Bhutan se luce con un álbum conceptual cargado de visiones y texturas drone.

Por Gabriel Feldman

Oriundos de Neuquen y cofundadores del sello Venado Records, Francisco Badano, Martín Tarrifeño y Andrés Gargiulo ya tenían una causa común participando de distintas bandas cargadas psicodelia, metal y stoner, hermanadas tanto para difundir su música como para armar diferentes fechas y ciclos. Bhutan nació como un proyecto paralelo de improvisación instrumental experimental, cuya semilla germinal la encontramos en el living de la casa de Francisco, donde se juntaba con Martín para invocar el ruido y las texturas sonoras. Radicados en Buenos Aires, luego de un rodaje por distintos escenarios presentándose bajo distintos nombres, se consolidaron como banda con la entrada de Andrés y decidieron darle un marco más pautado a esa eclosión improvisada. Behind Dead Woods es el resultado de ese empeño.

Con un abanico amplio de instrumentos y sonidos (guitarras, ebow, bajo, batería, theremin, sintetizadores personalizados y efectos varios) socava en la mente introduciéndola en zonas remotas. Pero al ser amantes del rock pesado, con esas mismas armas son capaces de arrastrarnos de una experiencia terrenal desconocida, a otra más elemental, primaria, deudora de las marchas fúnebres del Doom. Esa flexibilidad es la que les permite pasar de tocar en el circuito doom-stoner, a participar de los ciclos más orientados en la búsqueda experimental como Umbral Experimental, en la Facultad de Filosofía y Letras, o Pasajero Uno llevado adelante por Carlos Alonso en San Miguel y distintos puntos de la ciudad.

El disco es una pieza de tres movimientos grabada en diciembre de 2012 y se encuentra disponible tanto en su versión digital en Bandcamp,  bajo la premisa de “name your price”, como en su versión física artesanal (un CD-R cuyo packaging incluye un sobre hecho a mano y un poster A3 diseñado para la ocasión), editado por el trabajo conjunto de Venado Records y Zann’s Music.

Luego de pasar por alto una oportunidad para verlos a principios de año, el viernes siete los pude escuchar en vivo por primera vez en lo que fue la presentación del disco antes del show de Dragonauta, intentando abstraerme (con mucho éxito) de las conversaciones birreras que me circundaban. Lo logré en la medida que pude, parado en el centro, mirándolos fijos. Escuchándolos: concentrado en la cornamenta del logo de Venado Records del bombo (la batería en ese momento vacía). Andrés en la izquierda con el bajo; Martín en el centro con la guitarra, efectos y theremin; y Francisco en la punta derecha, maniobrando la guitarra, el arco eléctrico y más efectos.

Los miras, ves que mueven los distintos efectos, el theremin con gestos más ampulosos. Las notas se van sumando progresivamente. La amplia gama de sonidos crece. Y decrece. Acordes que se solapan. Miras de reojo la pantalla que hace tiempo repite las imágenes en secuencia. Bosques. Fuego. Inteferencia. Bhutan. Bhutan, con mayúsculas. BHUTAN. BOSQUES, FUEGO, INTERFERENCIA, BHUTAN. Imágenes intervenidas manualmente en loop: BHUTAN. BOSQUES, FUEGO, INTERFERENCIA, BHUTAN. Y pienso que “de repente nos encontramos en un paisaje sorprendente” podría ser un gran principio para la crónica.  Pero esa frase no es mía, pienso. La cabeza empieza a maquinar. No, ¿no? BHUTAN. BOSQUES, FUEGO, INTERFERENCIA, BHUTAN. No, creo que se la robé a un cuento que habla sobre bosques. Se lo robaste a un cuento de daneses que se culean a las hermanas de sus esposas y se pierden en un bosque. Están de vacaciones los tres. La familia, digo. Papá, mamá e hijo. Y el hijo es adoptado. Un paseo en bicicletas que termina mal. BHUTAN. BOSQUES, FUEGO, INTERFERENCIA, BHUTAN. Se pierden en el bosque. No encuentran la dirección. Él le dice que se cogió a la hermana. Que por el culo también. “Trasero”, dice la traducción. Es que estaban perdidos, y la verdad les viene una vez que se pierden. Y la verdad les sobrevino. En un bosque.

Behind Dead Woods es eso. Es un espiral de pensamientos que te ataca por veinte minutos. Un poco de incomodidad. Una masa densa que te cubre. Un trozo de su experiencia. Su ambiente. El drone-ambiental y el origen patagónico-neuquino en una unión indisoluble. Perderse en los bosques. Los primeros dos tracks, “Behind” y “Dead”, delinean esa deriva. Pero lo que empieza más parsimonioso, se vuelve sofocante. Hasta que en los cinco minutos finales, “Woods”, sobreviene una demostración parecida a esa verdad. Reconfigurados como un trío de guitarra, bajo y batería, el ataque de algo más  duro, más fuerte, que hay que enfrentar para terminar de recorrer esas oscuras tierras.//z