Revancha es el disco debut de Kimonos De La Geisha tras dos EPs, en un exacto momento de solidez tanto musical como en su conformación grupal. On the road y al galope les contamos algo de la travesía.

Por Gabriela Clara Pignataro

 La puerta se abre, crujiendo. Desde el exterior una corriente de aire cálido, anaranjado. La visión se ajusta lentamente a los dibujos dispersos entre el polvo. A unos metros, una figura destellante: un caballo negro al sol, relinchando suave. Un chasquido lo despierta y galopa fuera de foco antes que podamos alcanzarlo. Estamos fuera de nuestra casa. El desierto es un lugar inesperado. La inmensa extensión de tierra retumba bajo los pasos del primer tema. Eyectados al exilio emocional, el desierto siempre es el lugar iniciático del ritual. Es ahí donde reviven los muertos, donde arden las venganzas, donde se limpian las culpas. El desierto te desnuda y te devuelve otro yo a la visión en los lentes espejados.

Con la fuerza de un caballo y la brillante prolijidad de una geisha doblegada ante el cielo infinito, Kimonos construye un viaje sonoro-conceptual desde el inicio del disco. En un universo de ríos cruzando un pueblo, que es la misma ciudad que se despierta y descontrola cuando todo anochece. Desde el primer play nos volvemos John Wayne, cabalgando a pelo para adentrarnos en una geografía interior.

Avanzamos sobre las piedras, sorteando los bordes del camino pero en pie, para tomar revancha y acelerar la carrera hasta perdernos en la confusión de la oscuridad. La épica de los caminos de cualquier lugar, el destino dentro del viaje mismo sacude el esqueleto y el polvo de la ausencia del amor que no está. Como quien vuelve a su hogar, el reposo llegará con la aurora cerca del río para el descanso del jinete.

El cielo cambia sobre el paisaje, el viento se agita entre los árboles, se calla, se pide olvidar. Se da tregua, una mano recortada contra el celeste agita la claridad penetrante del beat en son de paz. Porque para tomar revancha, abrazar al enemigo íntimo y besarle la boca, esperar años luz es demasiado tiempo. Y muy lejos, como tocar el sol con la punta del acorde y arder.

En un trance que orquesta un retro rock atravesando un western ondulante, Revancha contagia vibraciones poderosas que estallan en un caos envolvente y ordenado. Un disco construido de complejas y múltiples capas sonoras, rítmicas y vocales que nos interpela a ahondar en espiral hasta llegar llegar al tesoro enterrado. No está perdido en el mapa quien da revancha.//z