El cantante de Él Mató A Un Policía Motorizado recorre el proceso de creación de La Síntesis O’Konor y define este 2017 como el mejor en la vida de la banda. Entrevista de fondo con el líder tímido del sonido que identifica a una generación.

Por Pablo Díaz Marenghi y Matías Roveta
Fotos y video de Florencia Alborcen

Santiago Motorizado puede ser considerado el ícono de una generación. Él repite todo el tiempo que es muy tímido y jamás lo admitirá. Pero la realidad es que, cuando su banda editó El Mató a un policía motorizado (2004) y junto a un grupo de amigos de La Plata le dio forma al sello independiente Laptra en tiempos post tragedia de Cromañón, marcó un antes y un después en el rock argentino. La autogestión pasó a ser una marca registrada de muchas bandas que comenzaron a surgir y a tener, de a poco, una mayor visibilidad también en la prensa. El Mató fue el mascarón de proa para muchos artistas que consolidaron un estilo propio, bastante vinculado al noise y a la escena del rock alternativo norteamericano de fines de los ’80 y principios de los ’90: Sonic Youth, Pixies, el sello Matador, Guided by Voices, entre otros.

Hoy, trece años después de aquel álbum, la banda se encuentra en expansión. Giraron por el exterior y grabaron –en los míticos Sonic Ranch de Texas, Estados Unidos- quizás su disco más ambicioso. Una obra distinta a todo lo que venían haciendo: ese rock de guitarras con nervio de distorsión indie cruzadas a cada lado del estéreo, estribillos adherentes con letras mínimas y líneas de bajo machacantes en el centro, que atraviesan la indispensable trilogía conformada por Navidad de Reserva / Un Millón de Euros / Día de los Muertos. La Síntesis O’Konor (2017), en cambio, incluye letras sobre amor y desamor, pero sobre todo experimentación y riesgo artístico, un trabajo preciosista de detalles sutiles, texturas y arreglos inspirados con marimbas, sintetizadores y arpegios cristalinos de guitarra. Capas de sonidos, dinámicas que deforman las canciones del disco y el resultado de un estándar sonoro que rompe con las barreras propias del indie. En diálogo con ArteZeta un martes lluvioso en el barrio de San Telmo, Santiago reflexiona sobre las razones de este cambio, su presente y por qué cree que este fue el mejor año de El Mató a un Policía Motorizado.

AZ: La Síntesis O’Konor marca un cambio en el rumbo artístico de la banda, además de una evolución en el sonido y la composición. Esa búsqueda: ¿fue algo que se propusieron en forma consciente o parte de un proceso natural?

Santiago Motorizado: Es un poco parte de las dos cosas. Fue natural porque se fue dando solo, pero de todas maneras cuando encaramos la preproducción del álbum y empezamos a ensayar las primeras canciones, nosotros ya teníamos esa idea de cambio como algo muy vago, algo muy general. Era como decir ‘bueno, hay que empezar a darle un giro a las cosas’. Porque hay un montón de cosas, sonidos, que nos gustaron siempre y nos siguen gustando inclusive hoy. Pero también sentíamos que eran cosas que ya habíamos hecho y por eso quisimos recorrer otros caminos. De todas maneras, también es cierto que la situación de cambio se fue dando de manera muy fluida. Después de tantos años hay un montón de información que uno va acumulando y, sobre todo, ganas de hacer cosas que por ahí no habíamos hecho antes. Por eso es que se trató un poco de ambas situaciones. Fue como que decidimos corrernos del lugar seguro y empezar a experimentar con cosas nuevas, lo cual fue muy placentero y divertido.

AZ: ¿Cómo fue el proceso de composición y el trabajo con las canciones que terminaron dando forma al disco?

SM: Hubo mucho trabajo de preproducción. Es el disco que más tiempo le dedicamos en la previa, mucho trabajo de detalles en los arreglos. Grabábamos los ensayos, nos deteníamos en algunas partes y metíamos cosas arriba; a veces, llegábamos a un punto en que creíamos que la canción ya estaba bien, pero al día siguiente la encarábamos otra vez de cero por el solo hecho de hacer el ejercicio creativo de ver qué podía salir tomando otros caminos. De todo eso fueron saliendo cosas: hay canciones que las hicimos mil veces, en muchos casos porque no nos convencían y en otros por el simple hecho de experimentar con diferentes arreglos. Después, en el momento de la grabación puntual del disco (que la hicimos en EE.UU en el Sonic Ranch de Texas) también surgieron cosas nuevas: siempre pasa que, por más que uno vaya a grabar con las canciones bastante cerradas y definidas, siempre hay un margen para lo que aparece ahí en el momento, algo que se activa, dudas o planteos sobre si esa es la manera final de encarar una canción o no. En otros casos, hubo canciones que estaban bastante peladas y entonces sí, las terminamos de cerrar y de definir ahí en el estudio. La Síntesis O’Konor es un poco la mezcla de todo eso.

 

AZ: ¿La atmósfera de Sonic Ranch influyó en el concepto final del disco?

SM: Sí, totalmente. Eso fue lo que le dio el color final a todo. Influyó en la orientación que le dimos a las canciones el hecho de la instrumentación que había disponible en Sonic Ranch. Nosotros viajamos solo con lo básico: guitarra, bajo y los instrumentos clásicos de la banda. Pero en el disco hay un gran protagonismo de las percusiones, en parte, porque había ahí en el estudio un montón de marimbas increíbles con las que nos enloquecimos y entonces eso aparece un montón. Otro ejemplo son los sintetizadores. Cuando hicimos la preproducción del disco trabajamos las maquetas con los sintes nuestros, pero ahí en Sonic Ranch había un abanico de posibilidades increíble. Los primeros días de grabación, por ejemplo, estábamos grabando las baterías y Chatrán se armó una cabina llena de sintes: estaba desde la mañana a la noche con los auriculares tocando sin parar y probando todos esos teclados. Hasta que no estás ahí en el momento con el instrumento no podés ver qué le vas a sacar a eso. Un poco se trató de eso: instrumentos que no son tan comunes en nosotros, pero que los aprendés a tocar rápido o, por lo menos, buscás el recurso de poder usarlos a tu manera. Y creo que quedó bien.

AZ: Justamente los teclados son determinantes en los arreglos del disco. ¿Eso ya había empezado con La Dinastía Scorpio, no?

SM: En los discos anteriores a La Dinastía Scorpio ya había teclados, pero eran mucho menos, todos grabados por Gusti (N.de.R: Monsalvo, Niño Elefante, guitarrista) y no tenían tanto protagonismo porque sabíamos que después en vivo no iban a estar. La Dinastía, en cambio, es el primer disco en el que graba Chatrán ya como miembro estable de la banda, entonces los teclados empezaron a tener otra importancia. Él, en realidad, se había sumado cuando estábamos presentando en vivo Día de los Muertos que, de la trilogía, es el que más teclados tiene: necesitábamos que hubiera alguien que los tocara en los shows. Con este nuevo disco hay un cambio de protagonismo de los teclados pero ya a niveles de mezcla: hay canciones que prácticamente no tienen guitarra, como por ejemplo “El Tesoro”, que tiene apenas un e-bow. Lo mismo pasa en “Fuego”, que tiene también un e-bow y un arpegio de guitarra al final, pero es una canción que básicamente se sostiene con el bajo y los teclados.

AZ: De esa primera trilogía para acá pasó ya un tiempo: ¿sintieron que ya tenían otra madurez como para poder animarse a experimentar con diferentes texturas y capas?

SM: Sí. Ya son años desde que empezamos y cada vez vas estando más seguro con algunas cosas, más allá de que nunca estás seguro del todo. Por lo menos ya sabés qué es lo querés, lo que hiciste y lo que falta hacer. Si se quiere, un poco el quiebre había sido La Dinastía Scorpio porque fue el primer disco que grabamos en un estudio grande (ION) y ya no casero como en la trilogía. Fue una nueva experiencia para nosotros porque empezamos a trabajar con otra tecnología y tuvimos la posibilidad de ver hasta dónde podían llegar las ideas de las canciones. Fue un disco que grabamos prácticamente en vivo: todos juntos tocando en la sala. Conceptualmente lo encaramos de ese modo, fue el primer disco en el que trabajamos con Eduardo Bergallo y a él le gustaba mucho esa idea. Nos dijo que todas las bandas hacían como discos más de laboratorio, entonces hicimos lo contrario:  buscar captar la esencia del vivo. Lo que nos dejó esa experiencia fue que nos fuimos enamorando de la idea de trabajar con nuevas tecnologías, ver lo lejos que podían llegar los temas. Entonces, cuando empezamos a encarar La Síntesis… , sabíamos que en algún momento lo queríamos grabar en un estudio con la máxima cantidad de herramientas posibles: ahí surgió la idea de Sonic Ranch, que nos permitía profundizar en detalles sabiendo que después la calidad de esas texturas se iba a notar bien y con un sonido cristalino.

AZ: ¿Podés marcar alguna influencia musical a la hora de empezar a trabajar en La Síntesis O’Konor?

SM: La que me acuerdo más claro ahora es Pet Sounds de los Beach Boys, que es un disco histórico que retomé y con el que yo estaba muy copado en el momento previo a La Síntesis. No sé si hay una influencia directa desde lo sonoro, pero sí desde lo conceptual: me gustaba mucho cómo los Beach Boys, que ya tenían un estilo claro, empezaron a deformarlo para ir hacia una nueva etapa. También, Future Days de Can: a nosotros siempre nos gustó mucho el krautrock, pero siempre fuimos más del lado de Neu!, la cosa más machacante, el motorik. Nunca le habíamos dado mucha bola a Can y cuando fuimos a ellos esperábamos como una especie de Neu 2, pero no fue así: nos sorprendió mucho de ese disco que tiene también muchas percusiones y esa cosa media deforme de ir como rompiendo las canciones. Eso nos pegó bastante.

AZ: En el disco se nota una suerte de composición homogénea por parte de todos los miembros: ¿cómo trabajaron eso?

SM: Fue un trabajo en el que estuvimos todos metidos a full, no solo cada uno con su instrumento sino que todos opinaban sobre los instrumentos de los demás. Pero siempre en buenos términos, porque a veces ese momento puede ser complejo y conflictivo, sobre todo cuando se trata de un momento de cambio artístico marcado. Pero acá fue todo muy natural. Fue como en todos los discos: llevo la canción en su etapa más primaria y después la vamos desarrollando. En general, compongo con la guitarra criolla y le pongo una melodía que al principio no tiene letra, son solo los acordes, estrofa, estribillo y tal vez algún puente. Después, sobre eso, vamos trabajando entre todos sobre el ritmo que va a tener la canción, los climas, los arreglos de guitarra. En los discos de la trilogía lo que sucedía era que lo que grabábamos ya era el disco. No había maquetas previas. Empezábamos a probar cosas que iban quedando y era como acumular. Con La Síntesis no fue así:  primero hicimos maquetas para luego ir a una grabación definitiva, tratando de limpiar un poco justamente esa cosa de acumular porque sí. Fue tratar de definir los arreglos y cómo se complementaban las guitarras. Siempre tratando de dejar lo mínimo. Después, cuando aparecía el teclado, la cosa pasaba por elegir si el teclado iba a estar solo o acompañado por las guitarras. Los dibujos del bajo también tienen otra forma, toman otro protagonismo porque no es lo mismo el bajo machacante yendo derecho que haciendo dibujos porque ya ocupa un espacio de otra manera.

AZ: Las letras del disco tocan distintos estados que puede atravesar una relación amorosa: búsqueda de reconciliación, extrañar, pedidos de perdón. ¿Lo considerás un disco sobre el amor?

SM: Sí, eso atraviesa totalmente al disco, que creo que quedó muy melancólico. Las letras son lo que menos planeo, van saliendo mientras estoy escribiendo y voy dejando lo que me va gustando en el camino. Algunas partes por ahí están más craneadas y son más viscerales, pero las letras suelen ser lo último que aparece. Siempre tengo primero las melodías y después voy agregando la lírica. Lo cual a veces es raro, porque es meterle un texto a una melodía. Cuando elegimos las diez canciones que iban a quedar las sentía muy melancólicas. Les dije a los chicos de poner algún tema más alegre. De todas maneras, toda la discografía de El Mató tiene un poco de melancolía. A último momento te agarra un poco de vértigo, algo muy personal que tiene que ver con que quizá te estás exponiendo mucho o algo de temor a que no se entiendan bien las cosas que querés plasmar. Pero, más allá de eso, lo que quedó nos gusta.

AZ: Justamente, con relación a eso que decís de la melancolía, en una de las canciones aparece la frase de “la depresión sin épica”. ¿Puede pensarse eso, no sólo como parte del espíritu de la banda, sino también como síntesis de la época del rock argentino post Cromañón?

SM: No intenté llevarlo tan lejos, sino aplicarlo al universo de la banda. Decía que la depresión sin épica puede describir un poco al disco y a la banda en sí. Pero puede ser, me gusta esa idea. No la pensé mucho, pero sí, tiene un poco ese significado la frase. Tiene que ver un poco con los tiempos que vivimos y se podría aplicar en ese sentido: toda esta nueva generación que escapa un poco a la épica clásica del rock. Hoy vivimos ciertos cambios que están buenísimos. De chico, por ejemplo, odiaba un montón de cosas del rock en general, no me sentía identificado para nada. En realidad, me sentía identificado con muy pocas cosas y era medio un outsider. Y ahora no, más allá de que nos seguimos sintiendo un poco outsiders de la gran masa. Lo que sucede es que creció un montón todo lo que tiene que ver con la cultura alternativa, algo que cuando empezamos casi no existía: no había ni la cantidad de sellos ni de medios, tampoco los ciclos o festivales independientes que hay ahora. Eso está buenísimo, ver todo ese crecimiento de esa cultura.

AZ: Otra gran frase que impacta del disco es esa que dice “quiero enfrentarme a todos y no me importa cuán salvaje es la pelea”. ¿Se puede pensar esa cita en el contexto actual de la banda, que está buscando modificar el rumbo artístico en relación al pasado sin importar las consecuencias?

SM: En esa letra hay algo de cambio, de alguien que está sufriendo y teniendo como una especie de paranoia. Eso se puede leer literal o no, y tal vez ese grito del estribillo tiene que ver con romper con ese miedo, con ese mal, para enfrentar ese conflicto. Un poco esta etapa tuvo mucho de miedo: ir a lugares que eran nuevos o raros y siempre con la pregunta de si se iba a entender o no lo que queríamos hacer. Creo que estamos completamente ajenos a hacer algo esperando que vaya a gustar o a si nos van a levantar el pulgar o no. Pero cuando estás manejando pequeños conceptos artísticos o estéticos, estás pensando un montón de cosas al mismo tiempo y siempre está la preocupación de que todo eso se entienda. No que se comprenda en un modo directo, pero sí que al menos se entienda la idea. La tapa con las guerreras, por ejemplo, tiene una mezcla de varias cosas y elementos que me gustan mucho, un poco de ironía, kitsch y algo de violencia. Sé que no se va a entender de un modo exacto, pero el temor es que se interprete algo que nada que ver. Al mismo tiempo, también me gusta cuando algo no se entiende del todo: cuando las cosas son muy obvias, pierden un poco la gracia. Prefiero que los elementos estén ahí en el medio de un montón de sensaciones.

AZ: El Mató recién terminó una gira extensa por Latinoamérica y España. ¿Cómo fue esa experiencia?

SM: Estuvo buenísimo, estuvimos dos meses de gira y fue muy intenso. Cuando sacás un disco siempre estás esperando qué va a pasar con las canciones. Cuando tocamos en Niceto, los temas nuevos habían salido hacía días y fueron muy bien recibidos. Pero cuando empezás a alejarte, obviamente la expectativa empieza a bajar. Y la verdad fue increíble el recibimiento que el álbum tuvo afuera: tocamos en Costa Rica y la gente estaba cantando las canciones de La Síntesis. Tocamos en una plaza en el centro de San José y estaba todo lleno. Parecía Argentina, la gente hacía mosh, pogo, todo muy descontrolado. Después fuimos a México e hicimos doce ciudades. Fue genial porque fuimos a lugares nuevos que están por fuera del circuito habitual. A todas las fechas fue un montón de gente: en el DF se agotaron las entradas y tuvimos que agregar otra función. Lo mismo pasó en España, la mitad de las noches se vendieron las entradas con varios días de anticipación. La gente arengaba mucho: los mismos españoles se acercaban y nos decían que tal vez nosotros estábamos acostumbrados por Argentina, pero que eso que pasó en esos lugares no pasaba ahí nunca. Me acuerdo que tocamos en Granada y, cuando terminó “Chica de oro”, la gente se quedó cantando el estribillo, todo el lugar a los gritos con “algún día Jenny” y  nos quedamos mirando eso sin poder creerlo.

AZ: ¿Puede ser que ese furor esté relacionado con el vínculo que tienen con la banda española Los Planetas y el consumo musical a través de plataformas digitales?

SM: Claro. Por un lado está Spotify, que se volvió un centro desde donde escuchamos todos y nos ayudó a llegar a todos lados. Pero, por otro lado, hay demasiada información y es difícil llamar la atención entre tantas bandas disponibles a un clic de distancia. Y, entonces, ahí sí quizá tuvo que ver mucho Jota (N.de.R: Cantante de Los Planetas), que se hizo muy  fan del El Mató y cada vez que puede habla de nosotros. La primera vez que vinieron acá, en un Ciudad Emergente, alguien le pasó unos discos nuestros de la trilogía y Jota se volvió un fanático nuestro. La primera vez que nosotros tocamos en España fue en la edición del Primavera Sound de 2010, en Barcelona; él fue a vernos, estaba entre el público y vino a saludarnos. Fue muy loco, porque acá es conocido, pero allá en España es como Cerati, muy groso. Él me hablaba como un fan, me cantaba las canciones y me preguntaba por las letras. Fue muy gracioso porque soy re tímido y él un poco también. Estábamos ahí, tratando de comunicarnos torpemente, pero fue muy lindo.

AZ: Ustedes fueron la punta de lanza del rock argentino emergente post Cromañón. Hoy graban en un estudio mítico de EE.UU y tienen un disco que suena con un estándar de sonido mainstream. ¿Se siguen sintiendo parte de esa escena o la banda aspira a romper un poco con eso?

SM: Nos sentimos parte de esa escena a full, pero no creo que eso rompa con lo otro. Entiendo igual que en un comienzo había ciertas formas más aparentadas con el lo-fi, pero también creo que la tecnología fue avanzando cada vez más y los discos se van alejando de eso naturalmente.  A lo sumo, se busca de manera estética la suciedad o ciertas desprolijidades. También es cierto que van cerrando los estudios porque una buena calidad de sonido se puede lograr en una casa y las nuevas generaciones de bandas van llegando a ese estándar de manera más fácil. No reniego de lo otro, ni de nuestra discografía. Seguimos siendo muy fans de Guided by Voices (N.de.R: GBV), que tuvo un momento en los noventa en donde se alejaron un poco del lo-fi, pero ahora volvieron a eso con todo. Es una cosa conceptual, eligen eso. Las Ligas Menores tocaron en Coachella y compartieron el backstage con los GBV: estaban con Robert Pollard y Pablo (N.de.R: Kemper, el guitarrista) le contó que eran fans y que también hacían lo-fi. Y Pollard les preguntó: “¿Cuántos discos sacaron este año?”. “Ninguno”, respondieron. “Ah, entonces no hacen lo-fi, nosotros sacamos tres discos este año” (risas). Un genio, eso los liquidó. Pero nosotros, en este momento decidimos trabajar de manera detallada con las texturas y nos parecía apropiada una buena fidelidad sonora para que todos esos matices tuvieran vida. Pero algún día podemos volver al lo-fi.

AZ: Antes te preguntamos por “Ahora imagino cosas”, que es una canción que nació de tu proyecto solista. ¿Por qué decidiste incluirlo en el disco? ¿Cómo diferencias entre las composiciones que van para la banda y las que no?

SM: La primera división es: “Las mejores canciones que hago van para El Mató”. Eso es así. Esa canción tenía otro ritmo, algo más lento. Una vez la toqué en vivo con batería (N.de R.: con Dra. Muerte) y eso le cambió el tempo, la hizo más derecha. Nos gustó. Esa pequeña modificación le alteró el contexto totalmente. Habíamos hecho algo parecido con “Mujeres bellas y fuertes”, que también la tocaba en los primeros recitales sólo y con un ritmo mucho más aletargado. El gran cambio fue doblar el tempo y entonces ya entró en sintonía con El Mató. A los chicos les gustó. Igualmente, El Mató se fue ampliando: cosas que antes no entraban para nada en el universo de la banda ahora pueden incluirse. “Excalibur”, por ejemplo, que es solo una guitarra y una voz.

AZ: ¿Podríamos decir que para El Mató pensás más en el público y en tus canciones solistas se trata más de un mundo propio?

SM: No sé si tanto en el público, pero sí en el universo de la banda: cosas que sé que a los chicos les pueden gustar o con las que se van a sentir todos identificados. Después, en el proyecto solitario tengo la libertad de hacer lo que quiero. Hago muchos covers de canciones que me gustan a mí, para sacarme las ganas.

AZ: Hace tiempo tenías planeado sacar un disco solista, ¿Eso sigue en pie?

SM: Grabé en un momento del año pasado cuando Willy (N. de R.: Dra. Muerte) se fue de viaje a España y no estábamos tocando ni ensayando. Así es cómo me manejo: todo el tiempo pienso en El Mató y cuando queda un hueco me saco las ganas de hacer cosas solo. Estuvimos cuatro días en los estudios Romaphonic y grabamos todo. Faltan arreglos, detalles. Ahora pasó casi un año, lo volví a escuchar y sentí que hay cosas que me gustaría rehacer. Tal vez ahora en diciembre, que también vamos a tener una pausa. En algún momento va a salir, ahora estamos a full con La Síntesis y no hay apuro.

AZ: Otra de las facetas tuyas es el dibujo. Hiciste un retrato de Santiago Maldonado y estuviste hablando del tema. ¿El rock debe servir como instrumento para hablar de lo que está sucediendo?

SM: El arte, en general, no tiene la obligación de nada. Básicamente, su obligación es la de ser arte. Después, cada uno elige qué hacer. Sobre el caso de Santiago Maldonado, nos pareció que había cosas puntuales que ya eran extremas. Me parece importante tomar este espacio que nos toca, sobre todo frente a la desinformación que hay. Eso es lo que nos preocupa, hay un gran nivel de desinformación totalmente intencional. Y nos pareció que podíamos aportar un poquito desde nuestras redes sociales, aprovechando la gran cantidad de seguidores que tenemos, o cuando tocamos en vivo. Por lo menos, para tener presente todo esto que está pasando que es horrible. Yo soy muy tímido, no soy de hablar mucho en los recitales. Pero, en este caso puntual, surgió nombrarlo, hacer la pregunta ¿dónde está Santiago Maldonado?, lo básico. Y hacer un dibujo.

 

AZ: Se vienen tres fechas en el Teatro Vorterix. ¿Es un cierre del año?

SM: Uh, no (risas). Todavía nos quedan un montón de fechas y faltan por agregar algunas que se están definiendo. Lo veo más como un comienzo de año. Después de Vorterix vienen un montón de shows y se está llenando la agenda con mucha anticipación como nunca pasó. Estamos marcando un montón de recitales para 2018, para mitad de año. Hay algunas que falta definir para poder anunciarlas, pero después de los Vorterix, vamos a hacer cuatro fechas en Córdoba, luego Santiago de Chile, Ecuador, Rosario y Santa Fe. Después, hay fechas que falta definir en noviembre. En diciembre, el BUE. Y en algún momento vamos a hacer el FestiLaptra. También, nos invitaron para ir a Brasil en enero. En febrero queremos hacer una gira por el sur: ir a Ushuaia y subir a Comodoro Rivadavia, Río Gallegos. En marzo va a haber gira por el exterior. Así que, esto recién comienza.

AZ: Este trabajo de composición usando capas de sonidos y texturas, ¿puede complicar el hecho de llevar eso al vivo?

SM: Cuando grabamos La Síntesis, nos propusimos deformar las canciones al máximo sin pensar mucho en el vivo: la idea era grabar y llenar el espacio con arreglos. Ya iba a haber tiempo de ver si eso se podía hacer en un show o íbamos a tener que hacer versiones distintas. Eso fue claro. Estuvimos mucho ensayando las canciones para ir a grabar, pero después, cuando terminamos de hacer el disco y teníamos que salir a tocar, fue como reensayar todo de vuelta. Fue divertido hacer eso. Tratamos de ir al máximo en reproducir lo que había quedado en el disco. Creo que se logró bastante, pero fue como un desafío nuevo. Hay algunos temas que nunca hicimos en vivo. Por ejemplo, “Fuego”: prácticamente no hay guitarra y entonces Gusti va a pasar a los teclados porque, además, no dan las manos para todo lo que tiene la canción de sintetizadores. Ahora para los shows de Vorterix la vamos a hacer.

AZ: ¿Tienen una sala de ensayo o van cambiando?

SM: Sí, tenemos una sala. Eso cambió bastante la dinámica. No teníamos sala hasta que empezamos a trabajar con este disco, hace dos, tres años. Previo a eso, para La Dinastía Scorpio, ensayábamos en una sala de La Plata que alquilábamos. Pero no es lo mismo que tener tu propio espacio. Lo que hicimos fue convertir el lugar medio en un estudio, para grabar las maquetas. Fue muy cómodo hacer eso, ayudó un montón a la dinámica de la banda.

AZ: Hablemos un poco de consumos culturales. ¿Hay algo que estés leyendo, escuchando, alguna película que hayas visto y que te haya impactado?

SM: Ahora estoy leyendo un libro que siempre quise leer de chico y que conseguí en España: es Please Kill Me, la historia del punk (N.de.R: de Legs McNeil y Gillian McCain). Está buenísimo el formato porque no hay un narrador, sino que son todos pedazos de entrevistas. Arranca con The Velvet Underground, los Stooges, MC5 y va llegando a los Ramones. Es espectacular. Las cosas que cuentan esos muñecos (risas). Es increíble y muy inspirador. Te explota la cabeza. Me gustó cómo se cuenta el inicio de Velvet Underground: arrancan también así, de la nada. Era una banda súper under. Lo mismo pasó con los Stooges.

AZ: Ya que hablamos del punk, se nota reminiscencias de ese género, no sólo en vos, sino en varias bandas de la escena. ¿Creés que El Mató tiene una influencia punk, más allá del sonido?

SM: Sí, totalmente, una influencia directa y zarpada. Con Willy lo veo en su forma de tocar y además los dos éramos muy fan de los Ramones, de Embajada y toda la camada punk de los noventa: 2 Minutos, Mal Momento, etc. El punk es como una escuela. Más allá de lo estético es como el rock en su estado más crudo y a partir de ahí nacen un montón de cosas. Los Ramones, más allá de crear el punk, redefinieron la idea del rock. No hay solamente influencia de ellos en las bandas punk, sino en toda la música que vino después. Eso es tremendo.

AZ: En vivo a veces hacés covers de Embajada Boliviana. ¿Tenés una conexión especial con esa banda?

SM: Con el punk tuve una conexión que era muy mía, encontré algo ahí, una magia. Me acuerdo todo. La primera vez que escuché Embajada Boliviana me acuerdo del momento del día, cómo entraba el sol por la ventana, todo (risas). Es tremendo, estaba en la pieza con un grabador que teníamos en mi casa con un demo, un cassette. Me explotó la cabeza. El primer demo de Embajada es súper desprolijo. Es como un ensayo. Pero está hecho con una urgencia y una pasión tremenda. Y la voz de Julián (N.de.R: Ibarrolaza) ahí cantando adelante. Fue todo un combo y dije “esto es genial”. Encima eran unos pibes que vivían a pocas cuadras. No importaba la calidad de sonido, importaba el sentimiento que había ahí. Fueron derecho al grano. No estuvieron dando vueltas. Haciendo maquetitas como nosotros ahora (risas). Eso es una enseñanza zarpada. Hay que ir a hacer las cosas. Después sí, vas aprendiendo mucho, pero al principio hay que ir al grano. Si no, no hacés nunca nada. El espíritu del punk resume todo eso.

 

AZ: El Mató abrió el camino para que detrás de ustedes surgieran un montón de bandas, todo un movimiento autogestivo que surgió luego de la tragedia de Cromañón. En perspectiva, se suelen recordar ciertos grupos como claves de ciertas épocas. ¿Cómo pensás que se recordará a El Mató a futuro?

SM: Ojalá que nos recuerden bien. En realidad, ojalá que no nos estén recordando, sino que estemos presentes tocando. No se me ocurre hablar de El Mató solamente. Hablaría de todo un movimiento. Creo que hubo un cambio cultural, que fue sucediendo en todo el mundo, pero que acá, desde mi punto de vista, ocurrió con el triple de fuerza. Tuvimos la suerte de viajar un montón y ver otras escenas, y la verdad que acá no hay nada para envidiar. Lo que está pasando acá es genial. Está buenísimo. Hay ideas increíbles. Grandes canciones. Grandes propuestas en todo sentido a nivel mundial. Por ahí, en el exterior la infraestructura y el contexto que los contiene a todos facilita un montón las cosas. Acá es mucho más difícil. No solo lo artístico está buenísimo, sino que tiene el mérito de ese trabajo que va por detrás. Como decía antes, cuando empezamos nosotros no había nada: ni los sellos, los ciclos o los festivales que hay ahora. Ahora los sellos tienen su propio festival. Me encantan todos esos cambios. Ahora hay una nueva camada de bandas, Perras on the Beach, por ejemplo, que sacan un disco y ya están tocando en un Niceto lleno. Me parece genial, es hermoso poder vivir todos estos cambios.

AZ: ¿Pensás que todo eso que está sucediendo es, en gran parte, gracias a El Mató o ni siquiera te lo planteás?

SM: No, la verdad que no lo pienso, pero me lo dicen mucho (risas). Me muero de vergüenza. Si lo dicen varios, supongo que algo de eso habrá. Pero, cuando me dicen algo así, siento que están hablando de otro. No me puedo poner en ese lugar. Si algo de lo que hicimos sirvió, está genial.

AZ: Falta todavía para que llegue diciembre y poder hacer un balance. Pero, ¿sentís que este fue el mejor año de El Mató, o al menos el más intenso desde que arrancaron?

SM: Creo que sí. Es el que más disfrutamos en todo sentido. Porque en febrero grabamos el disco y parece que fue hace un año o dos. Siento que es lo mismo de siempre, pero tal vez con más recursos. Podemos planear cosas y desarrollarlas de mejor manera. Darnos el gusto de grabar en EE.UU, que es un delirio: pudimos ahorrar y tener esos recursos para poder hacerlo. Fue un riesgo, una apuesta grosa. Pero también pensamos, ‘hay que hacerlo’. Mañana podemos morir, puede caer el avión, y vamos a estar tranquilos porque pudimos hacerlo. Es riesgoso, porque todo puede fallar, pero lo entendemos así desde siempre. Lo importante es que lo disfrutamos. Disfrutamos que los discos tengan buena respuesta, porque eso te motiva para seguir haciendo las cosas. Entendemos que algún día pueden no tener el recibimiento que tuvo este álbum nuevo, puede ser menor o directamente nulo. Así es la vida. Pueden surgir cambios inesperados todo el tiempo. Pero, mientras seguimos yendo hacia adelante y disfrutando. Nuestro objetivo es ese: seguir sacando discos, presentarlos, tocar. Así hasta la eternidad. Hasta que nos llegue la muerte.