Tras un encuentro revelador en su última gira por México, Maxi Prietto decidió empezar grabar en su casa un disco de boleros clásicos que fue subiendo sucesivamente a su página de Bandcamp. Aún con posibilidades de expansión, Prietto construye el sonido de la última noche.

Por Gabriel Feldman

Es de noche en el Distrito Federal mexicano. De noche y hay que hacer algo. Sobre la calle Isabel la Católica hay un bar, un antro para pasar las horas. Maxi Prietto había vuelto a esa ciudad para presentar su viaje al cosmos y aprovecha esa noche, la última noche en la ciudad, para tomar unas cervezas, sin saber acaso que, al cruzar la puerta de entrada, encontraría la inspiración para su nuevo disco, La última noche, uno compuesto de versiones de boleros clásicos.

En esa cantina de paredes rústicas y techos con humedad donde borrachos verborrágicos brindan con extraños mientras entrelazan anécdotas con alcohol, había un hombre elegante parado en el centro del salón, Alberto, vestido de traje, chaleco y corbata, con un requinto recauchutado en el pecho y mil boleros en el corazón. Cantaba entonces éste ser iluminado de setenta y dos años, como un estandarte entre los taburetes de la barra y las pocas mesas, y los extraños lo acompañaban a coro, alzando sus voces, aullándole al mañana con los vasos en alto, recordando viejas penas y asperezas del amor. Prietto, en la barra, observaba. Y cuando el viejo Alberto parecía no saber más –cuenta en el texto que viene adjunto con las canciones– alguien comenzaba a entonar un viejo bolero olvidado, entonces la voz del requinto surgía memoriosa, impecable, con el respeto que la ocasión merece, por ser el caso de la última noche.

“Otra vez a brindar con extraños y a llorar por los mismos dolores”, nos canta Maxi en “En el último trago”homenajeando al mexicano José Alfredo Jiménez, quizás la descripción más acabada de la génesis de éste proyecto.

Si bien parece una materia inusual para nuestro héroe suburbano de la guitarra, los boleros elegidos –mayoritariamente de autores aztecas: Jiménez, Álvaro Carillo, Agustín Lara y Ramón Ayala, entre otros– guardan en su interior historias melancólicas, de desamor y compañerismo, que no desentonan con su repertorio de Prietto Viaja al Cosmos con Mariano ni con el universo de cantina que proyectan Los Espíritus. Canciones  como “El monstruo”, “Canción de Olivia”, “Verano Fatal” y “Lo echaron del bar”, pueden atestiguarlo. De ahí a que pase a honrar al panameño Carlos Eleta Almarán en el clásico “Historia de un amor” o a Carillo en “Sabor a mí” hay solo un paso.  Lo cierto es que donde Prietto pone su guitarra y voz, sea rock, blues o, en este caso, clásicos boleros, termina invariablemente teniéndose con su impronta y cobrando ese espíritu psicodélico-narcótico que le conocemos. Así, “Un mundo raro” abandona su envoltorio tradicional y maravillosamente se convierte en una crónica desesperada, con percusión minimalista y coros trastornados.

Una edición casera, sesiones grabadas en su casa, interpretado y grabado por él mismo, ésta entrega está compuesta (por ahora) por dieciocho canciones, con el deseo de agregar nuevas en el futuro. Y así seguir construyendo el playlist definitivo de una última noche.//z

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