Mi Amigo Invencible presentó La Danza de los Principiantes junto a Julio y Agosto y Atrás hay Truenos en un Niceto repleto que tuvo lugar para el pogo dionisíaco y la emoción desenfrenada.

Por Pablo Díaz Marenghi
Fotos de Florencia Alborcen

El frío le pega cachetazos a la primavera mientras los ansiosos se amontonan en la puerta de Niceto, en el corazón de Palermo, a la espera de que la celebración inicie. Mi Amigo Invencible (MAI), una de las bandas más potentes de la nueva escena, que disco a disco se reinventa y demuestra su movilidad sonora, presenta de manera oficial su último álbum, La danza de los principiantes. El cierre de una trilogía que comenzó con Relatos de un Incendio (2011), donde narraban una ciudad en ruinas post apocalíptica poblada por animales, a la 12 Monos de Terry Gilliam. Le siguió La Nostalgia Soundsystem (2013), en donde expusieron una maquinaria de temas que enaltecían un pasado que se convertía en presente en cada melodía folk psicodélica. La música empezaría apenas pasadas las 21 y terminaría cerca de la medianoche en un rally melódico que no dejaría lugar para respirar. Asfixia y contemplación ante un conjunto que hace tiempo dejó de ser promesa para pasar a ser realidad. Tal es así que curiosos de la talla de Fabián Casas, camuflado con una campera azul con capucha y fumando un tabaco estrafalario, se acercaron a ver cómo se bailaba esta danza. JulioYagosto1Julio y Agosto rompió el hielo. Esta orquesta de folk, cuyas condiciones de producción pueden encontrarse en Onda Vaga, obsequian lo mejor de su repertorio. Con una estructura de cuerdas, contrabajo, violín y vientos, le cantan a las siestas al sol, el lujo y el frenesí. Mientras, ensayan acordes postpunk con guitarras criollas. Luego sería el turno de los Atrás hay Truenos. Los neuquinos arremeten con una potencia que se nutre del terciopelo más pop y la furia más psicodélica. Roberto Aleandri baila con la guitarra y modula cada fraseo en clave Moura. En un show más bien hitero, repasaron clásicos del grupo como “Luna vieja”, “Pantano” o “Frutas Secas” muy coreados por el público. Pasadas las 22.30, las luces se apagan mientras la gente comienza a gritar, aplaudir, ansiosos por que salgan los anfitriones de la velada. Aquellos que los siguen desde sus comienzos y otros que se acercaron con sus discos más recientes se empujan para ver quién se aproxima más al escenario. Los mendocinos están próximos a comenzar un setlist que no solo repasaría su nuevo disco sino que también se haría tiempo para invitados, perlas y temas de inoxidable valor.

AtrasHaytruenos2 MAI toma sus posiciones: Los Marianos (Di Cesare y Castro), dúo compositivo y vocal, se alinean junto a Nico Voloschin en guitarra, Arturo Martín en Batería, Leo Gudiño en percusión, Jopo Quatrini en bajo y Leandro Lacerna, productor de La Danza..., en sintetizadores. “Noches de ciencia ficción” da comienzo al show como preludio de lo que se vendría. Esta banda, rara avis del rock vernáculo, sorprende y cautiva por su multiplicidad de climas. Este tema es un ejemplo de dicha bandera. El más acústico del último disco, casi a puro rasguido de guitarra y susurrado por Castro con una voz por momentos oculta, como salida de entre las tinieblas. 10MAILuego todo estalla por los aires con “Edmundo Año Cero” con el bajo de Jopo bien electrizante tomando la batuta y las guitarras de Voloschin y Di Cesare que se entrelazan, se funden esculpiendo un godzilla de arpegios. El imaginario invencible le habla a la audiencia de ruinas, amores truncos, desesperación y ruegos de auxilio. Todo eso en clave folk psicodélica y por momentos bordeando a Echo and The Bunnymen. Suena un fragmento de “Light my fire” para enganchar con “Descanso sobre ruinas”, de La Nostalgia… y otra vez produce una explosión con su estribillo. “La solemnidad, no da para más” canta Di Cesare mientras Martín revienta los platillos y todos los instrumentos se conjugan en una sola catarata melódica. “Hacernos Extraños”, de Relatos… le sigue con su introducción bien pegajosa y continúan con este ida y vuelta entre temas nuevos y viejos. Mi Amigo Invencible reescribe su propia historia. 11MAI“Puentes Rotos” es una muestra de la galaxia MAI: las epopeyas de un cantor principiante perdido en un pueblo derruido, aparentemente abandonado. “Es la sed de un principiante que no conoce ningún bar” corea el público que se acomoda donde puede, en un Niceto lleno. Luego “Leningrado”, con una estructura muy bailable, hace saltar y sonreír a más de uno que ya conocía el tema, uno de los primeros estrenados en vivo por la banda. “Ya no somos extraños” canta Di Cesare casi como refutando su canción anterior, dando muestras de su finura en la composición. Puede o no gustar pero es innegable la dedicación que le brindan los mendocinos a cada una de sus composiciones. No hay temas de relleno o puestos por casualidad. “Máquina del tiempo”, primer corte, suena con el apoyo de Juampi Di Cesare en guitarra, quien baila en medio del escenario y se luce en las seis cuerdas. También Facu Tobogán se dio el gusto de cantar en una canción y ser aplaudido por el público.

9MAI “Días de campos minados” hace retroceder el tablero al disco anterior. Uno de sus temas más folklóricos, donde la percusión se destaca casi en clave de bombo legüero. “Frío, frío, frío, calor” canta Castro y marca la antesala de “Entre los cuerpos”, las guitarras se funden otra vez en una clave oscura fusionada con ritmos cuyanos. “Los pájaros” enaltece a Quatrini en el bajo una vez más, pulsando cada cuerda como si fuese Simon Gallup. “Gato Blanco Atrincherado” se reinventa en vivo, da origen a nuevos riffs y tempos hasta hoy inéditos. La banda casi no descansa entre tema y tema. “La danza de los principiantes”, canción que da nombre al disco, emerge en clave de trance. Cerrar los ojos y dejarse llevar.

2MAI“¿Ya terminamos? ¡Vengan todos entonces!” Invita Di Cesare en señal de camaradería con el resto de los músicos y da pie a un final difícil de olvidar. Todos los Julio y Agosto, los Truenos, Facu Tobogán, JP Di Cesare y demás amigos entran al escenario. Un total de 30 personas que intervienen, rompen, juegan con la canción “Nada peor que la sed”, que ya es casi un himno para los fanáticos. Su estribillo, “Oh Eh Oh, Oh Eh Oh” se vuelve un mantra. Diego Martínez de los Truenos le roba la guitarra a Voloschin. Los Julio y Agosto invaden la percusión y los coros. Roberto Aleandri golpea los platillos de Martín y baila una especie de chacarera etílica. El público poguea en un éxtasis dionisíaco. Sus cuerpos se chocan. Sus piernas se enredan. A nadie le importa. En tiempos en donde el rock se discute y se redefine (¿Género menor?) los MAI dan muestras de que no todo está en ruinas. Con un cierre digno de la ciencia ficción, exponen su artillería de canciones para quienes quieran oír los verdaderos sonidos de la libertad. Noches como estas hacen pensar que no todo está escrito ni cantado. Aún quedan muchos principiantes por danzar.//z

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