The Bridge mezcla intriga policial con problemática social. Narra la vida en los límites entre el sueño americano y la miseria latina.

Por Alejo Vivacqua

La frontera entre Estados Unidos y México es uno de los lugares más calientes del planeta. Piensen en un delito, y allí lo encontrarán: prostitución, narcotráfico, homicidios, trata de blancas, inmigración ilegal. Ni el proyecto faraónico de construir un muro del lado gringo logró desviar las miradas de la zona. Dentro de ese contexto transcurre la serie, una adaptación libre de la producción escandinava Bron Broen. Si bien siempre es interesante conocer una cultura tan lejana como la nórdica, nada parece más tentador para el espectador que una buena historia policial en los mismísimos márgenes del infierno.

Una reconocida jueza estadounidense aparece muerta en el puente que une a los dos países. Su cuerpo cortado por la mitad destapa el accionar de un asesino serial que actúa en los dos lados de la frontera entre las ciudades de El Paso (Texas) y la ciudad de Juárez. Los investigadores Sonya Cross y Marco Ruiz se hacen cargo del caso, en el que también participan un periodista local, una viuda que descubre los secretos de su marido y un jefe policial a punto de retirarse.

La historia se sostiene en parte gracias a las buenas actuaciones de la alemana Diane Kruger –a quien todos recuerdan por su papel de Bridget von Hammersmark en “Bastardos sin gloria”y al mexicano Demián Bichir, alguna vez nominado al Oscar por “A Better Life”.

La serie oscila constantemente en ese lugar en el que se mueven los prejuicios estadounidenses hacia los mexicanos. La vida en la frontera aparece traumática, miserablemente etílica y con la sensación permanente de que en cualquier momento algo va a estallar. “The Bridge” no le escapa a ningún tema. En cada episodio está latente la inmigración ilegal, uno de los problemas que más parecen preocuparles a republicanos y demócratas. En ese desierto se truncan las vidas de muchos de los miles de “espaldas mojadas” que lo atraviesan anualmente.

Hoy en día, entrar en el panteón de las series no es para cualquiera. Don Draper tuvo que tragar mucho whisky para lograrlo. Walter White craneó fórmulas enteras para llegar. The Bridge está lejos de alcanzarlo, pero no desilusiona. Su nivel de adicción es lo que la hace fuerte y nos da una excusa más para seguir frente a la pantalla.//z

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