Hablamos con el trío bonaerense sobre sus influencias en el rock clásico de los ’70, su interés por la música popular argentina, la dinámica de trabajo en la composición de sus canciones y la necesidad de estudiar para ampliar su sonido.

Por Pablo Díaz Marenghi y Matías Roveta

Fotos por Pablo Díaz Marenghi. 

Edición fotográfica por Jesica Giacobbe

“Siempre guardá un as bajo la manga /Escuchá, solo hay un segundo para pensar”, dice el cantante y guitarrista de Las Diferencias, Andrés Robledo, en la letra de “Un as bajo la manga” (simple de 2014). La frase expone, de manera implícita, parte del ADN de Las Diferencias, un trío rockero nacido en Caseros, oeste del conurbano bonaerense, que se interroga en sus letras acerca del paso del tiempo y el andar errante; una invitación permanente al desplazamiento y al no quedarse quieto. Ensamble explosivo de rock de garage prolijo y potente con raíz blusera, sus reminiscencias stoner están en las bases rítmicas y tienen una clara influencia de las bandas que actualizaron en los 2000 el canon del rock clásico de los setenta: Black Keys o White Stripes, entre otras.

En su primer disco (No Termina Más, 2012) expusieron su educación musical con canciones inmediatas que remitían a Black Sabbath y Led Zeppelin pero bajo un tamiz moderno y actual. La paleta sonora sumaría nuevos colores en Al Borde Del Filo (2016), que amplió el horizonte musical hacia estilos como el soul (“Imaginación”), el hard rock rutero (“Emoción y velocidad”), el groove a lo Santana (“Morder el polvo”) o el formato de balada rockera (“La llama” o “Misterio”), y que desnudó de manera más clara el legado del rock argentino fundacional (Pappo’s Blues en “Privado de la libertad” o Manal en “El futuro”). En diálogo con ArteZeta, los integrantes de Las Diferencias repasaron su peculiar química a la hora de tocar y componer, su crecimiento como banda y un presente que los encuentra en vísperas de un nuevo show (este viernes 5 de octubre, en el Emergente, junto a Gualicho Turbio), a punto de lanzar un simple con un tema nuevo folklórico y próximos a grabar su tercer disco.

AZ: El sonido del primer disco, No Termina Más (2012), mezcla influencias garageras con blues y rock setentoso (Led Zeppelin, Black Sabbath). ¿Esa es la música que más los seduce y siempre escucharon?

Andrés Robledo: A mí me gustan varios estilos de música pero siento que, en mi caso personal, hago lo que me sale y quizá no lo que me gustaría. Hay cosas que me gustan mucho y que me gustaría hacer, pero a veces pasa que uno termina lidiando con lo que le sale. Y lo que nos salió en ese momento con No Termina Más era ese sonido. También, la formación te puede ir guiando a ciertos lugares: tres pibes, siendo tan novatos y haciendo un trío de rock, era tal vez previsible que íbamos a ir por ese lugar en primera instancia.

Alejandro Navoa: Es cierto que en ese momento recurrimos mucho a esos estilos, pero hoy en día creo que no los seguimos frecuentando tanto. Creo que toda banda va pasando por etapas que te van perfilando ciertos discos en particular o un estilo concreto, y de eso vas como sacando lo que te gusta o lo que te llega para usarlo después como herramientas. Pero hoy no sé si iría a buscar a algún disco de Led Zeppelin, por ejemplo, cosas que yo quiero usar o elementos que me inspiren para componer las canciones; siento que ya está, que ya lo pasamos. Son cosas que quedan ahí, en su momento estuvo buenísimo porque ésa es la música con la que nosotros aprendimos a tocar y por eso es que nuestro primer disco tiene esas reminiscencias.

AR: Esos primeros momentos con ese disco debut fueron un poco también la prueba de que podíamos hacerlo: que podíamos hacer una canción, dos, tres o cinco, que podíamos hacer todo un disco y pensar en una tapa. Fue como la prueba física que nos permitió ver que sí, que éramos capaces de hacer eso. La lista después se fue alargando: ¿Podemos salir a tocar en vivo?, ¿puedo ir a tocar a tal lugar?, ¿podemos tocar con tal artista? Ese primer disco fue eso, la prueba de que era posible concretar ese sueño, y un poco ese sonido es lo que nos salió. Se trata de los primeros intentos, las primeras músicas que hicimos nosotros.

AZ: ¿Cuándo arrancaron concretamente Las Diferencias?

AR: Arrancamos desde muy pendejos, desde la adolescencia, juntándonos a tocar pero no con la idea de componer o de hacer nuestra propia música. Nuestras canciones las terminamos haciendo en el momento casi de hacer ese primer disco o en esa época, a la sumo un año antes. Entonces, el momento en el que probamos la máquina y nos desafiamos a nosotros mismos para ver si éramos capaces de hacerlo, fue ahí con ese álbum debut. Creo que nos terminó yendo bastante bien, siento que fuimos superando las expectativas que nosotros teníamos en ese momento.

AZ: Las Diferencias tienen esa influencia clásica de blues, garage y rock de los setenta, pero al mismo tiempo con una mirada actual o moderna en el mismo modo en como lo hicieron, por ejemplo, los White Stripes o los Black Keys. ¿Sienten una afinidad con esas bandas?

AR: Si suena moderno o no, la verdad no lo sé, creo que para ese momento estaba bien ese estilo, porque en los 2000 hubo un gran revival de rock con los Black Keys, Jack White los Strokes, y eso a nosotros de adolescentes nos picó mucho. En esos años, 2006 o 2007, nosotros éramos adolescentes e íbamos al colegio, y esas bandas eran lo top. Era la música que a mí me gustaba y me acuerdo que en ese momento yo pensaba: es Pink Floyd, es Led Zeppelin, pero hecho por un chabón hoy en día. En ese momento yo tenía el prejuicio de que la música buena tenía que ser vieja, pero por aquel entonces estas bandas me estaban demostrando que se podía hacer algo bueno y que fuera de ahora.

Nicolás Heis: Yo me acuerdo de algunas charlas que teníamos cuando éramos pibes y nos juntábamos a tocar o cuando recién empezábamos a grabar: plantéabamos cómo queríamos sonar y un poco la premisa era que la banda sonara moderna. Pero con el tiempo vos después te vas dando cuenta de que tenés un límite en relación a cuán moderno podés sonar. En Las Diferencias tratamos de ser todo lo modernos que el corazón nos permite. Hay un límite que está marcado, hay un punto en donde por ahí decimos “hicimos esto y está buenísimo, pero no nos da la cara para salir a tocarlo”, porque en el fondo no lo sentimos.

AR: Justo en estos últimos días estuve pensando sobre eso, sobre lo moderno y lo viejo. Creo que uno puede ser moderno e innovador en el pentagrama, pero me parece que lo moderno hoy pasa por las máquinas, por los sintetizadores: por generar música no en base a la carne sobre el instrumento, a la mano sobre el instrumento. Creo que ese es nuestro límite: nosotros tocamos instrumentos con nuestras propias manos y eso se escucha.

AZ: ¿Una cosa más orgánica?

AR: Algo más orgánico, algo que vos podés escuchar. Ya que arrancamos hablando de Led Zeppelin: vos escuchás esos discos y escuchás la mano de Jimmy Page sobre la guitarra que está tocando. Hoy creo que pasa lo contrario, vos apretás una tecla y generás un sonido, pero no se escucha tu mano, sino que se escucha lo que hiciste en la computadora para que salga ese sonido. Es como si abrís el Illustrator, no tenés que ser bueno con la mano, no tenés que ser buen dibujante, tenés que ser bueno con el mouse. Creo que esa es la diferencia con la música vieja: vos escuchás un disco de (John) Coltrane y está hecho todo con la mano, la boca o lo que sea. Y hoy los sonidos pasan por otro lado. Quizá si a alguna canción de Las Diferencias la pusiéramos en ese plano, en el terreno de apretar un par de teclas y usar autotune en la voz, por ahí sonaría re moderno. Pero tenemos una limitación física y es la de tocar instrumentos con la mano. Ahí es donde lo nuestro, por más que lo intentemos, siempre va a sonar un poquito más viejo: por más que en el pentagrama, por más que en la música vista desde una mirada esencial o teórica, nosotros nos rompamos la cabeza para no volver a hacer el volumen III de Pappo’s Blues. Y ahí sí es en donde queremos decir “bueno, tratemos de que suene un poco a 2018 o 2019” (risas). Hecho con nuestras propias manos, pero no hagamos de nuevo lo que ya hizo Pappo: creo que esa es un poco nuestra lucha como banda.

AZ: Sería un poco como asumir cuál es la tradición que a ustedes les gusta y ver qué capacidad de movimiento e innovación tienen dentro de ella.

AR: Sí, es que a nosotros nos gusta mucho el rock y tenemos ese sonido rockero. Por más que nos gusten un montón de otras cosas, siempre pasa que entrar a rockearla es nuestro lugar común. Se trata un poco de tratar de reinventar la rueda, de buscarle un poquito de vuelta de tuerca a la cosa.

NH: Lo que más nos gusta a los tres, dentro de la música, es poner una guitarra arriba de la mesa, buscar a cuatro guitarristas diferentes para que toquen el mismo tema y después escuchar cómo suena distinto. Creo que eso es lo lindo de la música y es algo que resalta mucho en un trío. Yo nunca voy a armar una batería y ponerle un pad al lado, porque siento que le estaría sacando el alma a la música. Identificar ese toque especial que tiene cada persona es lo más lindo: ver la práctica, la personalidad, la técnica y los tics de cada músico.

AZ: Y dentro de lo distintivo que tienen ustedes tres cuando tocan juntos y volviendo un poco sobre esos primeros tiempos, ¿cómo se fue dando ese ensamble de trío en el caso de Las Diferencias?

AR: Un poco a partir de que compartíamos mucha música y que nos gustaban las mismas cosas, el mismo plan de banda. Nació tocando y tocando, poniendo a prueba la máquina.

AN: El combustible inicial de esta banda siempre fue el blues. Siempre fuimos una banda que sonó blusera y ahí está muy presente eso que decíamos recién del ingrediente de la mano: el blues es eso, la carne pulsando la cuerda y estirándola, con el mango vibrando. El ingrediente principal fue ese y cuando empezamos disfrutábamos mucho hacer zapadas bluseras largas, donde cada uno de nosotros iba logrando su espacio o jugando con los altibajos o los climas diferentes de una improvisación. Eso seguramente se ve reflejado actualmente cuando tocamos los tres juntos en vivo. Es gracioso porque, me acuerdo que cuando arrancamos, un colega y amigo nuestro nos decía que él se daba cuenta cuando teníamos un pifie pero que nosotros lo salvábamos en el momento. Eso tiene que ver con que venimos tocando hace tiempo e hicimos muchísimas zapadas juntos, lo que de algún modo nos permite hasta incluso tener un gran nivel de intuición: yo sé cuando él (señala a Andrés) se está por equivocar y enseguida lo corregimos, tratamos de que partir de la base parezca que no pasó nada. Y así por supuesto al revés con cada uno de nosotros. Son esos momentos de libertad, de jugar, de saber que por ahí estemos al límite de poder equivocarnos y enseguida volvemos a la canción, algo que podemos lograr porque tenemos muchas horas de vuelo juntos.

AR: Cuando éramos chicos y empezamos a escuchar rock, a los tres nos gustaban mucho esas bandas que improvisaban: eso es lo que siempre nos sedujo más y nos llamó la atención. Los Doors, por ejemplo, tipos que tocaban en vivo y dejaban volar a las canciones, hacían cosas que inventaban ahí en el momento. Led Zeppelin, Cream o Jimi Hendrix Experience, todas bandas que soltaban a las canciones cuando hacían un show. Eso después nos fue llevando a otros lugares, a espacios más jazzeros por ejemplo. Ese estilo de esas bandas siempre fue un combustible para nosotros, nos motivó a querer hacer más.

NH: Una de las diferencias en nuestro caso es que por ahí muchas bandas se arman con músicos ya formados y se ensamblan entre ellos, y lo que nos pasó a nosotros, al contrario, fue que Las Diferencias nos formó a nosotros en relación a cómo tenía que tocar cada uno. Yo toco como toco porque toco con ellos y porque somos tres. Y, sobre todo, porque aprendimos a tocar entre los tres: cuando recién hablábamos del blues, no es que nos pasábamos horas zapando blues, sino que nos pasábamos horas aprendiendo a tocar blues. Eran las primeras veces que nos sentábamos con nuestros instrumentos y estábamos aprendiendo a tocar.

AZ: Ese primer disco fue aprender sobre la marcha y ya en el segundo se nota una clara evolución: hay influencias de Santana, más baladas y hasta soul. ¿Sienten que Al Borde Del Filo (2016) fue un poco un crecimiento para la banda?

AR: Sí, totalmente. Es un disco de mucha variedad, de probar muchas cosas. Lo que tiene el rock de bueno es que siempre es una música que está muy influida por otras cosas. Cuando decimos que no queremos recrear el volumen III de Pappo’s Blues, es porque a lo que queremos apuntar es a lograr nuestro propio estilo. Al Borde Del Filo representa eso, tiene mucha variedad porque estábamos buscando ver hasta dónde podíamos estirar las cosas. Es un disco que lo hicimos solos y lo producimos nosotros, tuvo mucho trabajo detrás. Hace unos años yo estaba re conforme con ese álbum y hoy por supuesto lo sigo estando, pero también ya me suena un poco viejo: siento que ya quiero hacer el tercero (risas). Pero se trató básicamente de eso, de probar y ver dónde nos sentíamos cómodos y dónde no, la variedad tuvo que ver con eso. De ahí nacen los fracasos y los aciertos.

AN: En ese segundo disco creo que somos más nosotros mismos.

AR: Sí, más que nada en los aciertos (risas). Yo me siento muy orgulloso con los dos discos. Me gusta del primero eso de bloque compacto desde lo sonoro, y el segundo tiene más variedad y está buenísimo porque es lo que buscábamos en ese momento. Al Borde Del Filo se lo puede pensar también de este modo: como una especie de respuesta o consecuencia del primero, porque nosotros sentimos que en No Termina Más estaba todo muy unido, muy homogéneo. Entonces, dijimos “ahora hagamos lo contrario”.

NH: Cuando estábamos por sacar el segundo disco, nos dimos cuenta de esa diferencia: el primero nos parecía más cerrado y en el segundo fue como que se abrió todo, se abrió la música para todos lados. Entonces, cuando estábamos preparando la tapa, dijimos “bueno, hagámosla en color, como si estuviéramos saliendo al patio” (risas).

AZ: Más allá de esa química que tienen entre los tres cuando tocan juntos, ¿cómo trabajan la composición?

AN: Generalmente uno trae una idea y los tres la vamos desarrollando. Eso está bueno porque es bastante compartido y también tiene que ver con lo que vamos sintiendo en cada momento. A veces tenemos esos desencuentros donde uno siente una cosa, otro siente otra, pero siempre terminamos decantando para un lado y es para donde tuvo que ser. En cuanto a las letras, las hace Andrés y creo que es ideal eso porque es el que las canta. Está bueno sentir lo que uno canta. 

AR: Es un buen punto ese. Me tengo que hacer cargo de esa parte porque es lo que me toca. Más allá de que siempre resumimos en ideas que siento que la música y la banda piden.

NH: Igualmente, Andrés a veces trae frases y nos pregunta: “¿Qué le cambiarían?”.

AR: El pulido final se lo damos entre todos, pero no somos así como Lennon/McCartney. Yo me los imagino así, Jagger y Richards sentados en una mesa, a la noche, con una lamparita, con una guitarra uno y el otro cantando. No somos así. La sala nos une y, a veces de tanto tocar, surgen las ideas. Para pensar en la letra dejo que la canción me hable, ver qué dicen los sonidos. Antes de fin de año vamos a sacar un simple, porque entre el primer disco y el segundo hubo un simple: entonces ahora entre Al Borde Del Filo y el tercero va a haber otro simple, que todavía no tiene nombre y que va a ser un folklore, va a ser como un gato.

AN: Es un gato, algo folklórico. No entra ni en pedo en el disco que queremos hacer y es la excusa perfecta para sacarnos las ganas de hacer eso. Es eléctrico y rockeado.

AZ: ¿Algo similar a lo que hace Divididos, en el sentido de tocar folklore con instrumentos eléctricos?

AR: Es más clásico. Estamos tocando los tres, algo que me gusta mucho de la aplanadora. O de Los Natas en su momento, que hacían también mucho folklore. Pero no tiene nada que ver con la versión folklórica de Natas ni de Divididos, sino que es nuestra versión, nuestra aproximación.

AN: Como músicos argentinos, por más que hagamos rock, le debemos muchísimo al folklore. Somos nosotros y es la tierra que pisamos.

AR: Es una canción que por ahí está más pegada a (Jorge) Cafrune que a otras bandas que la rockean, pero igual tiene rock. Todavía tenemos que pensar qué nombre le vamos a poner.

AZ: Vincularse con el blues y la música negra es incorporar el folklore de Estados Unidos y conocer la raíz del rock, y ahora estarían buscando vincularse con la raíz de la música argentina.

AR: Lo elegimos porque es algo que sentimos como banda. Cuando sentimos esa música no tenemos el mismo sentimiento que tenemos hacia el rock o hacia la música negra, que nos encantan. Es algo totalmente diferente. Es como mirar a tu papá y a tu mamá. Es algo que uno siente muy en la entraña. Nos sentimos muy cómodos cuando vamos a tocar a otras ciudades, que tienen una onda más campera, otros códigos.

NH: Ahora vamos a tocar al NOA (Jujuy, Salta, Tucumán) y tenemos una ganas tremendas de mostrar ese tema en vivo para a ver qué pasa.

AR: Ahora en la próxima fecha lo vamos a tocar. Porque todavía no lo hicimos en vivo. Ése es el último toque que le damos al tema antes de grabarlo, es cuando lo testeamos para ver qué pasa.

AZ: Antes dijeron que el primer disco es más homogéneo y el segundo es más variado. ¿Cómo va a ser el tercero?

AR: Es muy difícil decirlo ahora, pero creo que va a ser un disco que no se parece ni al primero ni al segundo. En principio, no tendría nada del primero y quizá un poco sí del segundo.

NH: Quizás lo que van a sentir es eso: el mismo tipo de cambio que sintieron cuando pasaron del primero al segundo.

AR: Es un disco que tiene más armonía. La música son tres cosas: ritmo, melodía y armonía. El tercer disco va a tener un poco más de armonía.

AN: Estudiamos un poquito más para este disco. Fue una necesidad interna.

AZ: ¿Cómo fue ese proceso de estudiar más?

AN: Cada uno fue por el camino que sintió más cómodo.

AR: Él (señala a Alejandro) tiene una forma que me gusta mucho: por momentos no estudia nada, pero de repente le agarran ganas de estudiar y va a fondo. Y por ahí después deja. Es como que va solucionando dudas, va dejando pasar un tiempo y resolviendo cosas.

AN: Me pasa por momentos que me doy cuenta que hay algo que no sé y que necesito saberlo. Él (lo mira a Andrés), por su lado, busca sus cosas dentro de todo lo que le gusta. Él disfruta mucho, por ejemplo, la parte de la música brasilera, lo que viene por el lado de la samba o la bossa nova.

AR: Mi cuestión era: “¿Cómo hacen esa música los brasileros?” (risas). Este verano Nicolás se quebró un dedo y nos dejó tres meses haciendo la sala. Fue un momento en donde todas las dudas se me habían metido en la cabeza y yo me decía a mí mismo que tenía que solucionar un montón de cosas. Entonces, ahí empecé a estudiar, a encontrarme con un montón de cosas. Estaba en una especie de callejón sin salida, sentía que necesitaba más herramientas para hacer música.

AZ: ¿Qué herramientas buscaste?

AR: Me gusta mucho la armonía, las combinaciones de acordes y cómo se van logrando las luces y las sombras. Me acuerdo que mi viejo me había mandado a un profesor de guitarra cuando era chico, y ahí aprendí la clase cero de eso: el punto uno de la armonía y las distintas combinaciones. Con eso me manejé hasta los primeros dos discos de Las Diferencias. Ahora sentí que necesitaba aprender un poco más y ampliar el panorama.

AZ: Además de mostrar el tema nuevo, ¿qué más tienen pensado hacer en el próximo show?

AR: Este año fue el primero que decidimos tocar de la General Paz para afuera, entonces en Capital tocamos sólo en el CCK y en la Feria del Libro en formato acústico. En el próximo show queremos tocar el tema nuevo; nos gustaría tener más cosas para presentar, canciones más resueltas, pero todavía estamos en el proceso de trabajo de creación y hay muchas cosas que están por salir. Haremos el folklore y algunos sonidos instrumentales nuevos. //∆z

*Las Diferencias se presentan este viernes, a la medianoche, en El Emergente Bar (Francisco Acuña de Figueroa 1030, CABA) junto a Gualicho Turbio.