En los ’60, cinco directores provenientes del mundo de la publicidad confluyeron en una etapa de apertura, experimentación y sutileza en el cine argentino. Un repaso por algunas de las películas clave de la época. 

Por Gustavo J. Castagna

Será cuestión de recordar cuántos acontecimientos relacionados al cine ocurrieron por acá durante la década del 60. No como mera ilustración del tema de esta nota sino para comprender el carácter heterogéneo de esos años: convivencias estéticas extrañas, materiales en franca oposición ideológica, directores y películas fundamentales. Veamos.

Entre otros temas, la década marca el éxtasis, ocaso y desenlace de La Generación del 60, que para algunos historiadores tendrá como último exponente el debut de Leonardo Favio como director con Crónica de un niño solo. Por otra parte, en 1966 comienza a construirse el cine político militante y clandestino a través de la dificultosa gestación y luego exhibición de La hora de los hornos. Y al borde de los ’70, por si fuera poco, se estrenará Invasión de Hugo Santiago con argumento original de Borges y Bioy Casares.

Ya con estas novedades, más que suficientes, los ’60 del cine local se destacan por su generosidad estética y las novedades y problemáticas que fueron representadas desde una sala convencional o una función clandestina en un domicilio privado. Pero hubo más.

Acaso como una zona poco difundida y recordada, tal vez debido a la brevedad y al carácter efímero de la propuesta, sumado a que las películas no tendrían una difusión importante, pocos recuerdan al llamado Grupo de los 5 y al puñado de títulos gestado por directores provenientes de la publicidad.

Tres o cuatro años de historia propia, no más de una decena de films (terminados o no), una limitada circulación de esas obras y un abanico temático y formal donde se concilian el happening, la performance, la improvisación, las influencias del Instituto Di Tella y una lectura subliminal del contexto político y social representarían los parámetros del grupo. Claro que el Di Tella, ubicado en la llamada “Manzana Loca” con la Galería del Este, el bar “Moderno” y la Plaza San Martín como lugares iconográficos de esos años, constituiría el transparente paisaje del grupo publicitario interesado por el cine. Pero no sería el único.


Inventar los juegos: The players vs. Ángeles caídos (1969), de Alberto Fischerman

Acaso la película más influenciada por el Di Tella (trabajan varios de sus emblemas actorales, como Cristina Plate), el relato se circunscribe a la lucha por ocupar un espacio (alegórico) entre Players y Ángeles en medio de juegos, bailes, canciones, sensaciones lúdicas, representaciones teatrales y un propósito notorio por convencer a un espectador habitué (ahora, a través de las imágenes) del centro cultural ubicado en Florida 936. Avanzada “la trama” se muestra durante más de cinco minutos una fiesta del Grupo de los 5, a pleno jolgorio, donde la improvisación y el detalle ganan la partida por encima de cualquier estructura premeditada acorde a un guion previo. Una fiesta donde aparecen los integrantes del grupo junto a los actores y técnicos en un virtual happening que en más de una ocasión exhibe a los intérpretes rompiendo la cuarta pared.


Retrato sobre el pesimismo: Tiro de gracia (1969), de Ricardo Becher

Una obra esencial del grupo debido a sus múltiples posibilidades de interpretación sobre el contexto y en relación a los años por venir. Basada en la novela de Sergio Mulet (también incendiario protagonista central), la película navega entre charlas y borracheras en “El Moderno”, rupturas de parejas junto a reconciliaciones y nuevas peleas, un inicio contundente relacionado a esos años violentos y un taxi boy como novedad temática. Como si algunos de los personajes de La Generación del 60 hubieran pasado por alto su ocaso (tal vez aquellos de Los jóvenes viejos o La terraza), al elegir un modo de vida más social y menos solitario, en Tiro de gracia impera el pesimismo llevado al extremo y un nihilismo feroz y desencantado que contrasta con el compromiso político de esos espectadores que no tan lejos de La Galería del Este veían La hora de los hornos en una función clandestina. El trío Manal (Javier Martínez también actúa) se encargó de la banda de sonido con un tema central fabuloso y más que representativo de un estado de ánimo: “Estoy en el infierno”, letra y música en perfecta combustión con las imágenes.


La vida de un publicista: Mosaico (1968), de Néstor Paternostro

El ABC del Grupo de los 5 y el espejo desde el que hay que mirar(se) para entender esta época de nuestro cine. Federico Luppi interpreta a un publicista reconocido planificando una campaña sobre los Cigarrillos Pink Horse, destinado a la mujer. Jingles, discusiones, castings, la vida privada del personaje central (fragmentada a través de planos cortos como si se filmara él mismo) y la aparición de la actriz-modelo Perla Caron como el rostro y la figura ideal para el consumo de los Pink Horse, constituyen el marco celebratorio y honesto de la propuesta de Paternostro. Film al mismo tiempo didáctico que hoy no podría concebirse (cigarrillos, claro), Paternostro volvería a tocar una cuerda semejante en Paula contra la mitad más uno (1971), alocada comedia donde el director intenta (con resultados desiguales) fusionar su estética publicitaria con el fútbol, la Bombonera, el plantel de Boca campeón en 1969 y entrevistas que incluyen a aquel mandamás presidencial Alberto J. Armando. La modelo Dimma encarna a la líder de un grupo de gangsters que secuestra a los jugadores de Boca, en tanto Luppi, Juan Carlos Gené y Raimundo Soto personifican a los herederos de Al Capone en trance caricaturesco.


Un film que no fue: El proyecto (1968), de Juan José Stagnaro

Juan José Stagnaro

El chiste es fácil pero así ocurrió: una película que nunca se terminó con semejante título. El gran fotógrafo “Buby” Stagnaro (venía de crear la luz en El romance del Aniceto y la Francisca y luego sería el DF de Nazareno Cruz y el lobo), no conforme con su proyecto, decidió abandonarlo y así (no) edificar su opera prima donde actúan Luppi, Julia Von Grolman, Héctor Pellegrini y la archifamosa modelo Claudia Sánchez (“LM, marca su nivel”). Stagnaro tendría su revancha y recién en 1975 estrenaría Una mujer (con guión original de Aída Bortnik y Osvaldo Soriano), ya no afiliado al mundo de la publicidad y sí como referente de un clima político entremezclado con la historia intimista de una mujer que intenta reinsertarse en la sociedad luego de cumplir una condena en prisión.


Un matrimonio: Juan Lamaglia y Sra. (1970), de Raúl de la Torre

El futuro director de Pobre mariposa y El infierno tan temido realiza una opera prima en concordancia con los tips del Grupo de los 5 pero sin espacio para la improvisación y el libre albedrío. Más aun, el mismo argumento que describe a una pareja inestable desde los afectos, un hombre y una mujer de clase media alta, sería el primer eslabón en el cine del director donde ya anuncia determinadas temáticas afines (Crónica de una señora; Sola). La faceta publicitaria del realizador, en todo caso, aparecerá en determinados cortes que propone el montaje y en la forma en que se cuenta la historia: una construcción en paralelo de dos vidas que rozan (o más que eso) la infidelidad. Juan Lamaglia y sra., a diferencia de las otras películas del grupo, tuvo un estreno comercial acompañado de una importante difusión que repercutió favorablemente en boleterías.


EL FIN Y LOS DESVÍOS

Pero si los objetivos del grupo nunca fueron apuntar a un espectador masivo, en los comienzos de los años 70 el clima se tantea como muy diferente al de cinco años atrás. Si el Grupo de los 5 recurrió al mensaje directo para opinar sobre el contexto (Tiro de gracia), a la alegoría como recurso (The Players vs. Ángeles Caídos) y a la descripción de ambientes bohemios y creativos con la mirada puesta en determinada franja de la sociedad, valiéndose de esos aportes artísticos procedentes del Instituto Di Tella como base temática y formal, los inicios de la nueva década traerían una atmósfera diferente, más anexada a la realidad cotidiana (política, social y económica) que a la hipótesis de sostener una prédica a través de una serie de “juegos”.

A comienzos de los ’70 el instituto de la calle Florida cierra sus puertas por motivos disímiles: el quiebre de la empresa Di Tella y la presión asfixiante de los militares en el poder hacia el centro artístico a través de razzias e invasiones a la privacidad.

Hace bastante tiempo, sobre este tema y en un programa de la televisión por cable, el músico Alberto Favero contó que en una oportunidad la policía invadió el Di Tella llevándose encadenados a los artistas y a parte del público para ser exhibidos en Plaza San Martín.

Por su lado, en el Grupo de los 5, además de sus hacedores principales, otras personalidades como la del sonidista Bebe Kamín seguirían filmando en el país de manera fragmentada, inclinándose muchos de ellos por un cine, ahora sí, con ciertas pretensiones comerciales.

Mientras tanto, en un barrio periférico de Madrid y en la llamada fortaleza de Puerta de Hierro, el General Perón preparaba su vuelta definitiva. //∆z