A veces esa defensa de los animales no solo está planteada desde algún efecto sonoro sino que se traduce en una letra: “No hables de ese hermoso pez muriendo en el profundo mar azul”, canta en “People Want to Hear About Love”, quizá pensando en océanos contaminados (es posible relacionar esa idea con la letra de “Vampire Blues” y su ataque a las petroleras). La perla del álbum es sin dudas la sentida melodía de “Western Hero” y su lírica como descargo antibelicista: el cierre de “Big Box” es con explosiones, gritos y bombardeos como para reforzar la idea porque, ¿no es acaso en una guerra cuando más se castiga al medio ambiente? En “My Country Home”, Young dice que prefiere vivir en el campo antes que padecer en una urbe y esa idea de reivindicar la vida relajada un espacios naturales se repite en forma de secuencias sonoras: en varios pasajes se escuchan bocinazos, sirenas de ambulancias y muchedumbre, todo un recordatorio de cuán estresante puede ser vivir en la ciudad. Ante eso, contrapone los sonidos de la naturaleza: las olas rebotando en la orilla, una noche de verano al aire libre con grillos, ranas y una brisa relajante.

Otro de los aspectos interesantes de Earth es que presenta una nueva faceta musical en la carrera del músico. En Crazy Horse Frank “Poncho” Sampedro se suele someter a la disciplina rítmica con su guitarra mientras Neil vuela en interminables solos; pero acá junto a Promise of the Real se estable un nuevo diálogo de las guitarras: no es una sino tres violas con roles protagónicos. En “Big Box” los punteos voladores de Young y Lukas Nelson se intercalan o se superponen y en “People Want to Hear About Love” se debaten en una dinámica de llamada-respuesta. Pero la canción emblemática en este punto es la épica de 28 minutos de “Love and Only Love”: porque, sí, es cierto que regala varios solos memorables con su Old Black, pero también en uno de los varios pasajes de zapada instrumental Neil Young descarga andanadas de distorsión pesada, mientras Lukas Nelson establece un jugueteo funk y su hermano Micah crea texturas con delay. Lo mismo con los riffs cruzados de “Seed Justice”, la única canción del disco que hasta ahora no se había editado y se presenta como novedad. La letra es igual de decisiva y resume con claridad su identidad como músico a lo largo de su extensa trayectoria: Neil Young aclara que va a seguir denunciando la codicia de las corporaciones, esas mismas que son el blanco de sus ataques en The Monsanto Years. Es la cruzada de un viejo hippie que no piensa abandonar su causa y, por si quedaba alguna duda, masculla enfurecido en el estribillo: “¡No voy a renunciar!”.//∆z