Luego de los años de espera, una de las bandas pioneras del punk inglés visitó por primera vez Buenos Aires con un festi-punk en Groove.

Por Gonzalo Penas

Fotos de Gonzalo Iglesias

A nadie de los presentes en Groove le asombraría si en vez de decir que es 15 de abril de 2012, decimos que estamos a finales de los años ochenta, en Cemento y en el marco de un festi-punk, que cierra la primera visita de The Damned al país. Pero aquí nos encontramos todos los amantes de aquellas bandas que dieron comienzo a la revolución punk: estamos en el 2012, con más años y menos pelos. Poco importa: los años de espera se acabaron. Habían venido (casi) todas esas bandas pioneras del punk menos The Damned. El domingo 15 de abril, fecha sensible para los punkrockers, ya que se cumplen once años de la muerte de Joey Ramone (¿será por eso que pre y post show, cuando pasaron “Can’t Get You Outta My Mind” de Ramones por los parlantes de Groove, el público cantó toda la canción como si se tratara de una banda en vivo?)  podemos decir que se terminó la espera.

La noche empezó con un excelente show de Los Peyotes, que dieron un recital de garage crudo y al palo como nos tienen acostumbrados. Cerraron con uno de sus temas más conocidos (“Yo no soy tu amigo”) y dieron lugar para que aparezca una eminencia del punk local: Marcelo Pocavida, cantante de una de las primeras bandas punks argentas, Los Baraja, y años más tarde de otra mítica banda punk local, los Cadáveres de Niños. Marcelo Pocavida Band (como hace llamar el grupo) comenzó el recital con “Operación Ser Humano” – ¿cómo olvidar esos gritos de “¡no te dejan ser vos!” que aparecían en el disco Invasión 88? – y estuvo todo el set agradeciendo por ser parte de la noche. Con “Margot” se vio el primer pogo de la fecha y más tarde subió al escenario Pil, cantante de los Violadores. Es un lujo ver de teloneros de una banda tan importante para la escena, a los que vieron (e hicieron) nacer el género en nuestro país. En el caso de Pil, hizo un set con los clásicos de los Violadores: “Extraña sensación”, “Mercado Indio”, “Ellos son”, “Mas allá del bien y del mal”, “Represión” y “1,2 Ultraviolento” hicieron poguear a todo el público presente que ya empezaba a sufrir bajas con cabezas rotas contra el piso de Groove.

Pasadas las 22, Pil presentó a los Damned que empezaron su tan anhelada visita con “Wait for the Blackout” y “Lively Arts”, los dos primeros temas de su cuarto disco, The Black Album (1980). El público, completamente excitado, hizo caso al pedido de Pil (“no escupir ni tirar cosas al escenario”) y se dedicó a adular y aplaudir todo lo que hagan Dave Vanian -tal vez la voz más seductora de la historia del punk- vestido como de costumbre: lentes, saco, chaleco, camisa blanca y pantalones por el pecho, y Capitan Sensible (Raymond Burns) vestido con su clásica boina roja, con buzo rayado horizontalmente rojo y blanco y pantalones rayados verticalmente. También la gente aplaudió y bancó al tecladista Monty Oxy Moron. La banda, que la completan Stu West en bajo y Pinch en batería, se comportó como ameritaba después de tantos años de espera: se tocó todo. Desde los clásicos “New Rose”, “I fall” y “Neat Neat Neat” -del glorioso Damned, Damned, Damned (1977)-, hasta canciones tan geniales como festejadas: “Love Song”, “I Just Can’t Be Happy Today”, ambas de Machine Gun Etiquette (1979). Siguieron “Shadows of Love”, “Disco Man” y “Lifes goes on”, tocadas en ese orden y con el público haciendo pogo y mosh sin dejar en ningún momento de cantar y saltar en un Groove que estaba repleto de gente de entre 20 y 50 años.

Después de “Plan 9 Chanel 7” e “Ignite” – qué el público coreó hasta quedarse afónico – hubo dos intervalos. En el primero volvieron rápidamente para tocar “Curtain Call” y “Anti Pope”, y en el segundo, que fue un poco más largo, Vanian volvió con la camisa a medio abrochar y Capitan Sensible sin el buzo a rayas y con una remera. Volvieron para cerrar el recital con “Generals” y “Smash it up”. El público aplaudió largo rato a la banda que se retiró haciendo reverencias y con Capitan Sensible con el culo al aire. Así terminó una noche de punk clásico. Afuera, nos esperaba una sordera de 24 horas y el dolor en el cuerpo de poguear toda la velada.