Reconstruimos, con el testimonio de los protagonistas, la historia detrás del disco con el que Natalia Poli Politano y Maxi Prietto le rindieron su homenaje al bolero. La colaboración con Charly Pacini, de la Orquesta Típica Fernández Fierro, los  recuerdos de viajes e infancia y la amistad  con Andrés Calamaro.

Por Matías Roveta

Fotos por Juan Francisco Sánchez

Donde hay dolor habrá canciones

Hubo una revelación. Hace algunos años, Maxi Prietto estaba de viaje en el D.F. y una noche entró en una cantina de la capital mexicana. Entre el humo de cigarrillos y los gritos de bebedores y bebedoras del lugar, Maxi individualizó a un músico local que estaba cantando boleros para quienes hundían sus penas en alcohol y escuchaban hermosas melodías sobre ruptura y desgarro amoroso. Y ya no hubo vuelta atrás para quien hasta ese momento sólo conocía algunas cosas de Agustín Lara y no mucho más, pero que a partir de ese quiebre en su vida empezó a buscar discos de bolero mexicano, cubano y salsa: “Lo primero fue la experiencia en ese bar. Oír esas canciones cantadas por todos alzando sus copas fue muy emocionante. Se armó una comunión especial. Además vi por primera vez un requinto y me fascinó. Se puede decir que esa noche me enamoré del bolero”, cuenta. En ese proceso hacia su fascinación por el género musical sobre corazones rotos, hay recuerdos también de su infancia y de la relación con su abuela, quien tarareaba “Historia de un amor” cuando Maxi era un niño. Esa canción es una de las incluidas en Boleros y canciones, el disco que Prietto grabó junto a Natalia Politano (alias Poli) y que homenajea al género con una colección imbatible de clásicos y dos canciones escritas por la cantante y guitarrista de Sr. Tomate. La composición original es de Carlos Eleta Almerán, pero la voz quebradiza y dulce de Poli transforma todo y funciona como un atenuante para el dolor que acarrea la letra, que cuenta la historia de un amor capaz de hacer comprender “todo el bien y todo el mal”.

El camino de Poli hacia el bolero también contempla memorias lejanas sobre su infancia, ese momento en el que las fibras sensibles se abren como esponjas que absorben los sonidos que acompañarán toda una vida. “El bolero se escuchaba en mi casa desde chica. Mi papá es un gran enamorado del género, así como también de las rancheras y mucha música melódica. Me tocaron muy de cerca, crecí escuchándolas y nunca pensé que algún día me animaría a querer grabar un disco de boleros”, explica. ¿Y cómo surgió la posibilidad de que ambos grabaran un disco de boleros en 2018? En 2009 Prietto y Poli participaron en el disco Elesplit, que también contó con la presencia de integrantes de Sr. Tomate, Prietto viaja al cosmos con Mariano y de Shaman Herrera. Prietto dice que ese episodio fue “la semilla” que posibilitó todo y, además —como narró en algunas entrevistas—, Poli le expresó en aquellos días que algún día le gustaría hacer un disco de boleros. Según Prietto, “el verdadero disparador fue en una entrevista. Juan Manuel Strassburger me preguntó cómo eran mis encuentros con Poli, cómo era nuestra amistad. Me di cuenta de que, por fuera de los recitales, no la veía hacía muchos años. Y, como tenía ganas de hacer este disco de boleros, fue como que se alinearon los planetas”.

Poli también recuerda la grabación de ese disco que forjó una amistad y un deseo de colaboración a futuro: “Recuerdo que la idea de grabar el disco Elesplit fue compartir la realización de una obra entre tres bandas entre las que había mucha empatía, artística y personal. La idea de grabar este disco de boleros, creo, se da por razones similares. Nos encontramos en una búsqueda artística y nos sentimos bien, había lugar para crear y para explayarnos sin prejuicios. Tanto a Prietto como a mí, y como a todos los demás músicos que compartimos esta experiencia, nos motiva y emociona la música del bolero y las canciones. Y nos dan ganas de encontrarnos como intérpretes de algunas de las grandes obras de este género”.

Acentos sureños

Para entender Boleros y canciones es necesario tomarse muy en serio eso que dice Poli sobre explayarse sin prejuicios. O, como dice Prietto: “La idea fue adueñarse de estas canciones, tocarlas como si fueran nuestras, con el relajo y la confianza que da tocar algo propio”. Porque está presente el respeto por la obra original con su carácter latinoamericano (el aroma innegablemente mexicano de “Palmeras”, que abre el disco sobre el llanto melancólico de los violines y las guitarras acústicas), pero acá hay boleros leídos e interpretados con una mirada marcadamente rioplatense y porteña.La mencionada “Historia de un amor”, por ejemplo, tiene unos quiebres tangueros a cargo de la orquesta de Charly Pacini (de la Orquesta Típica Fernández Fierro) al final de cada estrofa, y “Veinte años” (de María Teresa Vera) puede ser definida como bolero y tango-rock a partir de los arreglos de Pacini y el riff de guitarra eléctrica de Prietto. Y por supuesto, el clásico de clásicos “El día que me quieras”, que en este caso suena como una aproximación rockera al canon del bolero, y que brilla con unos breaks de guitarras emotivas, siempre a cargo de Prietto. “Tratamos de acercarnos lo más que pudimos al sonido propio del bolero, pero la idea era no perder nuestra esencia”, explica él, que también deja su huella en “Si no te vas” (el clásico de Cuco Sánchez) con su reconocible voz embriagadora y narcotizada, y los punteos de su guitarra que crepitan chispazos bluseros en el contexto de una canción que le hubiera calzado perfecto a Los Espíritus. Poli coincide con Prietto y profundiza en su explicación cuando se la consulta por la reminiscencia tanguera y rockera de algunos temas de Boleros y canciones: “Yo creo que sí tienen una reminiscencia tanguera, aunque no fue pensado por ahí, pero nos salió así. En definitiva somos músicos y músicas de Argentina que grabamos boleros. Nos ‘adueñamos’ de las canciones y las interpretamos con mucha honestidad, eso seguro. Hacemos rock hace mucho tiempo y congeniamos muy bien con las cuerdas de la Orquesta Fernández Fierro, y así salió este disco”.

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Esa riqueza de arreglos es otra de las claves de Boleros y canciones. Junto a las voces de Prietto y Poli relucen guitarras acústicas, la orquesta de cuerdas a cargo de Pacini (que incluye violines, violas, cellos y contrabajo), pianos, acordeones, marcas y percusiones, requintos y saxos. Para Prietto, grabar con Patricio Claypole en los estudios ION se trató de un trabajo “orgánico”, a excepción de los arreglos de cuerdas que están escritos: “El resto parece variar cada vez que lo tocamos. Llegábamos al estudio y no sabíamos bien qué íbamos a hacer. Y así quedó, creo que eso le dio esa frescura”.

Siguiendo la huella de Tom Waits 

Existe otro antecedente en la relación entre Maxi Prietto y los boleros. En 2013, el músico grabó La última noche, un álbum que incluyó clásicos del género, pero que contó con producción hogareña: en un sentido, Boleros y canciones puede pensarse como una continuidad de ese proyecto pero, sobre todo, como una respuesta. “Ese disco, como muchos otros, funciona desde lo inmediato. Usé los recursos que tenía a mi alcance, sobre todo mi ansiedad. Subía un tema cada noche y los grababa en el momento”, cuenta sobre La última noche, y agrega: “Fue una experiencia interesante, pero con el paso del tiempo me di cuenta que me quedé con ganas de hacerlo bien, con una banda, bien grabado, con la frescura que da oír a una orquesta en vivo”. Al referirse al salto de calidad de Boleros y canciones, Prietto aclara: “El profesionalismo que buscamos no fue a nivel comercial, donde el foco está puesto en que sea fácil de digerir o gustar. Sabíamos que interpretar estos clásicos exige una responsabilidad y, entonces, nos enfocamos desde lo sincero, desde el respeto. La única licencia fue la tapa, que tratamos que pareciera como las tapas de esa época. Pero no es una parodia del bolero lo que hicimos”.

En ese camino hacia la producción profesional, una buena grabación y un sonido hi-fi, surge la figura de uno de los artistas a los que Prietto admira: Tom Waits. Cuando Prietto escuchó la mezcla que había hecho Pablo Barros de Boleros y canciones, quedó encantado con el resultado y se dio cuenta que la ocasión ameritaba un trabajo especial. Fue entonces cuando decidió que el disco necesitaba un mastering de lujo y el nombre de Gavin Lurssen (que trabajó con Waits, pero también con Leonard Cohen, el autor de “Hey, that’s not the way to say goodbye”, la canción que versionó Prietto viaja al cosmos con Mariano a través de un filtro psicodélico y espacial) surgió en el horizonte: “Siempre me llamó la atención el sonido de Real Gone (2004), de Tom Waits. Si bien no quería ese sonido en particular, me pareció que daba cuenta de alguien que puede tratar tanto sonidos comerciales como también este sonido más roto y arriesgado. Lo que pasó puntualmente fue que escuchamos las mezclas de Pablo Barros y dijimos ‘esto lo tiene que masterizar alguien especial’. La ocasión ameritaba algo especial y el trabajo de Lurssen fue impecable”.

Cigarrillos para calentar la fría noche

El bolero es un género lleno de clásicos, y seleccionar canciones para un disco de versiones puede no ser tarea sencilla. Pero para Prietto y Poli, dos conocedores profundos de ese catálogo, la misión fluyó con naturalidad. “Prietto me mandó un mensaje el año pasado que decía: ‘Poli, ¿vamos a grabar unos boleros?’ Y así comenzamos”, cuenta ella, sobre la génesis de Boleros y canciones. “La primera semana nos mandamos canciones que nos gustaban y algunos demos que hicimos en ese momento o que ya teníamos”, profundiza Poli, y pone el foco en cómo fue la recopilación de posibles temas: “La selección tiene que ver con qué canciones querés cantar y tocar porque las sentís muy cerca tuyo, y hubo mucha libertad en esa elección: por eso hay boleros, una canción paraguaya, una canción de Gardel, canciones que escribí yo”. Según Poli, de a poco ese amor por el bolero y el intercambio de ideas redundó en algo mucho más grande: “La idea inicial era grabar cuatro boleros. A los pocos días acordamos un encuentro para ensayar y en un mes y medio compusimos, ensayamos, tocamos en vivo y grabamos un disco de diez temas entre boleros y canciones, con una orquesta de como diez personas que se fue armando al toque. Una locura hermosa”.

Prietto suma su mirada sobre cómo se dio el corte de las canciones: “El repertorio surgió de manera simple. Las canciones que nos gustaban las fuimos probando y viendo una por una. Pusimos especial énfasis en que las voces no sonaran forzadas”. Pero más allá de las obras de otros autores, Boleros y canciones incluye dos composiciones originales de Poli, que se posicionan con justicia a la altura de los clásicos. Una de ellas es “Témpanos lejanos”, que tiene su historia: “Cuando la escribí sabía que había escrito un bolero. La hice hace diez años o más. Nunca la grabé porque me la imaginé siempre con esa sonoridad, y yo siempre hice canciones que tienen más que ver con el rock”, dice Poli sobre esta canción frágil que describe escenas de una relación rota sin solución (“¿Y para qué discutimos, si cuando amamos no llegamos ni a un acuerdo tu mundo y el mío?”, canta ella) y que incluye unas hermosas notas de piano que suenan como gotas de rocío en una noche fría y oscura, gotas a las que ella misma invoca en la letra para limpiar su dolor.

“Cigarrillos” es la restante que completa el cuadro y es una composición apacible que funciona como una canción dentro de otra: luego de las estrofas de guitarras acústicas y piano, se cuela un breve pasaje onírico de guitarras eléctricas y saxo para que todo enseguida vuelva después a su curso normal. Poli rememora una anécdota de la grabación para explicar ese arreglo: “‘Cigarrillos’ es la primera canción que escribí en mi vida. Tenía dieciocho años más o menos. La escribí cuando conocí por primera vez el sufrimiento de dejar a alguien a quien amás. Grabamos una versión que quedó fascinante y la interpretación de todos acá me conmueve totalmente. La mostré en uno de los ensayos y la tocamos varias veces. Ya era de noche, seguíamos tocando y Maxi en un momento dice: ‘Me imagino como que otra canción se mete dentro’. Por eso es esa parte de la intervención de la guitarra eléctrica, los platillos y el saxo con la viola. Es como un sueño dentro de otro sueño. Pura sensibilidad”.

La dirección del salmón

“Me siento cerca de alguien que cante de un modo muy personal, busco eso en el canto. No me interesa que se ‘afine’, sino que me hagas temblar cuando te escucho”, dice Poli cuando se la consulta por su amor por el bolero. Dentro del rock argentino hay un nombre que surge con naturalidad a la hora de pensar en artistas que emocionan a esos niveles con su voz: Andrés Calamaro. El Salmón es el invitado estelar en “Guitarras lloren guitarras” (de Cuco Sánchez), y en una de las estrofas canta algo que tiene relación directa con eso que dice Poli sobre los intérpretes de bolero: Gritemos a pecho abierto un canto que haga temblar, dice Andrés en esa frase que le calza perfecto y en una canción a dúo con Prietto, quien llama a llorar a las guitarras y los violines (que responden en sintonía). Calamaro, melómano y músico siempre atento a las nuevas olas, expresó en alguna oportunidad su fascinación por Los Espíritus, y el bolero es, además, un género que atraviesa parte de su obra solista. La invitación, entonces, tenía mucho sentido, y Prietto se encarga de contar cómo surgió: “Aún no nos conocíamos personalmente. Charlábamos de música por teléfono y descubrimos que teníamos muchos gustos en común. El blues, el free jazz de Sun Ra, la salsa, el bolero, Daniel Santos, Ismael Rivera… Fue en una de esas conversaciones en la que me dio ganas de compartirle el disco que estábamos haciendo, escuchó unos temas y se sumó inmediatamente”. Después de ese primer contacto, la grabación fue el paso siguiente: “Unos días después estábamos en su casa, nos conocimos en persona y nos pusimos a grabar en ese momento. Fue muy divertido. Al mismo tiempo, fue una clase magistral. Pude ver cómo la canción que llevamos se iba llenando de voces que la potenciaban enormemente”.

¿Cómo podría definirse la relación entre Prietto y Calamaro? “Es una amistad especial. Nos une una pasión muy grande que es la música, claramente. Nos vimos, grabamos e incluso cambiamos unos discos. Ahora que me acuerdo, me olvidé la guitarra en su casa”, explica Maxi, entre risas. La participación de Calamaro le da ese plus especial a un disco que rankea muy alto en la cosecha de la escena argentina versión 2018, y que desnuda una belleza magnética que invita a escuchar una y otra vez. El resultado es tan bueno que el mismo Prietto se entusiasma de cara al futuro: “Ya queremos hacer otro disco”. //∆z