La última novela de Michel Houellebecq, ganadora del premio literario Goncourt, es un retrato despiadado de ciertas posturas contemporáneas de la sociedad francesa en la que el escritor, además de realizar una crítica contra el arte o la vida en el campo, se parodia también a sí mismo, incluyéndose como personaje en el texto. Un asesinato da un tinte diferente a este “mapa” de letras.

Por Nathalie Jarast

“Jed ya no se acordaba cuándo había empezado a dibujar”. Esta frase da inicio a la Primera parte de El mapa y el territorio de Michel Houellebecq,  y sienta las bases para la narración posterior. Sin embargo, el libro comienza unas páginas antes con una suerte de prólogo que constituye un flashback a los inicios de la relación entre el protagonista y la fotografía. Esta es la última novela del autor, por la que ha recibido el Premio Goncourt y es considerada por la crítica como su mejor producción.

El libro narra la historia de Jed Martin, un artista solitario, que se ha hecho famoso gracias a sus fotos de mapas Michelin. Para una de sus exposiciones decide contactar al reconocido escritor Michel Houellebecq, a quien le realiza un retrato y luego le pide que le redacte su catálogo. De este modo, el autor se inmiscuye en el relato como personaje, ironizando su propia figura controversial, siempre considerado un “provocador”. El escritor francés se coloca a sí mismo dentro de la escena y juega con esta imagen.

La estructura de la novela es peculiar. Dividida en tres partes más un prólogo y un epílogo, se va trazando un mapa de la vida del protagonista, así como una crítica a la sociedad francesa actual. Los pequeños pueblos que se vuelven  destinos turísticos por excelencia son denostados por el autor continuamente. La superficialidad, los vicios de la industria cultural, el capitalismo y la sociedad de consumo son otros de los tópicos que recorren esta historia. La vida de Martin es el epicentro donde decantan (o tal vez del que surgen) estos cuestionamientos.

Sin embargo, la prosa de Houellebecq es mucho más medida que en otras ocasiones, en las que ha desarrollado reflexiones filosóficas sobre la vida en sociedad (La posibilidad de una isla) o sobre la vida misma (Las partículas elementales). En El mapa aparecen disquisiciones filosóficas, aunque más políticamente correctas que en sus otras novelas. Incluso, la religión es tratada con demasiada vehemencia. De todos modos, este tono moderado no resta maestría a la narrativa del autor, como lo demuestra el hecho de que haya sido galardonado con un premio tan importante para las letras francesas.

Un asesinato irrumpe en la trama y desplaza la novela de la biografía patética al policial. El comisario Jasselin será el encargado de resolver el crimen con la ayuda del protagonista. Géneros e intrigas se intersectan y atrapan al lector hasta las últimas consecuencias. Las novelas de Houellebecq nunca apuntan a un receptor pasivo y generan un involucramiento en la lectura hasta el último aliento.//z