La periodista y escritora le puso su firma a uno de los libros más comentados en este año. En solo seis meses, Por qué volvías cada verano, que narra una historia de violencia familiar, alcanzó un muy buen recibimiento de público y ventas. Hablamos con ella.

Por Estefanía Lestanquet

Fotos por Jose Nico y Clara Bohner

(Fotos gentileza de la autora)

Un taller literario dictado por Gabriela Cabezón Cámara se convirtió rápidamente en uno de los lugares de contención más fuertes que tuvo Belén López Peiró en sus últimos años. López Peiró no solo se interesó por el terreno de la no ficción sino que también consiguió reinventarse en cada estrofa de su relato. Por qué volvías cada verano (Editorial Madreselva) es una polifonía que cuenta un abuso intrafamiliar, el que padeció la autora entre los trece y los dieciséis años por parte de su tío, comisario del pueblo donde, justamente, la adolescente solía pasar cada uno de sus veranos.

Con solo veintiséis años, Belén se sonroja al decir que su libro debut, a menos de seis meses de su salida, va por la segunda reimpresión. Algo que empezó como un simple diario es hoy la muestra más fiel de la visibilidad que, afortunadamente, están ganando las temáticas de género en nuestra sociedad. En una extensa charla con ArteZeta, la escritora habló sobre el proceso de producción de la historia, los juegos del lenguaje con los que tuvo que enfrentarse y, fundamentalmente, nos permitió entrever la transformación de una mujer que se fue fortaleciendo en cada nueva página.

AZ: ¿Cómo fue decidir editar el libro?

Belén López Peiró: En verdad la propuesta llegó desde la editorial Madreselva. Yo la primera vez que leí fragmentos del libro fue en la Feria del Libro del año pasado, ahí siempre hay un stand de Página 12 y ese año estaba la editora Marta Dillon, que convocaba un espacio de lectura de #Niunamenos. Gaby (Cabezón Cámara) me dijo: “vamos y leés parte de lo que estás escribiendo”. Ahí fue la primera vez que lo leí y después me invitaron a una radio para que vuelva a leerlo. Ese audio corrió bastante y ahí me llegó la propuesta. Pero al momento que llegó yo no lo tenía ni terminado, eran fragmentos que yo escribía más que nada para mí, no para publicar. Lo terminé, analicé bien las opciones y lo publiqué, no pensé tanto.  Porque una cosa es hablarlo en un taller o con familiares y otra cosa es hacerlo público. Pero una vez que la decisión estaba tomada no pensé mucho en las repercusiones que podía llegar a tener, que, afortunadamente, fueron todas fueron súper positivas.

AZ: Seguramente recibís muchos mensajes de chicas que también pasaron por situaciones similares, pidiéndote ayuda para también poder expresarse. ¿Cómo te sentís con eso?

BLP: Sí,  si bien muchas repercusiones vienen de mujeres que pasaron por algún tema similar (abusos, violaciones o violencia general), también escriben personas que quizás no vivieron ninguna de estas situaciones  pero también me agradecen por poner en palabras algo que quizás no es tan dicho, poder visibilizarlo. Obviamente que el libro me hace ubicarme en un cierto lugar, y las redes sociales que hacen el contacto directo con la autora también ayudan. Pero yo lo que transmito es que una situación de violencia no termina con nosotras, que cada una puede continuar con la vida y hacer todo lo posible. Cada una tiene más o menos herramientas pero se pueden  buscar. Por eso creo que el mensaje más fuerte lo da el libro mismo, yo no me considero referente de nada porque yo también sigo haciendo este camino. Mi texto es un pedido de justicia, pero no es que hay una cura o sanación para siempre, sino que es un proceso que es diario. El libro sana, aunque esto es algo que voy laburando todos los días, yo no tengo nada resuelto. Pero sí, el libro es una forma, hay mujeres que quizás no me dicen nada pero al leerlo se leen y ya eso es una forma. El reconocerse víctima de algún tipo de hecho es muy difícil pero es sin duda el primer paso.

AZ: Además de la historia, tu libro es muy particular desde la ejecución misma, la polifonía, la manera en que está narrado. Además de la ayuda de Gabriela, ¿tomaste algún otro referente?

BLP: Creo que no de una manera planeada. Lo primero fue la historia, escribí el primer relato y después siguieron voces y voces. Yo me preocupaba y le decía a Gabriela , “¿esto se entiende?” . Ella me decía: “vos seguí escribiendo, no te preocupes por eso”. No es que lo pensé como algo particular el tema de la polifonía en el relato,  pero sí me sirvió al contexto, son todas esas voces las que hacen posible la situación de abuso. No fue que me haya basado de antemano en una obra pero sí me pasó que en el momento final de edición y corrección me sirvieron un montón de libros que había leído, uno de ellos fue Teoría King Kong (2006, de Virginie Despentes), muy inspirador. Los libros de Gaby en general, que tienen mucha musicalidad, principalmente el que se llama Le viste la cara a Dios, y después otro que se llama Chicas Muertas, de Selva Almada. Y hablando de la polifonía, la otra vez un chico me preguntó si me había inspirado en Manuel Puig. La verdad que no, pero lo leí tanto que quizás inconscientemente quedaron resabios de él en mi escritura. Esa forma de narrar que, llegado el momento en que te enfrentás con la hoja,  la derramás de manera quizás inconsciente.

AZ: La elección de esas voces… ¿cómo fue el proceso?

BLP: No lo pensé tanto, las voces que aparecieron al principio eran las que tenía rondando más en mi cabeza, con más fuerza. Después fueron surgiendo solas porque también estaba mi voz. Yo siento que hay momentos en que, si bien escribo y narro en primera persona, el yo se desarma.  A mí en algún momento me causó una especie de reflexión personal, como si otra parte de mí estuviera contando algo. Me di cuenta también de que a veces necesitaba otra voz más para que la historia se termine de entender, para que no sea algo solo para mí. Y después por último se tomó la decisión de poner fragmentos de la causa. Esto también fue un tratamiento literario, yo tuve que elegir, todo es una construcción de alguna manera, pensar qué fragmento poner, ordenarlo, ver si no se repetía con alguna de las voces. Sentí como que la Justicia también era una voz propia y que no convenía que yo le ponga mi voz a esa Justicia, si ya la tenía.  Porque el lenguaje, la tipografía, lo que dice, es fuertísima. Es marcar la diferencia, otro lenguaje totalmente diferente. Me pareció que era re interesante que hable por sí misma.  Además,  también porque no hay tantas personas que tienen acceso a una causa de violencia de género, y está bueno que vean cómo la Justicia te describe, te narra. El lenguaje es parte de la construcción. Gaby, en la contratapa, dice que el libro es más que nada un hecho político, y yo creo que lo más político que hice yo fue haber puesto la causa judicial porque fue en el momento que yo di por sentado que me pasaba a mí, que era real. Si yo sacaba el libro solo con las voces, podía haber pasado tranquilamente como una ficción. En el momento que vos agregás archivo documental a un libro lo hacés realidad y a mí no me quedaba otra que mostrar que eso me estaba pasando a mí, que estaba exponiendo las voces de otras personas en la causa. También puse una de las declaraciones en las que a mí no me creían, me cuestionaban. Así que eso me parecía también a mí correrme de un lugar, que el lector pueda sacar sus propias conclusiones. Están todas las herramientas para que las personas que lo leen puedan sacar sus propias conclusiones.

AZ: ¿Cómo llegaste a transmitir de una manera tan fuerte tu verdad?

BLP: Creo que una de las mejores cosas que me pasó es que mi papá y mi mamá no hayan dudado de mí ni un segundo,  porque la mayor cantidad de los abusos son interfamiliares y pasa muchísimo que no te crean. Ellos reconfirmaron que era mi verdad. Porque acá lo que se disputa es la verdad, es la palabra de uno contra otro. Desde el momento que mi familia me respaldó, sentí un afianzamiento de mí verdad. Porque vas a la Justicia y  te encontrás con un terreno en el que  todo el tiempo te cuestionan, te hacen dudar de nuevo. Esto sumado a los tiempos que tienen, y yo sentí que mi verdad no podía depender de esa burocracia, me di cuenta de que mi camino tenía que ir por otro lado, y ahí nació el libro. Aunque la causa siga (si bien está elevada a juicio oral aún no tiene fecha). Si yo hubiese dependido de la Justicia jamás hubiese salido del rol de víctima, que es como ellos te catalogan. Una de las cosas que me parece muy interesante y urgente de hacer es empezar a hablar con otros términos, no los términos de la Justicia, ni los psicólogos. Porque allá es víctima – victimario. A la víctima la ponen en un lugar del que es imposible correrse y el victimario es victimario, no es ni asesino, ni violador, ni violento. Y los psicólogos catalogan esto como un “trauma”.  Son lugares que no ayudan porque después es muy difícil correrse. Son mochilas muy pesadas para mujeres que pasaron por algo así. Todavía creo que no se pensaron las formas de acompañar mejor a una mujer que sufrió algún tipo de violencia, y esto también hay que repensarlo porque de esta forma también después nos denominamos nosotras. A mí la palabra víctima no me gusta, y me suelen designar así. En la justicia, en algunos medios.

AZ: ¿Hoy notás que hay métodos alternativos de ayuda para mujeres que pasan por alguna situación de violencia?

BLP: Hay muchos grupos de chicas que cumplen roles que están buenísimos: te ayudan, te acompañan, pero realmente acá hay una carencia de parte del Gobierno que es muy grande y hace que muchísimas mujeres queden afuera. Yo intento hablar, dar experiencias, porque cuando yo quise hablar con mujeres en mi situación, hace varios años atrás, no encontraba. Hoy estos temas tienen más voz y más oído, fundamentalmente más oídos porque hay más mujeres que se animan a escuchar la historia. Porque puede haber escritoras pero no son nada sin lectoras.

AZ: ¿Sentís que tu libro nació en el momento correcto?

BLP: Sí.  Aunque hay un montón de gente que me dice “lo compré pero aún no puedo leerlo” o “llega a una parte y lo tuve que dejar”, pero yo a  todos le respondo que, sea la reacción que tengan, para mí es buena porque implica un tipo de involucramiento. Me pasó hace poco tiempo que me escribió una madre diciéndome que leyó el libro porque su hija había sido abusada pero que aún ella no se animaba a dárselo a la hija porque creía que le podía hacer mal. Yo le dije que lo primero es que la hija se dé cuenta de que no está sola y creo que es un poco parte de esta movida. Yo hubiese dado mi vida porque en su momento alguien se hubiese acercado y me hubiese dicho: “sé lo que estás pasando”. Hay que estar en el cuerpo, cuando sentís el cuerpo expropiado.  Leer otra voz puede llegar a sanar ciertos vacíos, ciertas ausencias, puede ser un refugio. El libro mismo dice que la vida no termina ahí y eso me parece que es el mensaje y que no somos víctimas de nada ni de nadie, somos para nosotras mismas. Eso es una de las cosas más fuertes e importantes.

AZ: Desde tu rol de  periodista, ¿Cómo notas hoy el tratamiento de los medios en base a este tipo de temáticas de violencia contra la mujer?

BLP: Yo creo que hubo un cambio, hubo un crecimiento. Pero los medios tradicionales siguen siendo tradicionales, aunque, por suerte,  hay ciertos errores que ya no cometen. Hace dos semanas se designó a Diana Maffía como asesora de Perfil para los asuntos de género. Yo creo que hay personas, mujeres que están poniendo el acento en no cometer esos errores. También el rol de los medios emergentes o autogestionados cumplen un rol fundamental en este cambio. Porque están formados por personas jóvenes que están promoviendo un cambio, tienen diferentes aspiraciones y les interesa darle voz a las personas que los medios tradicionales intentan callar.  Sin embargo, en las situaciones de violencia, siguen cayendo en amarillismo. A mí en La Nación y  Noticias me entrevistaron chicas divinas, súper conscientes de las temáticas de género, pero después viene el editor y me titula: “La víctima de su tío”, y ahí te vuelven a poner en el rol de víctima. Mi reflexión fue: “hace cuatro años atrás una nota así no había salido en esos medio, que la nota llegue a personas que jamás pensaba es lo positivo. Ponele el título que quieras. Ya hay otras voces que aparecen en escena.”  Prefiero quedarme con eso, no con lo otro.

AZ: Hoy en día cada vez se ven más libros sobre feminismo. ¿Sentís también que se está banalizando un poco la temática por, justamente, esto de querer vender?

BLP: Mirá, yo soy de las que creen que hay feminismos como tantas chicas somos. Me tocó entrevistar a chicas provida que se consideraban feministas. Yo creo que feminismos, más allá de ser un movimiento, hay tantos como mujeres, y no hay una voz autorizada. Cuanto más libros, más notas, más manifestaciones en libros, medios, etc. Cuánto más haya mejor, que circule. Yo creo que hasta la política está viendo que en esta veta hay un tipo de oportunidad y yo ahí creo que la oportunidad es nuestra y hay que tratar de aprovecharla. Porque no es que el feminismo nació en 2015 sino que hay muchos que la llaman la cuarta ola del feminismo. Yo no sé si creo en que hay olas pero sí creo que de 2015 a hoy hubo un antes y un después, creo que hay un montón de nosotras a las que que ese hecho nos dio fuerza.

AZ: ¿Te hubieses imaginado editar este libro antes de esa fecha?

BLP: No, yo tenía vergüenza. Lo veía como una marca. Viste cuando arrastrás algo que te pesa y sentís que lo vas a acarrear toda tu vida. Y después me di cuenta de que no, que es una herramienta para ser mejor persona, que podía transformarla. Hay una fuerza de la creatividad que vuelve bella cualquier cosa que puedas cruzarte. Hay personas que pueden transformar una muerte en una obra de arte. A mí me dio transformar una situación de violencia en un libro para sanarme a mí y sanar a otras mujeres. En ese sentido no hubiese sido posible si no me hubiesen avivado, y ese avivar está en no sentirse sola, sentir que te respaldan y que esto está ahí. Si no te acompañan te silencian, te apagan. Esta ayuda yo la viví mucho en el taller de literatura, fue un pilar muy grande. Ahí me abrí y me permitieron transformar esto. De hecho, cuando me llamaron para declarar, me acompañó Gabriela a San Pedro. Además de un espacio de creatividad, también es un espacio de contención y sanación.  Hoy por hoy sigo con ella.

AZ: ¿Qué otros gustos culturales tenés además de la literatura?

BLP: Bueno, la tapa del libro la pinté yo, así que quisiera retomar la pintura. La pinté justo cuando tenía 14-15 años y es la entrada al pueblo, y ahora de grande digo: “claro, todo tiene un sentido”. De hecho los árboles tienen dos sombras.

AZ: ¿Qué estás leyendo hoy en día?

BLP: Justo me regalaron los últimos libros de Claudia Piñeiro y de Samanta Schweblin. Por lo general trato de leer a autoras contemporáneas, bueno, ellas dos son muy reconocidas pero me gusta leer también a muchas compañeras, talleristas que me encuentro en alguna lectura y me cuentan que están publicando su primer libro, me interesa mucho.

AZ: ¿Y cómo sigue tu vida como escritora?

BLP: Estoy escribiendo un texto, no sé si llamarlo novela porque es todavía un proyecto pero es una ficción que sucede en un pueblo de 1930/ 1950. Estoy tratando de encontrar algún tipo de lectura que me pueda dar ese contexto de llanura y luminosidad de la época para poder integrarlo. Es la primera vez que hago ficción.

 AZ: ¿Te sentís cómoda en este proceso?

 BLP: Es como que el otro libro salió más fluido y este es mucho más laburo, es como trabajar en cotidiano, dejar que el personaje vaya fluyendo, pero no es tan fácil. Quizás vos tenés pensada una estructura pero en la propia narrativa se desarma y los personajes mutan. Trato de no ir a la hoja con tanto sino que voy con cierto vocabulario y continúo como me va saliendo en cada momento. Obviamente que al final tenés que ver qué vuelta le das. Pero en el proceso  se va buscando la voz del personaje, la esencia.

 AZ: ¿Será una protagonista mujer?

 BLP: (risas) Se puede decir que sí, seguramente sí. //∆z