Hace 50 años, la agrupación guerrillera Montoneros fusilaba a Pedro Eugenio Aramburu. En el aniversario de este hecho crucial de la vida política argentina del siglo XX, reseñamos dos libros que investigan, analizan e interpretan lo sucedido.

Por Pablo Díaz Marenghi

Hoy se cumplen 50 años, medio siglo, del asesinato/ajusticiamiento —según quién lo cuente— del general Pedro Eugenio Aramburu, dictador que encabezó el golpe de Estado de 1955. La autodenominada “Revolución Libertadora” derrocó al segundo gobierno de Juan Domingo Perón y dio comienzo a uno de los periodos más nefastos de la historia argentina. Aramburu fue, también, el responsable de los fusilamientos que narró Rodolfo Walsh en Operación Masacre.

El secuestro y posterior fusilamiento fue el lanzamiento público de la agrupación guerrillera Montoneros y dio mucho que hablar. Este año se publicaron dos libros al respecto. El primero, Aramburu (Planeta), es una investigación periodística exhaustiva a cargo de María O’Donnell que cuenta nada menos que con el testimonio de Mario Firmenich, líder de la cúpula montonera y partícipe de dicha operación clandestina. A la vez, se reeditó Timote (Planeta), una novela peculiar de José Pablo Feinmann que no sólo ficcionaliza los hechos con una prosa digna del mejor thriller o policial negro de la tradición norteamericana, sino que, también, rompe la “cuarta pared” del relato omnisciente clásico e interpela al lector en torno a una relectura del pasado reciente con los recursos del ensayo. Aporta una mirada particular de la violencia de los años setentas que no es, como podría prejuzgarse, ni condescendiente ni romántica. Es, más bien, lo contrario: mete el dedo en la llaga y escarba donde tiene que escarbar. Estos dos libros funcionan, cada uno desde un lenguaje y formato diverso, como modos de interpretación de un hecho histórico que entrecruza como ningún otro a la violencia con la política y el pasado argentino reciente.

En los setenta, Feinmann, filósofo, estaba inmerso en la militancia universitaria como parte de la Juventud Unida Peronista. Describe la actitud y adhesión de Perón hacia los movimientos revolucionarios de la época como “pendular”, ya que oscilaba entre sectores que propugnaban una Revolución Socialista a partir del Peronismo y otros que, en realidad, pertenecían al ala más reaccionaria del movimiento. Feinmann estaba encolumnado dentro del ala socialista, aunque nunca se embanderó dentro de la lucha armada.

En algunas entrevistas y exposiciones dadas a partir de esta novela, el autor establece un vínculo entre la proscripción del peronismo, el conservadurismo recalcitrante de una generación de clase media gorila y los hijos de estas familias que terminaron volcándose al peronismo y a la lucha armada en una señal de rebeldía. O’Donnell, en su investigación, indaga sobre este punto y llega a la conclusión de que esa no era la única explicación al surgimiento de Montoneros, sino que había mucho más. La acción católica de base, por ejemplo, inspirada por el Concilio Vaticano Segundo y las ideas del Padre Mugica.

A partir de ficcionalizar las voces de Aramburu y  Fernando Abal Medina, Feinmann hilvana ideas, pensamientos y reflexiones que podrían llegar a incomodar a cierto sector de la ortodoxia peronista o de cierta progresía. Por ejemplo, en un momento Aramburu cuestiona a los montoneros de forma directa y visceral, cara a cara con su principal interlocutor y verdugo, Abal Medina. Debate su rol de “portadores de la voz del pueblo”, algo que formaba parte del principal sostén teórico e ideológico de Montoneros, una idea importada del guevarismo y del marxismo-leninismo: pensarse a sí mismos como una “vanguardia iluminada”. Sobre este aspecto es interesante lo que aporta O’Donnell al indagar sobre el período de formación de Montoneros en Cuba y lo importante que fueron las lecturas de los textos de Ernesto “Che” Guevara y Régis Debray en función de este rol autopercibido al servicio de la “Patria Socialista y Peronista”.

Feinmann también ha declarado a la opinión pública que su novela era un intento de mostrar que, aún en posiciones antagónicas extremas (como las de un militar genocida y un guerrillero peronista revolucionario), existe la posibilidad del diálogo. Esto podría llevarse a la actualidad, sobre todo a los tiempos pre elecciones de 2019, en donde se debatía la cuestión de “la grieta” y la clase política, a diestra y siniestra, demandaba consenso y diálogo. Algo que terminó volviéndose parte crucial de la plataforma electoral del candidato triunfante, Alberto Fernández, al punto tal que se volvió parte del slogan oficial de su gobierno: “Argentina Unida”. Timote podría leerse, entonces, además de como una ficción histórica, como una ficción sobre el diálogo. En particular, como un relato sobre el diálogo en los momentos de crisis más absolutos. Y aquí aparece otro ribete rizomático entre Aramburu, O’Donnell, Feinmann y Timote: el libro anterior de la periodista de Radio Con vos, Born (Planeta) narra otro episodio similar: el secuestro de los empresarios Born, de la empresa Bunge & Born, que resultó con un botín millonario para la agrupación guerrillera. Este dinero financió sus operaciones durante años y su totalidad jamás fue hallada, lo que disparó cientos de mitos.

En tiempos en donde la política se relaciona cada vez más con el marketing, la videopolítica, la postverdad y donde cobran relevancia figuras como Alejandro Rozitchner o Jaime Durán Barba, ciertos gurúes que venden espejos de colores comunicacionales, relatos como Timote cobran una nueva relevancia al depositar la atención en los modos de hacer y de sentir la política. Leído en democracia, ayuda a pensar una época y un contexto  poniendo en relación cuestiones como la violencia, el diálogo y la política. Es inteligente el gesto de Feinmann de colocar como subtítulo a su novela “Secuestro y muerte”. No homicidio. No asesinato. No ajusticiamiento. Tal vez, como dice Guillermo Saccomano en el prólogo a la última edición, Timote sea una lectura cuyo principal propósito sea incomodar, sacudir y esquivar las etiquetas facilistas.//∆z