Hablamos con la artista sobre su debut discográfico como solista y las ventajas y limitaciones de encarar un proyecto autogestivo, independiente y con control creativo absoluto.

Por Romina Bedrossian

Fotos por Sofía Martinsen

De Lucy Patané se pueden decir muchas cosas. Que es guitarrista, baterista, multi-instrumentista. Que es compositora, técnica en sonido, productora. Que es de Bernal, pero que ahora vive en Capital. Que es de Géminis, como aclara en su bio de Spotify. Que integra proyectos que desde hace varios años se lucen en la escena musical independiente: Las Taradas, La Cosa Mostra, El Tronador, Diego Frenkel, Paula Maffia & sons. Que también trabajó con numerosos artistas locales como Los Rusos Hijos de Puta, Marina Fages, Jazmín Esquivel, Mariana Michi y más.

De ella se pueden decir muchas cosas, ¿pero quién es Lucy Patané, más allá de todas estas categorías? La clave para indagar en su verdadera esencia es tan simple como darle play a su álbum debut, publicado en mayo de este año y bautizado con su nombre. Todas aquellas identidades confluyen en un mismo espacio. Si queremos captar la impronta de Lucy Patané, basta con sumergirnos en su mundo, el que nuclea con armonía y firmeza todo lo que la constituye.

Lucy Patané (2019) es, según su creadora, “un claro grito de manifiesto espontáneo”. Desde los primeros segundos nos transporta a un universo épico, por momentos oscuro y enigmático, por otros dulce y poético. Un trabajo de artesano que le tomó a Lucy dos años, pero cuyo resultado se luce en una pieza prolija y profesional en la que todo encaja con una precisión exquisita.

Con tanto antecedente y un debut solista de tal magnitud, tras la escucha es fácil imaginarse a Patané como una superheroína, poderosa y energética. En esta entrevista con ArteZeta habla sobre sus desafíos, sus incomodidades, sus miedos y elecciones.

AZ: ¿Por qué creés que nació ahora la idea de hacer un disco por tu cuenta, después de todos estos años?

Lucy Patané: Era una necesidad que ya no podía evadir más. El terror que causa a veces grabar un disco tiene la misma dimensión que la insatisfacción que luego deja. Afrontar eso es un montón. Es una espiral un poco sin salida pensar o preguntarse por qué no sucedió antes. Considero que este disco, a pesar de que es una ópera prima, es de alguna manera un compilado de lo que fui recolectando durante todos estos años: las cosas que aprendí, las cosas que entendí que no quería hacer más, lo autogestivo, lo autodidacta. Tardé dos años en registrarlo.

AZ: En varias entrevistas hablás de la “incomodidad”. ¿De dónde creés que surgió? ¿Considerás a la incomodidad como un factor importante a la hora de animarte a cosas nuevas?

LP: La incomodidad siempre me sirvió como disparador. De pequeña me daba rechazo el escenario, y sin embargo lo hice. Cantar siempre me fue una pesadilla, pero no hacerlo me era más incómodo. No poder plasmar todo lo que quería hacer en mí, o en otros proyectos, también me incomodaba. Todo eso se refleja en el disco: es nervioso, arrojado, desbordado, profundo y contiene neurosis, como si fuera un claro grito de manifiesto espontáneo.

AZ: ¿Cuál fue la premisa para que decidieras enfrentarlo casi todo sola, desde la producción hasta tocar los instrumentos?

LP: Quise hacerlo todo sola justamente para manejar mi propio lenguaje y nada más. Quería ver cómo era dialogar por completo con Lucy multiinstrumentista, con Lucy productora, con Lucy compositora y con Lucy técnica de sonido. Necesité que se generara ese juego. En definitiva, poder darlo todo.

AZ: Al tener libertad absoluta como para tomar las riendas de tu proyecto, ¿cómo encontraste el camino para darle forma y estructura? ¿Cuál fue la parte más difícil y qué fue eso que te mantuvo motivada para llegar hasta el final del proceso?

LP: La parte más difícil fue enamorarme por completo de la obra. Una vez que eso sucedió, el disco avanzó a pasos de gigante. Una de las cosas que me mantuvo motivada es que empecé a tocar mi música con quienes ahora son la banda: Carola Zelaschi en batería, Mene Savasta en sintetizador y Melina Xilas en el saxo. Ellas tienen una energía bastante frenética, por eso estoy segura de haberlas elegido para formar parte, y empujaron bastante. Hacerlo solx cuesta, pero a la vez plantear un deseo y llevarlo a cabo… no sé, ¡para eso estamos!

AZ: ¿Te costaron más las melodías o las letras? ¿Cómo funcionó la composición?

LP: Últimamente llegué a la conclusión de que no me siento cantautora. Me siento compositora. No creo tener el oficio de hacer canciones. Hay gente que lo tiene y te hace veinte canciones por día. Yo puedo hacerlo en joda. Igual, ojo, porque así, a través del humor, salió “En Toneles”. No me sale poner letra a una melodía o viceversa, me salen de una. Hubo otras composiciones más experimentales, como “Dock Sud” y “La Osa en la Laguna”, que tienen otro tratamiento.

AZ: Leí que esperabas que el disco se escuchara completo, como una totalidad, y con auriculares. ¿Lo concebiste así desde el principio, como una unidad, o en algún momento pensaste en hacer un álbum recopilatorio de canciones solistas aisladas?

LP: La verdad es que sentir que tenía una bomba a punto de explotar dentro mío me dio siempre el eje de querer que fuera un disco, que fuera una obra. Tener esa bomba y sacarlo por singles me iba a volver completamente loca.

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AZ: ¿Qué podés contar de la elección del arte de tapa del disco? 

LP: Di vueltas quinientas veces en cómo iba a ser el arte, pasé por miles de ideas todos los días. Sin embargo esa foto ya la tenía y de alguna manera ya sabía que iba a ser la tapa. Pero bueno, ¡necesitaba explorar las dudas! (risas). La foto la sacó Sergio Bosco en su serie de fotografías que se llama “Visitas Nocturnas”. Fuimos a caminar por Almagro de noche, él con su cámara y una latita de cerveza y yo con mi piloto capa y mi guitarra. Algo tenía que quedar. La foto tiene movimiento, como el disco.

AZ: ¿Cómo hiciste para editar el disco de manera 100% independiente? ¿Por qué la decisión de hacerlo en formato físico?

LP: El disco lo pagué con unos ahorros. Y me siento feliz de haberlo hecho. Sí, es un pedazo de cartón y plástico. Pero sigue funcionando y sirviendo. La gente se lo lleva feliz y me gusta poder estar en las repisas de las personas que gustan de la música.

AZ: ¿Qué forma elegís vos, no solo como productora/artista sino también como consumidora, para vincularte con la música que te gusta?

LP: No escucho mucha música diariamente, la verdad. Si estoy en una charla con alguien y ponen música me distrae un montón, si subo a un Uber siempre pido, amablemente, si pueden apagar o bajar la radio. Me distrae y a veces me molesta. Pero porque me atrapa. Me gusta escuchar discos enteros: ahora por ejemplo no paro de escuchar el nuevo disco de 8 (ocho), Panal, de Carola Zelaschi y Escenas de la Nada Mirar, de Noelia Sinkunas. Hermosos discos con mucha entrega. Y, por supuesto, escuchar música en vivo. Me gusta mucho ir a conciertos, recitales, performances.

AZ: ¿Cuáles de tus influencias musicales sentís que quedaron plasmadas en este disco?

LP: Creo que todo lo que escuché de chiquita y adolescente en mi casa en Bernal. Algunas cosas que puedo nombrar son: Tubular Bells (1973), de Mike Oldfield, Mezzanine (1998), de Massive Attack, discos de Paquito D’Rivera, música brasilera… Mi hermana escucha mucho metal, y eso también creo que quedó plasmado.

AZ: Grabaste el disco en Boedo y vivís en Capital, pero el video de “Cinturón” fue grabado en la fábrica de aluminio de tu tío en el Conurbano. ¿Fue intencional eso de dejar que al menos una parte del álbum transcurriera en tu lugar de origen?

LP: Sí, fue intencional. Siempre me gusta revisar en los altillos, por decirlo de alguna manera. Lo hicimos con los chicos de Balú, que filman y graban el audio. Se necesitaba un lugar grande ya que lo que tocábamos era fuerte. Se me ocurrió la fábrica de mi tío, a la que yo iba mucho cuando era chiquita. Y por supuesto que grabarlo en Quilmes era lo más importante.

AZ: Después de que saliera a la luz, ¿cuál fue la diferencia más grande que sentiste entre este primer proyecto solista y los anteriores lanzamientos como parte de una banda? ¿Qué sentís que cambió en tu vida como música desde que publicaste el disco?

LP: La diferencia más grande es que todo lo que me dicen las personas cuando lo escuchan es lo mismo que me pasa a mí. Y eso no me había pasado con ningún otro proyecto, ya que no eran composiciones mías. También en este disco pude tomarme el tiempo necesario para que sonara como yo quería, entonces eso también tiene bocha de satisfacción. No me arrepiento de nada y nada me quedó colgado. Siento que ahora la gente me relaciona con ese disco directamente, y ¡me encanta! Me asombra realmente todo lo que sucede.

AZ: ¿Cómo te sentiste al presentarlo en vivo y qué esperás ahora?

LP: Estaba muy nerviosa e incómoda, por supuesto, pero luego de los tres shows en el Centro Cultural Richards que agotamos me quedó clarísimo que hay que seguir estallando todo.

AZ: Al principio de “Clavícula” se escucha la frase “la música nos va a salvar”. ¿En qué sentido te salvó a vos?

LP: Esa frase la dijo Mene (Savasta) y quedó registrada en los micrófonos, que a veces dejo grabando intencionalmente. A mí me ha salvado de corazones rotos, me salva cuando pienso que es la herramienta que tengo para relacionarme con gente que también es música y para con quienes gustan de escuchar. Me salva que sea el motor para congeniar redes. También me salva no encontrarle mucha explicación. //∆z