La banda de Oxford edita The King of Limbs, su octavo disco de estudio, donde, a pesar de un puñado de buenas canciones, parecen repetir viejas fórmulas.

Por Matías Roveta

Radiohead siempre fue una banda impredecible. En vísperas del lanzamiento de su nuevo trabajo discográfico, decidieron sorprender a todos adelantando un dia la fecha anunciada para la salida de The Kings of Limbs, su octavo disco de estudio. Pero esta vez, a diferencia de la innovadora estrategia de edición de In Rainbows (2007), donde cada uno podía abonar lo que considerase justo para su descarga desde la web oficial de la banda, el disco se consigue a un precio fijo: 9 dólares, 7 euros o 6 libras, dependiendo del lugar de origen desde donde se efectúe la descarga.

Radiohead fue siempre una banda dispuesta a patear el tablero, en el sentido de que nunca se permitió editar discos a tono con las modas musicales del momento. En el recorrido de su discografía, hubieron giros bruscos en los estilos de cada álbum: del formato cancionero y más britpop de The Bends (1995), pasaron al rock alternativo e instropectivo del icónico Ok Computer (1997), para luego dar rienda suelta a la experimentación electrónica en Kid A (2000). A diferencia de su antecesor In Rainbows (2007), donde las canciones fueron surgiendo a partir de performances en vivo, este nuevo álbum consiste en composiciones que fueron producto del trabajo dentro de un estudio, en las afueras de Abignton, durante casi un año. Ocho tracks hacen que se trate del disco más corto en la historia de Radiohead, aunque también el que deja más que desear.

Lamentablemente, el resultado es desalentador. Si hay algo que sedujo siempre de Radiohead es su capacidad de sorpresa, y The King of Limbs parece agregar poco al imaginario sonoro de la banda. Al mismo tiempo, repite fórmulas ya utilizadas en discos anteriores: hay mucho del nerviosimo electrónico y caótico de Amnesiac (2001), mucha instrumentación freak e intrincada a cargo de los sintetizadores, pero muy poco de la épica de Kid A (2000).

El disco empieza a puro “Idioteque”. Frenéticas baterías electrónicas, sumadas a varias series de loops, texturan el andar programado y el pulso sintetizado de “Bloom”, “Morning Mr Magpie” y “Feral”. En la hipnótica atmósfera de “Little by little”, Jonny Greenwood aporta parte de su magia con sutiles punteos, en lo que más se parece a un riff en todo el disco. Pero su guitarra está casi ausente a lo largo del álbum, quedando atrapada debajo de las programaciones, y perdiéndose así uno de los rasgos sonoros más representativos de Radiohead: los efectos envolventes y atmósfericos de esa guitarra y sus pedales. Su otra escasa participación es en los arreglos acústicos de “Give Up The Ghost”.

En ese arranque experimental y de música electrónica, “Lotus Flower” es claramente el mejor logro: un groove muy bien trabajado entre, nuevamente, una base programada, algunos loops entrelazados y el fraseo penetrante del bajo de Colin Greenwood. Thom Yorke logra en esta canción una gran performance vocal, con un tono sensual y melódico, irresistible cuando pide que “escuches tu corazón”. Hay también otras buenas canciones, sobre todo a partir del momento en que el disco da un giro y se vuelve más melódico, más humano, justo despúes de “Lotus Flower”. “Codex” es una hermosa balada con cierta épica de rock sinfónico/progresivo y sonidos ambiente, donde Yorke se hace cargo del piano y ofrece la mejor melodía del disco, entre melancólica y emotiva, soltando notas tristes con sabor a derrota. “Separator” es un cierre sorprendentemente luminoso, cargado de energía optimista: entre un loop, un teclado en capas de sonido y el precioso entramado del arpegio de Jonny, junto a unos coros etéreos, el track avanza hacia el final con Thom Yorke pidiendo que lo despierten.

El título del disco, “El Rey de las Extremidades”, es una referencia a un milenario roble situado en el bosque Savernake de Wiltshare, al suroeste de Inglaterra. Las líricas, los nombres de las canciones (“Salvaje”, “Flor de Loto” o “Floración”) y el arte de tapa (dos espectros coloridos), están inspirados en los bosques del norte Europeo, de donde surgieron tantos cuentos de hadas y relatos mitológicos como Caperucita Roja o Hansel y Gretel.

Con cualquier álbum de Radiohead (incluido The King of Limbs), es necesario hacer una aclaración: nunca son fáciles de reseñar y las opiniones pueden varíar con el tiempo. Por la complejidad de las composiciones o por lo arduo de asimilar ciertas texturas sonoras, las primeras escuchas son difíciles de cristalizar. Por otra parte, siempre suele descubrirse cosas nuevas cuando se vuelve sobre lo escuchado.

Pero, más allá de esto, este nuevo álbum no llega a saciar las expectativas. De Radiohead siempre podemos (y debemos) esperar más, y gran parte de este disco suena a cosas que ya hicieron antes. Se trata justamente de la banda que siempre supo reinventarse sin perder originalidad, pero acá, sumergidos en búsquedas intrincadas, perdieron de vista las canciones. En su gran mayoría, The King of Limbs es más de lo mismo pero sin la calidad de los discos anteriores; es simplemente un disco más dentro de su prolífica discografía. Tratándose de Radiohead, eso es imperdonable.//z

AZ Recomienda: “Lotus Flower” y “Codex”.

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