Ganadora del premio La Otra Orilla en el año 2007, se reedita por interZona en la colección 2° round, dedicada al rescate de joyas descatalogadas.

Por Juan Alberto Crasci

Crónica, con su particular modo de informar, se hizo una fiesta con el caso de Li, el chino pirómano que incendió varias mueblerías en el barrio de Caballito allá por el año 2004. Hasta le pusieron el apodo de “Fosforito”. Magnus recogió el guante para lo que iba a ser un ensayo sobre las inmigraciones chinas en Argentina, pero frente al desinterés editorial, terminó transformando su trabajo en una novela. Ganó el premio La Otra Orilla, de Editorial Norma, con César Aira en el jurado, y fue traducida a varios idiomas. A casi 10 años de su edición original, es reeditada por interZona.

La historia coquetea en sus comienzos con el género policial. Li, juzgado por los supuestos incendios a las mueblerías, secuestra a Ramiro Valestra, uno de los testigos en el juicio, y se lo lleva a vivir con él al Barrio Chino con el fin de investigar quién fue el verdadero culpable de los incendios. A lo largo de los breves capítulos, la novela se transforma en un muestrario de los usos y costumbres de los inmigrantes chinos en Argentina, dejando de lado el interés policial o de suspenso de sus primeras páginas.

La narración se acelera en su absurdo y en su humor mientras más se desacelera el desarrollo narrativo. La acción principal –la búsqueda del autor de los incendios– de desdibuja, dando lugar a las aventuras de Valestra en su cautiverio. Ramiro, secuestrado en su propio país, en su propia ciudad, tiene vía libre para moverse dentro del perímetro del Barrio Chino de Belgrano (en el que no entra la policía). Allí todo le resulta completamente ajeno y es visto como un extranjero. Todas las situaciones que se desencadenan apuntan a desentrañar las relaciones entre la cultura china y la argentina, y la inserción de esas tradiciones foráneas en otra tierra. Ramiro, en esa otredad anclada en cuatro manzanas dentro de su propio país, termina por encontrar el amor de su vida.

La novela incorpora secuencias desopilantes a su trama, como un poema épico escrito por uno de los personajes, extraído íntegramente de noticias de Crónica TV, o capítulos de corte surrealista o absurdo, en sintonía con programas como Cha Cha Cha (no por nada utiliza como personaje a Lito Ming, actor del programa comandado por Alfredo Casero, al que se mencionaba como “el primer actor chino de Argentina”).

Con especial énfasis en la dimensión política del humor, Ariel Magnus hace uso y abuso –sin agotar al lector– de los prejuicios, los lugares comunes y de los clichés en los que caen/mos los occidentales al hablar de los asiáticos, y viceversa: “ustedes los occidentales son todos iguales”, dice uno de los chinos, o “chino expiatorio”, escribe Magnus, al hablar de la culpabilidad de Li.
Un chino en bicicleta es una novela que a través de las problemáticas sociales de los inmigrantes habla también de la búsqueda de la felicidad y de las posibilidades del amor, a través del azar y de las casualidades.//z

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