Lanzamiento destacado del 2018, la recopilación de las historietas realizadas por la dupla Saracino-Gómez para el suplemento Historietas Nacionales de Télam presenta una excelente ocasión para pensar la relación entre historieta-Estado.

Por Gabriel Reymann

…toda historieta es política. Sí: la historieta, los dibujitos, el arte menor, toda esa sarasa. Y qué mejor momento para pensar qué puede ofrecerle el Estado al comic y qué puede darle este en consecuencia a la sociedad en este momento tan particular, por mucha expectativa que depositemos en Netflix y la birra artesanal. Videla y Cía. (©Plan Cóndor) le pusieron bocha de empeño como para que no podamos decir que estamos viviendo en Argentina el peor momento de los últimos 100 años; las olas todavía no se retiraron por completo pero ya se intuyen los fiambres en la costa (¿cierra una PYME por hora? ¿De veras?) aunque la viralización de memes lo disimulen un toquecín.

Quedará en la conciencia de cada uno saber si hubo un tiempo que fue hermoso…o no. Porque se puede dictaminar con claridad cuándo el estado es enemigo (ay no, que se corran esos teóricos franceses posmodernos embolantes; nunca les faltó un plato de comida, cómo no van a estar aburridos del Estado) y cuándo no lo es; ese opuesto no implica que el Estado sea amigo pero al menos ofrece la posibilidad de que esa burocracia horrenda le mejore la vida a la gente. Un poquito, algo. Una limosna hasta que llegue la emancipación del proletariado. Bueno, puede ser fácil hablar de limosna si a uno no le toca constatar la diferencia entre comer y descomer, mein freund.2011, Lautaro Ortiz, editor por aquel entonces de la revista Fierro, instrumenta un suplemento de historietas de producción propia para el portal Télam. Las historietas se publicaban online, con opción de descargarlas de manera gratuita e inclusive se ofrecían versiones impresas para las ediciones de fin de semana de diarios del interior. Plantel de lujo: Lito Fernández, Alcatena, Olivetti, Laura Vázquez, Mandrafina, Saccomanno y podríamos seguir así por largo rato. Ningún tipo de restricción temática ni censura para los autores a la hora de encarar su labor.

Quién lo hubiera imaginado: en abril de 2016 el portal es discontinuado -y eso que eran épocas de gradualismo (sic); aún no se había emprendido la cruzada contra el vil Déficit Fiscal-. Afortunadamente aún hay un archivo online del material pero más afortunadamente aún la editorial cordobesa Eduvim (una editorial universitaria, otra vez anatema de estos tiempos) se lanzó a recopilar en versión impresa, vieja escuela, el grueso de la producción de la dupla Luciano Saracino (guión) y Carlos Gómez (dibujos) para el portal.

Es curioso pensar acerca de la funcionalidad de este libro. No deja de ser historieta, claro, pero todo lo referido tanto al contenido como a su presentación remite a un objeto-comentario. Sobre lo que pasó en la historia argentina reciente, lo que ocurría en ese mismo momento como condición de posibilidad de aparición de esas historias y de lo que vendrá, que es peor, como bien señalaba la película. El comentario arranca desde el diseño gráfico, y ya desde la tapa: un primer plano de alguien recibiendo un bastonazo no es una acotación inocente en 2018, más un logo y un formato (apaisado) que juegan intertextualmente con el de la mítica Hora Cero comandada por Hector Oesterheld, hablando de statements políticos. Ya en el interior, el prólogo de Iván Lomsacov arroja luz sobre las mencionadas condiciones de posibilidad y como epílogo se ofrece una entrevista con los autores. Ambos hacen la lógica recapitulación de cómo fue trabajar juntos pero también se permiten reflexionar sobre la contingencia política, sin nombres propios ni cuestiones partidarias (Gómez es el más contundente de los dos en sus definiciones, sobre todo referida a la sensación de deja vú respecto a otros momentos de la derecha argentina en el poder… ¿cómo no hacerlo?).Quizá al leer las ocho historias, publicadas entre 2014 y 2016, el lector no note el cambio de administración que transcurrió en el medio. Con el diario del lunes (los comentarios de los prologuistas y los autores), la lectura cobra otra dimensión. Al comenzar la colaboración, Saracino-Gómez trabajaban en historias de corte social, mayormente, pero sin directrices temáticas de superiores; luego del cambio de gobierno se baja línea desde arriba de dar un tono más light a las historias, pero aún así la dupla se las ingenia para seguir contando las historias que desean dentro de esas limitaciones.

El libro abre con las dos mejores historias, sutilmente interconectadas: “La noche de los bastones largos” (no hace falta decir más) y “Dictadura”, sobre la que tampoco hace falta aclarar mucho más. Ambas comparten protagonistas, y obviamente la coincidencia no hace más que recordar lo programático del asunto: en los ’60 la derecha parecía un poquito más permisiva, entre muchísimas comillas -y todos sabemos cómo terminaron los ’70- pero el plan (económico, social, político) siempre fue el mismo. Más allá de la carga emotiva (sobre todo de “Dictadura”) ambas funcionan perfecto para recordar en primer lugar que los gobiernos de derecha en Argentina tan proclives a hablar de modernidad son los primeros en promover el atraso técnico y científico (¡hola, CONICET, INTA! ) y en segundo lugar –Dictadura- la brutalidad ontológica que implica la desaparición de un cuerpo: esta persona nunca existió, su cuerpo no está, no hay rastro físico de su paso por el mundo; ya no se trata solo de erradicar sino de negar. En una tónica similar está “Se Llama Justicia”, también importante para comprender la abyección que representa la apropiación de bebés –otra negación de identidad, en definitiva-; en el medio hay un homenaje al cine y las tres historias que le siguen están realizadas bajo las pautas de la Revolución de la Alegría. Saracino utiliza su oficio con verdadera cintura de boxeador y a las pautas temáticas para escribir sobre temas más ligeros como la playa o el humor (?) les saca provecho: la primera es sobre un desembarco fallido de Colón en América, la segunda se permite reflexionar sobre las guerras, el hambre… y Monsanto. Cierran el libro una historia sobre el carnaval –ya más fantástica– y un episodio inédito de “Kuntur”, la serie inconclusa que marcara el comienzo de la colaboración entre guionista y dibujante.Los juicios categóricos siempre tienen algo de atractivo, más si son en el terreno de la estética, que no jode a nadie. O aproximarse a ellos, al menos: Carlos Gómez debe ser el mejor dibujante argentino de historietas en actividad. El hombre es dibujante del clásico Dago (personaje de Robin Wood) desde 1996 y es un auténtico figurón en Italia y Francia, mas no tanto aquí por no poder publicar en el país al no haber un mercado de historieta (otro comentario político, sí). La colaboración en Historietas Nacionales afortunadamente venía intencionalmente a subsanar esto (y ojalá la recopilación en libro haga otro tanto). El cordobés es un dibujante 100% académico y realista (pero no hiperrealista: trabaja con referencias fotográficas perfectamente integradas y naturales) con una notable fluidez referido a lo postural y los lenguajes corporales. Si bien hay manchas, texturas y demases, lo de Gómez es la línea, la inscripción en el papel; la construcción del volumen (y el verosímil) mediante finas líneas, que también transmiten una sensación de elegancia muy italiana: hay un Dino Battaglia en alguna arquitectura de interiores, hay un Sergio Toppi haciendo comics históricos en ese retrato de Trotsky. Por si fuera poco, en las últimas historias amplía enormemente su estilo llevándolo a un resultado más caricaturesco, no muy lejano en espíritu a ciertas labores de Ariel Olivetti. Punto extra también para su narrativa, finamente estilizada y rica en variedad de enfoques y encuadres.

Keep calm: no hacen falta análisis sociológicos para abordar y disfrutar la lectura de Historias Cortas. Lo que sí hace falta es la aparición de más libros de su estirpe y su consecuente apoyo por parte del público para que la rueda siga girando, más allá de la historieta. //∆z