Desde Uruguay, llega un retrato de vida de tres chicos de barrio, enfrentados a la rutina y al progreso.

Por Mauricio Pérez Gascué

No es secreto el parecido entre Montevideo y Buenos Aires. Aquellos que nunca pisaron la República Oriental, al ver el film, bien podrían confundirse el barrio Larrañaga (lugar donde transcurre la película, ubicado en el corazón de Montevideo) con cualquier barrio tranquilo de la Capital Federal o con alguna localidad del conurbano bonaerense (especialmente de la zona Oeste) y sentirse reflejado con los protagonistas de la historia.
La película nos narra un día en la vida de tres jóvenes rioplatenses: “El Leche”, Javi y Seba, un sábado de verano en el que se ven atrapados por la desidia y el tedio. A pesar de algunas situaciones extraordinarias y extraños personajes con los que se relacionan a lo largo del día, todo parece indicar que cada día de sus vidas transcurre bajo esa insoportable rutina.
Es una interesante y sorprendente comedia que, a pesar de estar hecha con un presupuesto muy acotado, afirma su calidad. Principalmente porque la narración está muy bien llevada y la puesta en escena es inmejorable; todos los planos están cuidadísimos: la composición, la búsqueda de encuadres expresivos, movimientos internos dentro del cuadro y un uso del blanco y negro que favorece mucho la imagen de la película, hacen que no tenga nada que envidiar a films del “primer mundo” cinematográfico (todo un hallazgo, teniendo en cuenta que la cinematografía uruguaya no es muy prolífica).
Con una estructura coral en la que, si bien las desventuras de los protagonistas y sus problemas son cosa seria (como puede ser: terminar los estudios, preservar una relación amorosa o conservar trabajo), la desdramatización y liviandad con la que los personajes se lo toman, y los inesperados giros de ciertos eventos, le dan un tono de comedia muy bien logrado.
Teniendo en cuenta que la película fue filmada y está situada temporalmente en el año 2000, las similitudes con Buenos Aires no se acaban en el paisaje urbano. Al contrario, se profundizan, ya que la misma generación, a ambos lados del río, comparte algunos problemas heredados de generaciones anteriores. Si pensamos que, en ese año, medio millón de jóvenes de Argentina ni estudiaban ni trabajaban, el caso de los protagonistas se plantea distinto, pues ellos están tratando de salir adelante ya sea con el estudio o con el trabajo. Pero es el poco valor que le dan a esto lo que los emparenta. Tampoco es fortuito que, en la película, los padres brillen por su ausencia y los jóvenes sufran de un presente sin perspectiva de futuro.
La imagen de “progreso” que el jefe de Javi le muestra a éste, es, en todo caso, desalentadora. Lo interesante es que este desaliento excede lo económico: hasta lo más básico a lo que puede aspirar un ser humano, como es conformar una pareja, resulta tan inalcanzable como una utopía.
Probablemente, el inesperado éxito que consiguió este film, realizado por tres jóvenes compañeros de facultad, desmienta un poquito el discurso de la película o muestre a sus propios protagonistas que hay otra cara en la moneda.