Tácticas de superación personal, editada por InterZona, es la segunda novela de Francisco Moulia. Odio, amor y muerte en Traslasierra.

 Por Joel Vargas

Un diario personal de un pibe que se exilió en Traslasierra después de haber ayudado a que su bisabuela se suicidara, una sátira a la retórica de los libros de autoayuda, una historia costumbrista con tintes fantásticos. Tácticas de superación personal, la segunda novela de Francisco Moulia, es todo eso a la vez. Desde el comienzo juega con el impacto de un suceso vertiginoso y sus esquirlas. Allá por el año 2012 Nulú Bonsai publicó Cortes argentinos, una ficción de enredos situada en plena ebullición de la pelea entre el campo y el gobierno kirchnerista. Un primer acercamiento de Moulia a un realismo situado en la frontera de lo imposible y lo factible. Tácticas… va un poco más allá, estira los límites como un chicle.

AZ: ¿Qué clase de escritor es Francisco Moulia?

FM: Intento que mi ambición sea directamente proporcional al tiempo y la energía que invierto en lo que hago. Eso ayuda a que no me frustre ni me conforme. Creo que es una actitud bastante sana para escribir. Y al mismo tiempo soy bastante dedicado. En la escritura, como en todo oficio, la práctica pule la técnica y va depurando imperfecciones. En ese sentido, pijotearme laburo sería como hacerme trampa a mí mismo. Igual, esta definición sobre qué clase de escritor soy es más una tendencia que un estado permanente. Mejor dicho: son las propiedades que considero que todo escritor debería tener. Y, en mi caso, forman parte de una búsqueda diaria.

[bctt tweet=”«En la escritura, como en todo oficio, la práctica pule la técnica y va depurando imperfecciones.»”]

AZ: Tácticas está escrito en forma de diario personal. ¿Vos tenés uno propio?  Luis Gusmán dice: “el diario, como se advierte, le roba tiempo al escribir, en eso reside su temporalidad. Se lo toma y se lo deja. Un comienzo que no termina.” ¿Estás de acuerdo?

FM: Nunca tuve un diario personal. Y no creo que vaya a tenerlo. Dejar un documento de todo lo que hago y lo que me pasa me da vértigo. Nunca hay que privarnos del derecho a olvidar cosas. En la novela el narrador se pone a escribir para establecer un orden, para sacarse cosas de encima y analizarlas. Le sale en forma de diario porque busca constancia. Como si el hecho de escribir todos los días no le permitiera evadirse. Con respecto a la cita de Luis Gusmán: él también dice que “el diario se personifica como un ser querido. Se lo ama y se lo odia. Esto último sucede cuando se transforma en el testigo insoportable de la dificultad de escribir”. En el caso de José, el narrador, es al revés. La disciplina de llenar ese diario con todo lo que le pasa es la única condición de escritura. José ama y odia a ése del diario, y así obtiene una perspectiva más nítida, más real de quién es. Sí es verdad que el diario puede ser ese ¨comienzo que no termina¨ del que habla Gusmán. Aunque no sería un problema para el narrador al que no le preocupa la inmortalidad del recurso. Ni para mí, que usé el formato ¨diario¨ para escribir una novela, con su principio y su final.

AZ: ¿Cómo fue el proceso de escritura de Tácticas?

FM: Tardé cinco meses en escribir la novela. Y tres meses más en corregirla. Al principio solo tenía la idea del primer capítulo, el proyecto de trabajar con el concepto del suicidio asistido y las historias de mi bisabuela. También tenía un personaje de una novela anterior –el señor Iván- que me parecía funcional a la historia. Con todos estos elementos empecé a escribir Tácticas. No respeté en absoluto la dinámica de escritura de un diario: había veces que escribía varios capítulos (días) de una sentada, y otras que invertía dos o tres días en un mismo capítulo. El proceso de escritura de Tácticas tuvo de todo: hubo momentos en que lo disfruté, otros en que lo padecí, otros en los que me pregunté qué carajo estaba haciendo de mi vida, y otros en los que sentí un tremendo alivio de poder estar haciendo lo que quería. Y así me pasa cada vez que escribo una novela.

moulia

AZ: En una nota hablás de Bisa, tu bisabuela, la inspiración de la novela y su idea sobre la muerte. ¿Cómo fue trabajar eso en la novela? ¿Hubo una especie de duelo y círculo cerrado con su publicación? ¿Cuál es tu idea sobre la muerte?

FM: Cuando se publicó la novela se cerró un círculo, es verdad, pero no en relación con mi bisabuela. Fue un indicador de que lo que venía haciendo hacía años iba en la dirección que yo quería. Tener el libro en la mano cerró el círculo de novelas acumuladas en formato Word. Con respecto a mi bisabuela, el duelo fue largo y empezó dos años antes de que ella muriera. Y la publicación no tuvo un efecto puntual sobre él. En Tácticas hay un personaje inspirado en ella. De hecho lo nombré ¨Bisa¨, como le decíamos a mi bisabuela. Pero no es ella. Es un elemento ficcional que me ayudó a tratar un tema que me interesa: el suicidio asistido como la voluntad de una persona de terminar con su vida y la posición de los que están cerca. Por eso no siento que haya trabajado directamente con la muerte de mi bisabuela. De hecho –prefiero aclararlo- yo no la ayudé a suicidarse poniendo una silla pegada a la baranda del balcón. La Bisa auténtica se apagó en su cama. La muerte para mí es un elemento ficcional muy atractivo. En parte porque poder escribir sobre ella me ayuda a sentirme un poco más amarrado a la vida. En Tácticas la muerte aparece como un factor de alivio. El contexto siempre determina el valor positivo o negativo de un hecho. En la novela traté de reflejar que la muerte, bajo determinadas circunstancias, puede representar la única solución.

AZ: Emil Cioran dijo alguna vez “No estás “muerto” cuando dejás de amar, sino de odiar. El odio conserva”. En alguna parte de Tácticas de Superación personal el narrador afirma que el odio es “un sentimiento con mala prensa” y “amor en estado salvaje”. A lo largo de las páginas hay una batalla moral entre el odio y el amor, dos caras de la misma moneda, el motor de todo. Entonces, ¿se podría afirmar que la novela es la superación del odio a uno mismo y aceptarse uno como es realmente? ¿Es una novela que combate la culpa?

FM: Para mí el odio es inevitable. Por eso antes que tratar de superarlo, intento descubrirle un sentido y una función. Lo mismo me pasa con el amor. La culpa está más relacionada con el hecho de no terminar de entender por qué tomamos ciertas decisiones. En ese sentido el narrador no siente culpa por haber ayudado a suicidarse a su bisabuela. Ni siquiera yo escribí Tácticas para combatir la culpa de no haber ayudado a suicidarse a la mía. Los dos entendemos por qué hicimos lo que hicimos. El odio y el amor se parecen en cuanto a la vehemencia con la que se manifiestan. Nos empujan a la acción. En la idea de superación está implícito el hecho de que hay un obstáculo. Y en el caso de José ese obstáculo es la negación. Niega el odio que se tiene, niega el amor que se puede tener y el pantano personal en el que está atascado. Me inclino más en pensar que la novela busca encontrarle utilidad a lo inevitable y que en esa búsqueda se supera el obstáculo de la negación.

[bctt tweet=”«El odio y el amor se parecen en cuanto a la vehemencia con la que se manifiestan.»”]

AZ: En Cortes argentinos, tu anterior novela, y en Tácticas hay pequeñas intromisiones de hechos fantásticos o inesperados en los que parecen ser textos enmarcados en el realismo ¿Cómo definirías a las dos novelas, en qué géneros las enmarcarías? ¿Qué diferencias y similitudes encontrás en ellas?

FM: Todo lo que escribí hasta ahora tiene un tono realista. Y también siempre traté de incluir en las historias elementos no-realistas. Me interesa llevar al límite el verosímil; ver hasta qué punto el tono es capaz naturalizar hechos irreales. Además, pensando en el desarrollo de la tecnología, creo que cualquier elemento científico incluido en una novela ya no puede enmarcarse en la ciencia ficción, sino más bien en una especie de realismo dudoso. Una característica de nuestra época es que no podemos precisar cuál es la distancia que existe entre lo imposible y lo realizable. Esto favorece al verosímil dentro de una ficción. En Tácticas, por ejemplo, hay un posible experimento científico relacionado con la inmortalidad. Y la novela en ningún momento busca convencer a nadie de que eso es cierto. Aunque sí intenta generar incertidumbre, que el riesgo de que sea factible no se agote. Tácticas y Cortes argentinos comparten un tono realista. También las dos tratan de llevar el verosímil hasta el límite de sus posibilidades. Tal vez Tácticas me parece una novela más ambiciosa en ese sentido. Arriesga más en expandir su realismo.

AZ: En ambas novelas los perros tienen un papel secundario en las historias pero son importantes en el andamiaje narrativo. ¿Por qué esa decisión? ¿Cuál es tu relación con los animales?

FM: Siento una especie de fascinación por los animales. Me atrae su pureza, su pragmatismo y, sobre todo, el tipo de relación que establecen con criaturas tan complejas como nosotros. Yo vivo con una gata. No hay ningún tipo de especulación ni estrategia en nuestra convivencia. Da toda la impresión de que está tranquila con lo que es. Eso me atrae; esa aceptación instintiva respecto de sí misma. Los perros de mis novelas, como fieles personajes secundarios que son, buscan ayudar a contar la historia de los personajes principales. Son importantes en el andamiaje narrativo en cuanto a su función de espejo. Su forma de comunicación es espontánea e irracional. Los narradores de mis novelas necesitan ese tipo de compañía. Están aplastados bajo el peso del juicio social. Y los perros no juzgan. Por eso en la interacción entre ellos aparecen algunas miserias que los personajes trataban de ocultar. Los perros reaccionan frente a esas miserias con gestos simples: agachan la cabeza, lloran, no mueven la cola. Estas manifestaciones interpelan a los personajes. Los hacen revisar de qué están compuestas esas miserias.

AZ: Trabajas como editor en una editorial independiente: Nulú Bonsai ¿Cómo encontrás el mercado editorial argentino? ¿Cuáles son los escritores que más te gustan? ¿Qué otras editoriales recomendarías?

FM: Según mi lectura, el mercado editorial argentino está dividido en tres grandes grupos: el de las editoriales mainstream o multinacionales, el de las editoriales independientes con presupuesto y el de las editoriales independientes sin presupuesto. Cada grupo tiene sus prioridades, sus ambiciones y sus límites. Y dentro de cada grupo hay propuestas muy diferentes. Se puede decir que existe una suerte de especialización de la oferta literaria. Interzona es una editorial que recomiendo. Como lector y como autor. Doy fe de que trabajan muy bien y están apostando por autores nuevos para actualizar su catálogo (algo de lo que no muchas editoriales a ese nivel se pueden jactar). Después leí cosas buenas de Momofoku, Nudista y Notanpüan, entre otras. Las tres tienen una propuesta seria y atractiva. Nulú Bonsai es una editorial que conozco, que trabaja a conciencia y que lucha contra los contratiempos lógicos de la falta de presupuesto. Así y todo creo que es un proyecto en constante crecimiento y que llega a libros con mucha personalidad. En materia de escritores contemporáneos argentinos admito que tengo un déficit muy grande. Tal vez por preservarme de influencias, no sé. Nombro a tres que son con los que más afinidad tengo en cuanto a filosofía de trabajo: Luis Mey, Carlos Godoy y Debret Viana.

 AZ: ¿En qué estás trabajando ahora?

FM: Actualmente estoy corrigiendo las dos novelas que escribí después de Tácticas: Odisea criolla y La miel de los otros. Y voy bastante avanzado con otra, Educando a la bestia, que cuenta la historia de un chico de veinticuatro años, físicamente gigante, que tiene Asperger y que empieza a trabajar en el depósito de una librería. El nivel de ingenuidad del chico hace que algunos personajes no resistan la tentación de aprovecharse de él. Y eso va a traer consecuencias terribles… que todavía no definí.//∆z