Francisco Bochatón presentó en Ultra Bar La Vuelta Entera, su último trabajo discográfico,en otra entrega de El Festival del Aire Acondicionado.

Por Joel Vargas

Fotos de Flor Videgain

Era casi la medianoche cuando Francisco Bochatón, el heraldo del Nuevo Rock Argentino, apagó las llamas del fuego que él había iniciado dos horas atrás en Ultra Bar. En ese incendió presentó su último disco La Vuelta Entera, editado a fines del año pasado luego de un gran silencio discográfico de cinco años.

El Bocha tiene el fuego sagrado. Posee la cualidad de abrirte el pecho con sus canciones. Sus letras te arrebatan el corazón. En el mismo instante que hace esto lo besa, y con sus manos llenas de luz lo acaricia.  Abre su propio pecho, lo pone junto al de él. Sincroniza sus latidos con los tuyos. En realidad no es un robo, es un préstamo. Lo cuida. Hasta lo manosea un poco, pero no de forma vil sino de manera tierna.

Justo cuando el reloj marcó las diez la banda salió a escena. El comienzo fue con tres joyas de La Vuelta Entera: “Invisible”, “Cuantas veces más” y “Mapa de Río” que se sucedieron una detrás de la otra. Esas fueron las primeras llamas noventosas. En vivo suenan mucho más salvajes, histriónicas y crudas que en el álbum. Ahí nomás, pegaditas a esas sonaron “Feliz Cumpleaños”, “Maratón de Torturas” y “Hojas de Alcaucil”, un trío que hizo vibrar a todos. La backing band del Bocha tiene nervio punk, pasión y pulso. Fernando Kabusacki es él que más se destaca, un científico oscuro de las seis cuerdas, a lo largo de toda la noche demostró su virtuosismo innato.

Bochatón cuando toca de manera eléctrica es un león agazapado, mide y estudia a su presa, su público. Sabe lo que tiene que hacer, es instinto puro. Aunque cuando el universo es acústico, los devora de un bocado. Eso fue lo que paso cuando quedó solo en el escenario. Se entregó por completo al incendio mimetizándose con los corazones de todos. Su voz los desnudó con el acusticazo de la noche con una trilogía dulce y melancólica: “Puerto Amar”, “Luces” y “Las Almas”. Luego volvió la rabia distorsionada con “Gaviota”, “Tu voz se va” y “El Gorila” donde Kabusacki se terminó de encender con punteos y yeites dignos de un alquimista rockero. Uno de los momentos épicos fue cuando el Bocha hizo una cirugía a corazón abierto con el estribillo inmortal de “Pinamar”. La primera parte del show terminó con “La vuelta entera” y “Lorca”.  Los dejó sedientos.

El rock volvió luego de un intervalo de diez minutos con “Puedes venir”, una de las grandes canciones del año pasado, y el himno para los que tienen el corazón roto: “Sábado”.  Esta segunda parte fue muy intensa: “Mundo de acción”, “El candado” y “Caja de Zapatos” fueron las canciones seleccionadas para cortarles la yugular a todos. “Ahora vamos con los bises”, dijo el Bocha extasiado y primero tocó “Luces negras”, un festín. Luego alguien del público gritó “Balvanera”,  Franciscó contestó  “te voy a hacer caso” y arrancó con su aguafuerte del barrio porteño. Pegadita sonó “Amor en el aire”. La banda abandonó el escenario, él no quería bajarse: “gracias por tanto me quiero ir con esta canción” y terminó el ritual con “Pastillas Celestes”. Dejó huellas, caló hondo en el espíritu, derrochó sonrisas, trances y hasta nos llevó a su mundo, que también es el nuestro. Nos devolvió el corazón prendido fuego, renovado, elevado, curado.