Antes del estreno de 2091 en Fox esta noche, el creador de Cumbia Ninja, Kdabra y Dromo apuesta fuerte por la tele latinoamericana como mercado que pelee con la ficción estadounidense, además de proponer otra manera llegar a las multitudes con ciencia ficción 100% original.

Por Matías Buonfrate

Según las promociones que emite Fox, 2091 es un juego, un negocio y una trampa. Es una serie de ciencia ficción creada por la cadena para Latinoamérica, lo que nos hace creer que es todo eso y algo más. Hace unos años la propuesta del canal fue Cumbia Ninja, serie de la que muchos habían opinado sin poder superar la lectura del título. ¿Quién las inventó? El nombre que aparece es Andrés Gelós, vamos a buscarlo.

En el camino a Villa Urquiza la convicción se redobla. Esos pibes regaetoneros que defendían a un dragón a patadas sobrevivieron tres temporadas. Superaron en rating a The Walking Dead en su propia casa. Nada menos que con Brenda Asnícar a la cabeza, la nena mala de Patito Feo, resurgida como sex symbol.

Natacha Caravia nos abre la puerta del PH. Licenciada en Letras, coautora, compañera, esposa. Nos indica que Andrés está arriba. Es una escalera larga, nos sentimos obligados a saltear los escalones de a dos, porque aparece otra cuestión sobre Andrés. ¡Lo nombraron showrunner!

Después de Cumbia Ninja, Andrés recibió más presupuesto y responsabilidad para que 2091 tuviera naves, videojuegos y acento localista en una luna de Júpiter. Andrés es el primer argentino en enarbolar el cargo que demarca un límite con la TV antigua. A un lado, el medio obsoleto que dejó de interpelarnos con sus horarios esquemáticos. Del otro, la televisión de autor, la que es comparada con la literatura y le quita espectadores al cine.

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Pasamos por un cuarto pequeño que posee una atmósfera diferente y nos detenemos. La pared del fondo está repleta de libros. Conocemos de bibliotecas, esta es similar a la de algunos escritores. Además hay trucos de magia por todas partes. Galeras en el piso, pañuelos de colores entre los libros, naipes desperdigados en el sillón. La habitación es vigilada desde lo alto por una enorme cabeza de dragón que cuelga como trofeo de caza.

Llegamos a un quincho decorado con banderines de colores de un cumpleaños reciente. Afuera, en la terraza, un gato toma sol en un sillón. Encontramos a Andrés Gelós. Nos espera sentado a una mesa de madera, es corpulento, tiene una barba tupida y viste una camisa blanca liviana. Sus dos manos están quietas sobre la mesa. Antes de escucharnos o saludarnos, sin agitarse, Andrés deflecta nuestros prejuicios con unas pocas palabras. “Imaginate lo que me tuve que aguantar. Había que ponerle Cumbia Ninja, era el precio. Necesitaba un éxito, no que me saludaran los chetos. Alguien lo tenía que hacer”.

Sabía a lo que veníamos. Estamos en Oz, corrimos la cortina y encontramos que quien acciona las palancas también es un mago. ¿Para qué había que hacerlo? “Para tener más poder, para que la gente confíe en mí para hacer más cosas. Para que haya más showrunners de acá, para que haya más series de ciencia ficción, para que la gente se dé cuenta que hay que hacer género”.

Andrés comenzó su camino con Reinas Magas, en 2007, una tira para el público infantil donde un trío de muchachas jóvenes hacían lo posible para cubrir el puesto vacante que habían dejado los Reyes Magos. En el 2009 hizo Dromo, junto a Alejandro Fiore. Una serie de unitarios que combinaba el género fantástico, terror y ciencia ficción. Se produjeron solo ocho capítulos, donde ganó experiencia y perdió dinero. En 2011 llegó Víndica, que con ayuda económica del gobierno nacional superó por poco la marca de Dromo y llegó a 13 capítulos. Dos experiencias agridulces y la certeza de que para hacer ficción de género se necesita dinero, porque “se nota lo berreta y el cartón pintado”.

Entre ambas, trabajó un tiempo en Pol-ka como guionista de Sin Código y en Valentino, el argentino. En el contexto de la huelga de guionistas en Estados Unidos, Andrés viajó a Los Ángeles para presentarle a Fox Latin American Channel su idea para una serie televisiva. “Fue muy difícil hacer ciencia ficción, nunca se había hecho y menos en Colombia”.

La propuesta era compleja. Kdabra abordaba a través de la vida de un ilusionista contemporáneo, la clonación de Jesucristo y la llegada del apocalipsis. La historia transcurría en una ciudad ficticia con marcas de distintas ciudades latinoamericanas que armaban un cover de Las Vegas. Kdabra comenzó a emitirse a fines de 2009 en Movie City, antiguo canal premium de cable. Poco tiempo después arribó a Fox, al horario posterior a los Simpsons. En una franja sin ningún punto de rating, logró sumar dos. Terminó en 2012, en su tercera temporada.

Luego surgió Cumbia Ninja y con ella la popularidad. Tres temporadas, doscientas millones de reproducciones en el canal de youtube oficial y aún más audiencia a nivel internacional, discos de oro y de platino para sus canciones. La historia de amor entre Hache y Juana, también era la historia del Jaguar y el Dragón, el dios Quetzalcóatl, de la mitología mesoamericana. La serie transcurría en La Colina, otro barrio ficticio que podía interpretarse como una favela, un villa miseria o un barrio emergente de cualquier ciudad de la América de habla hispana.

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Con su conclusión, Fox exigiría un desafío superior y Andrés se animó a elevar la vara una vez más. Si con Cumbia Ninja borró todo lo que hizo en Kdabra, con 2091 decidió desvanecer a ambas. Como sus antecesoras, combina elementos que parecen en principio incompatibles. Realidad virtual, ambientalismo, viajes espaciales y mesianismo. Las tecnologías del presente son proyectadas al futuro: “El videojuego para mí es un Frankenstein creado por nosotros y que puede deconstruirnos como sociedad. En 2091 cuento cómo llegamos a un punto donde el juego despersonaliza y desociabiliza tanto al hombre que termina rompiendo la trama social”. En esta oportunidad los efectos especiales reemplazaron a las canciones. Los escenarios en CGI tienen una calidad similar a las producciones de los grandes jugadores internacionales.

Después de dos ficciones que transcurrían en ciudades inexistentes construidas con indicios de varios países, en 2091 los lugares por primera vez tienen arraigo. “Transformo nuestra Amazonía en un desierto. En Manaos, que fue la ciudad más poderosa, construyo un entorno post apocalítptico donde no hay vegetación ni agua”. Desde el posicionamiento geográfico, Andrés Gelós se anima por primera vez a hablarle a Latinoamérica como una unidad. “Parece político, pero es más marketing que ideología de librito”.

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El verdadero truco de Andrés transcurre detrás de la pantalla, porque busca sacar de la galera un mercado unificado. Parte de presentar las dificultades más cercanas: “Argentina siempre fue un país de literatos. Cada vez hay más talleres literarios y talleres de guión. Tenemos buena pluma y buen ojo para ver cine. Lo que no tenemos es una industria para filmarlo”.  Si bien a nivel local el desafío es grande, Andrés entiende que hay una forma: “La única manera es armar esa industria. No existe, hasta que entendamos que Argentina es una provincia, Colombia es otra, México es una provincia, Chile es una provincia, Paraguay una más. Somos un país gigante, somos una potencia del entretenimiento del carajo. Sumá habitantes. Tenemos 350 millones, somos una potencia, somos un mercado. De acá, de América”.

Con la lentitud con que René Lavand movía su único brazo, Andrés Gelós devela un panorama de unidad para la industria de la cultura. La parsimonia ayuda a generar el efecto de contundencia: “Tenemos que reunir el talento de Argentina sobre las historias; el talento actoral y la experiencia televisiva de México; la capacidad de producción de Colombia; la capacidad de administración de proyectos de Chile. El talento actoral que podés encontrar en Venezuela, Cuba, en Colombia. Los actores peruanos y la industria joven de Perú y Paraguay”.

Andrés enumera con mayor facilidad películas latinoamericanas que series extranjeras. Siete Cajas, Aballay, producciones recientes, de género. También repasa los nombres de las televisoras de cada país y los imagina organizados  en producciones conjuntas. Su conocimiento está basado en los lugares, viajó mucho “más de lo que debiera” para contar esta idea a sus compañeros de profesión en los diferentes países. “No lo hago porque soy bueno, lo hago con la convicción de conseguir más trabajo a futuro. Si no nos unimos nos hundimos”. El secreto, cree, es encontrar algo en común que los una. En 2091 intenta articular una herencia común, más que en Kdabra con la religión y en Cumbia Ninja con la mitología precolombina.

Guarda para último momento el truco más osado. Comienza a realizar un movimiento que le costaría un par de dedos a un principiante: “Estamos bombardeados por otra cultura. Está bien, la hacen bárbaro. Me muero de ganas de ver sus series y aprendo de ellos. Pero ahora salió Westworld, es lo nuestro. Nosotros lo empezamos un año y medio antes”. Luego intenta sacar una paloma de un bolsillo demasiado angosto: “Que se burle quien quiera. Mirá The Get Down y mirá Cumbia Ninja. Es una banda de música que quiere salir de la delincuencia. Viven en una favela que es el Bronx destruyéndose. Nosotros se lo propusimos a Fox siete años antes. ¡Hasta tienen la campera con el dragón en la espalda!”. Concluye: “Si en el mundo está pasando esto, quiere decir que en América Latina sabemos contar historias, no estamos tan lejos de ellos”.

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Para Andrés Gelós lo importante es poder hacer. Las ideas no pueden quedar en “unas hojas anilladas”, el límite del guionista. “Soy un hacedor, yo hago. Escribo para poder hacer”.  Pero la escritura es apenas una herramienta. Para Cumbia Ninja llevó la idea junto al modelo del dragón Sungaku, los diseños de las camperas de la banda y las letras de las canciones. Para 2091 se unió a un director de arte para crear el modelo a escala de Colonus, la nave espacial donde transcurre la acción. También pidió a Ana Bértola, cosplayer argentina, que lo ayudara a crear los trajes de los personajes.

La alquimia televisiva es un poco más compleja que la prestidigitación tradicional. Andrés entiende que el mundo cambió y seguirá cambiando. Un contexto que, supone, nos exige convertirnos en una navaja multiuso. Así, por “saber de todo un poco” se convirtió en el primer showrunner latinoamericano, hasta donde alcanza a ver IMDB. Si bien vale para los libros de historia de la televisión, Andrés lo valora de otra manera: “Me causa gracia, no es que me da un orgullo. Es todo un camino. El tema hoy no es decidir ser autor o showrunner, hay que decidir ser una persona interesante”.//z