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Después de un éxito inusitado en la televisión española, Netflix trajo a Latinoamérica La Casa de Papel, el relato de un robo de proporciones bíblicas en el corazón del circuito económico ibérico. Policías, ladrones y una edulcorada crítica al sistema de valores capitalista.

Por Iván Piroso Soler

Hubo varios tópicos ineludibles en este comienzo de año. Entremedio de la preocupación por las altas temperaturas, alguna pelea mediática entre estrellas de la temporada y los datos de la coyuntura económica, sin dudas en muchas conversaciones virtuales se coló una pregunta:

– ¿Viste La Casa de Papel?

Un grupo de atracadores, comandados por el Profesor (Álvaro Morte), lleva a cabo un golpe a la Fábrica de Moneda y Timbre de España. El plan fue matemáticamente preparado durante cinco meses y todo está previsto: lo que puede salir bien y lo que no tanto. En el equipo ninguno conoce el pasado ni la historia del otro, ya que los sentimientos no pueden ponerse en juego. No hay margen para poner en peligro el objetivo: 2400 millones de euros son suficientes para empezar una nueva vida.

Tokio, Nairobi, Denver, Río, Berlín, Moscú y Helsinki ya no son solo ciudades sino también los miembros de un grupo perfecto integrado por desahuciados de un sistema que los desprotegió y al que quieren combatir como cualquier Robin Hood del poscapitalismo. Es entonces cómo, después de tomar de rehenes a un grupo de colegiales, dan inicio al mayor robo de la historia.

La serie de Antena 3, que ahora toma por asalto Netflix, contiene todos los elementos para un trending topic de verano. Con la fotografía a cargo de Migue Amoedo que recuerda a películas de principio de siglo como Matrix, El Club de la Pelea, Snatch (Cerdos y Diamantes) o incluso Inside Man de Spike Lee (de la que se puede decir que es un sentidísimo homenaje), La Casa de Papel no da respiro. Sus planos recargados generan una catarata de información que le deja al espectador poco espacio para la reflexión. Como en toda fórmula del hit bien aceitada, el asunto pasa por sentir.

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En una planificación propia de la ingeniería lo único que siempre puede complicar las cosas son los imprevistos de la naturaleza humana. Y es en medio del mayor ataque al corazón del sistema económico donde los sentimientos entre los miembros del grupo se entrecruzan con los tiempos del golpe. Así es como Tokio, interpretada por Úrsula Corberó, no puede evitar el impulso de salvar a su compañero Río (Miguel Herrán) en el minuto cero del golpe y, aunque esto ya estaba previsto por el Profesor, complica las cosas desde el inicio.

Con el correr de los episodios, la tensión que en un primer momento se concentra en todo lo relacionado con el robo se va desplazando después a las relaciones entre los integrantes de la banda y, asimismo, a la del Profesor con la oficial a cargo del operativo policial, Raquel Murillo (Itziar Ituño). Esta decisión narrativa llama la atención, porque logra generar entre los personajes lazos muy profundos en esa escasa cantidad de horas que dura el robo.

Con más de un millón y medio de espectadores en la transmisión del último episodio, la serie fue todo un suceso en España. Una de las razones tiene que ver con su equipo técnico. Antena 3 entendió rápidamente que “equipo que gana no se toca” y contrató casi al mismo plantel de su anterior éxito, Vis a vis. Tanto la dirección y la fotografía como la escenografía principal (la fachada del Consejo Superior de Investigaciones Científicas) estuvieron a cargo de los mismos nombres que llevaron a cabo el relato de un grupo de presas que capturó la atención de buena parte de los televidentes españoles en estos años.

Lo cierto es que Netflix generó ahora una legión de fanáticos de La Casa de Papel en el verano latinoamericano. Si bien en el sitio de streaming todavía no están disponibles los dos últimos capítulos, los trece episodios previos despertaron esa pregunta que estuvo presente con obsesiva frecuencia en las redes sociales y en las sobremesas.

Ante la cautelosa paciencia a la que algunas series nos vienen acostumbrando durante la temporada regular (las largas conversaciones de mazmorra en Game of Thrones están más cerca de lo que recordamos), el frenesí con el que se cuentan las desavenencias en este robo parece acomodarse al atracón que en los espectadores suele incitar el descanso vacacional.

La resolución de este golpe no tiene fecha de estreno oficial en nuestro país, pero, con el 6 de abril como la fecha puesta para su llegada al público brasileño, se puede intuir que unos días después lo hará a la Argentina. Lo cierto es que, por más que en La casa de papel muchas veces se nos lleve de forma poco sutil a las emociones que intentan transmitir la valiente Tokyo, la transgresora Nairobi, el pragmático Berlín y el -vamos a decirlo- manipulador Profesor, nunca está de más regalarse un liviano y refrescante trago de verano. //∆z