Yo sé lo que envenena es un ensayo sobre la amistad, con profundo espíritu de conurbano bonaerense y con Almafuerte como banda de sonido y leitmotiv.

Por Agustín Argento

Es difícil encontrarle un punto flojo a la ópera prima de Federico Sosa. Las actuaciones de Sergio Podeley, Federico Liss y Gustavo Pardison son exactamente lo que el guión requiere. A falta de presupuesto, Sosa explota hasta el último recurso disponible en cámaras y edición para que no parezca una producción amateur (en el sentido económico, por supuesto); combina a la perfección planos, lentes y luces, lo que muchas veces es más difícil y jugado que manejar elementos como grúas, drones o hacer travellings (sólo hay uno al comienzo de la película).

La historia, por si fuera poco, es una mezcla de originalidad con cotidianeidad. Los fracasos sociales siempre son representados por perderores o incomprendidos sociales (Tanguito, Martín H y Nada Solo son sólo unos ejemplos), pero pocas veces se muestran como algo natural. En este filme, los amigos Rama, Iván y Chacho son tres luchadores del día a día; tres amigos que pierden más de lo que ganan, como le pasa a cualquier persona. Y acá radica el poder narrativo de Sosa: mostrarle al espectador que las historias están en la casa del vecino o, todavía más cercano, en uno mismo.

Iván tiene una banda cualunque de heavy metal y persigue el sueño de conocer a Iorio. Chacho se vino del campo para probar suerte como actor. Rama es un motoquero chamuyero, que quiere conquistar a la novia de un colega fallecido. En ningún momento son pibes derrotados; todas las derrotas se muestran como las que nosotros tenemos todos los días y las toman con el verdadero sarcasmo del porteño. Se saben en la lona, pero pelean constantemente por salir. Esa visión intimista adoptada por el cine argentino desde el europeo (sobre todo del francés) queda descartada en Yo sé lo que envenena, convirtiéndola en una película que por su impronta nacional -en el sentido identitario, no panfletario- puede ser una pieza fundacional.

Que la banda de sonido sea Almafuerte no es algo que debiera llamar la atención. A diferencia de lo que sucede en Capital, en el conurbano el heavy metal desplaza al resto de los estilos musicales. Con una impronta de trabajador ciudadano, las letras de Ricardo Iorio pegan muy adentro en esa masa obrera (obrera de todos los rubros, hasta de la administración) que recorre las líneas de ferrocarrilles para llegar a sus empleos en la city. Y luego de 30 años en la música, Iorio -con todas sus contradicciones y facetas criticables- ya se ganó un lugar en el podio de la música local (rock nacional es otra cosa, mucho más “refinada”).

¿Qué más se puede decir de una película que emociona en la risa y que hace reflexionar con una cerveza mediante? El equipo entero, que obviamente excede al director, captó el espíritu del guión y trajo a la pantalla grande una pieza que será recordada por su pureza a la hora de mostrar un sentimiento que rompe todas las barreras: la amistad.//∆z

Yo sé lo que envenena se proyecta todos los jueves de octubre en el Centro Cultural de la Cooperación, Corrientes 1543.