Después de cinco años, The Hives vuelve con Lex Hives, su quinto disco de estudio. Además de los riff y estribillos pegajosos, prueban con el blues, el soul y el rock and roll clásico.

Por Gabriel Feldman

¿Siguen vivos?, es lo que uno puede pensar cuando aparece la noticia de un nuevo disco de The Hives. Y como lo demuestra Lex Hives, los suecos más elegantes están de vuelta. El hecho es que pasan más tiempo girando y tocando en vivo que en el estudio. Y algo que siempre les ha costado es poder traducir la potencia y locura de sus shows a un disco. Su desfachatez y explosividad -sobre todo en la performance de su cantante y frontman, Pelle Almqvist, más showman que cantante– no logra concretarse en un puñado de canciones.

Son doce canciones que pasan volando: apenas cuatro superan los tres minutos. Arranca con “Come On!”, una arenga contenida en un minuto, donde se escucha a un público extasiado de fondo y Almqvist les repite una y otra vez la misma frase hasta el hartazgo: Come on! Come on! Everybody come on! Después de las primeras 48 veces queda bastante claro el mensaje.

Con un dejo AC/DC, la primera mitad se resuelve en canciones intensas en dónde la canción se titula como la frase del estribillo. Y por un momento – exactamente 2:52– en “I Want more” Niklas, el mayor de los Almqvist, toma prestado un riff de Angus Young y hace que los Hives se conviertan en una banda de rock hecha y derecha (cuadrada, quizás) como la australiana.

En Black and White (2007), intentaron alejarse de las barreras del garage-rock incorporando elementos del funk (T.H.E.H.I.V.E.S.), dándole a sus canciones más ritmo que impacto, apelando a un buen groove antes que a volarte la cabeza a pura potencia. Con Lex Hives van de nuevo a por las cabezas, pero mientras más estilizado/pulcro sea, mejor. Devo se erige así como el modelo a seguir en “Go right ahead” y “Wait a minute”.

“Take Back the toys”, efusiva y sin vueltas, abre la segunda mitad del disco. Y desde ahí los suecos empiezan a marear. Como camaleones, van cambiando según la ocasión: de un blues-soulero (el teclado de corte góspel le gana la pulseada a la guitarra) que parece sacado de la cabeza de Dan Auerbach (“Without The Money”), pasan a reconstruir su pasado garagero más crudo y estridente con “These Spectacles Reveal The Nostalgics”, para terminar el disco con un rock n’ roll clásico celebrado entre palmas y arreglos de saxo (“Midnight Shifter”). Este último tramo desconcierta de un minuto a otro (de dos minutos a otros dos minutos, para ser más exacto). Van abriendo puertas y probando terrenos nuevos, en dónde la única constante es la actitud de ir al frente. El lado B parece más un experimento en todo caso.

Luego de cinco años The Hives volvieron en buenas dosis de adrenalina. Como ilustra la tapa, Lex Hives funciona más bien para que los focos los apunten de nuevo y podamos responder afirmativamente a nuestra primera pregunta: Sí, los Hives siguen vivos (y probando).//z

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