Del 13 al 19 de septiembre tuvo lugar el 18° Festival de Cine Alemán. A continuación, una selección de algunas de las películas que formaron parte de la programación.

Por Ignacio Barragan

La revolución silenciosa, de Lars Kraume (2018)

Un grupo de estudiantes  de la Republica Demócrata Alemana descubre los sucesos de la revolución húngara de 1958 mientras están en proceso. Los eventos son confusos ya que si bien el líder del levantamiento es Imre Nagy, un personaje reconocido de la izquierda, el gobierno de la Alemania oriental califica estos atentados como una contrarrevolución. Los jóvenes, más allá de sus dudas, deciden realizar una protesta en contra del régimen soviético haciendo un minuto de silencio al comienzo de una clase de Historia. Este gesto mínimo pone en alerta a las autoridades del colegio y desencadena una cacería de brujas en torno a los estudiantes rebeldes.

La revolución silenciosa es el último largometraje de Lars Kraume después del éxito que implicó El caso Fritz Bauer (2005). En ambas película se puede observar el afán del director alemán por encontrar temas que se relacionen con la historia de su país. Uno de los puntos más fuertes de La revolución… son las discusiones acerca de las contradicciones que genera un régimen totalitario de izquierda. Esta historia del periodo de posguerra puede leerse en la misma línea que los sucesos de la primavera de Praga, un cuestionamiento ideológico en el seno de un gobierno comunista.

303, de Hans Weingartner (2018)

Las road movies son el género cinematográfico perfecto para los diálogos. El espectador es testigo de horas de viaje que, mediante la elipsis, se resumen en simples minutos, y esos tiempos muertos a veces se llenan más de conversaciones e ideas que de paisajes o planos generales. 303 es un dialogo constante acerca los conflictos existenciales que atraviesa una generación de jóvenes que se encuentra frustrada frente a las exigencias del mercado y sus estándares de vida.

Esta película tiene muchas similitudes con Los edukadores (2004), del mismo director. Si bien 303 no lleva al plano de la acción toda esa teoría anti capitalista que suele desplegar Weingartner, es claro que los protagonistas son seres que cuestionan los pilares básicos de una sociedad como la pareja, el trabajo o la propiedad privada. A lo largo de toda la película se esbozan distintas teorías sobre cómo es que el régimen económico imperante destruye poco a poco la humanidad de las personas. El material de dialogo entre los personajes tiene mucha profundidad académica, por lo tanto la cita de autores en las conversaciones es bastante prolífica

Por el otro, y en una arista menos política de la cuestión, el filme también se puede leer como un clásico boy meets girl donde dos desconocidos terminan enamorándose a pesar de los avatares de la vida.

El carrillón, de Peyman Ghalambor (2018)

Este filme es la historia de un niño que se escapa de un reformatorio para más tarde conocer a un viejo amable y alcohólico con el que entablará una relación particular. A lo largo de la película se puede ver cómo dos personas completamente distintas terminan uniendo sus soledades para poder soportar el transcurso de los días. El chico es el hijo abandonado de una madre adolescente que no puede hacerse cargo mientras que el hombre mayor es un ser solitario que pasa sus días tomando vodka mientras reparte diarios en el centro de la ciudad. En la falta de cariño ambos coinciden para ayudarse.

La película de Ghalambor podría encuadrarse en el género del neorrealismo ya que, si bien las acciones son pocas, el momento dedicado a ellas es enorme. El filme es una sucesión de eventos banales de la vida cotidiana como lavarse los dientes o colgar la ropa, pero en la película esas secuencias se realizan en tiempo real. El espectador observa, entonces, cómo los personajes se desenvuelven de una manera extremadamente minuciosa, y es a raíz de eso que uno puede sentir el tedio de esa cotidianidad.

El Carrillón finalmente termina siendo la historia de dos personas desplazadas de sus familias, de unos lobos esteparios.

Ella y Nell, de Aline Chukwuedo (2018)

¿Qué pasa cuando dos antiguas amigas vuelven a reencontrarse después de mucho tiempo? Esta es una las preguntas que se hace la directora Aline Chukwuedo. Dos mujeres que no se veían hace años deciden emprender una caminata por un bosque. La historia es simple y el argumento no es lo central. De lo que verdaderamente se trata este filme es del paso del tiempo y la transformación que él ejerce sobre las personas. Una de las mujeres  es la típica madre de familia que llama su esposo todos los días para cerciorarse de que esté bien, mientras que la otra anda sin ataduras y viaja por el mundo, hace yoga y es fanática de todo lo esotérico.

En la caminata surgen preguntas del estilo “¿Por qué no me llamaste cuando estaba en el sanatorio?” o “¿Qué estuviste haciendo todo este tiempo?”, donde las respuestas no son relevantes, ya que no se conoce el trasfondo de aquellos cuestionamientos. Lo que sí se puede entrever en aquellos diálogos es que el paso del tiempo erosionó la relación idílica que tenían. Si bien hay plena ausencia de conflicto en el filme de Chukwuedo, también pueden sentirse ciertos resquemores que van sucediéndose a lo largo de la caminata.

De todas maneras, una de las cosas que intenta decir la película es que las personas en esencia siguen siendo las mismas. Y, por lo tanto, algunos conflictos transcurridos en otra época nunca terminan de dañar una relación de viejas amigas.

El camino hacia la noche, de F. W. Murnau (1921)

Decir algunas palabras en torno a F. W. Murnau es hablar del cine en letras mayúsculas. En esta ocasión se presentó El camino hacia la noche, un filme que, además de ser el séptimo que hizo el realizador, es el más viejo que se ha conservado hasta el momento. De hecho, hoy en día no sabríamos nada de esta obra si no fuese por Henri Langlois, fundador de la Cinemateca Francesa y quien encontró la película incompleta en uno de los archivos de la Republica Democrática Alemana en la década del sesenta. La copia que se exhibió en estos días fue aportada por el Goethe-Institut.

El camino… entra en la categoría clásica de cine mudo pero, al ser alemán, también se convierte en un producto del expresionismo. La utilización de la sombras y sus claroscuros es el punto fuerte de este tipo de cine donde un halo de terror envuelve a los personajes. El expresionismo alemán posee la característica de representar dramas internos, y esta incipiente película de Murnau no es la excepción.

Por último, es interesante destacar que esta función, que cerró el Festival, fue proyectada con música original de Marcelo Katz, quien a través de pianos y guitarras logró crear un ambiente sonoro similar al de las penumbras del cine expresionista. //∆z